Corpus Christi es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo,
de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.
Corpus
Christi es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, de la presencia de
Jesucristo en la Eucaristía.
Este día recordamos la institución de la Eucaristía que se llevó a cabo el Jueves Santo durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.
Este día recordamos la institución de la Eucaristía que se llevó a cabo el Jueves Santo durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.
Es una fiesta muy importante porque la Eucaristía es el regalo más grande que
Dios nos ha hecho, movido por su querer quedarse con nosotros después de la
Ascensión.
Jesús es el “Sacerdote” nuevo y definitivo,
para siempre, porque es Dios hecho hombre (“Mediador”), que se ofrece a sí
mismo en oblación (sacrificio), para comunicar una vida nueva a toda la
humanidad. Por esta “obediencia” a los planes del Padre, es Sacerdote del amor
a Dios y a toda la humanidad, Víctima y Altar. Esta realidad sacrificial la
hace presente en la Eucaristía.
El sacerdote ministro continúa el encargo del
Señor (“haced esto”), transmite lo que ha recibido, hace presente y comunica al
mismo Jesús para hacerlo vida propia, personal y comunitaria.
En el día a día:
Jesús está presente e inmolado en la
Eucaristía, para hacernos partícipes de su misma vida. "Allí está aquel
que tanto nos ama ¿por qué, pues, no habremos de amarle nosotros?" (Cura
de Ars).
“Sed lo
que veis y recibid lo que sois”
Lo que veis en el altar de Dios..., es el pan
y el cáliz: esto es lo que vuestros ojos os indican. Pero es vuestra fe quien
quiere ser instruida, que ese pan es el cuerpo de Cristo, que ese cáliz es su
sangre. Esto supone una breve fórmula, que puede bastar a la fe.
Pero la fe busca instruirse... ¿Cómo este pan
es su cuerpo, y este cáliz, o más bien su contenido, puede ser su sangre?
Hermanos míos esto es lo que se llaman sacramentos:
muestran una realidad y de ellos se deduce otra. Lo que vemos es una apariencia
corporal en tanto que lo que comprendemos es un fruto espiritual. Si queréis
comprender lo que es el cuerpo de Cristo, escuchad al Apóstol, que dice a los
fieles:
“sois el cuerpo de
Cristo, y cada uno de vosotros, sois los miembros de ese cuerpo” (1 Co 12,17).
Así
pues si sois vosotros el cuerpo de Cristo y sus miembros, es vuestro misterio
quien se encuentra en la mesa del Señor, es vuestro misterio lo que recibís. A
esto, lo que sois, responded:
“Amén”
y con
esta respuesta, lo suscribiréis. Se os dice: «el cuerpo de Cristo» y respondéis
“Amén”.
Sed pues miembros del cuerpo de Cristo para
que este Amén sea verdadero.
¿Por qué pues el cuerpo está en el pan? Aquí
aun, no decimos nada de nosotros mismos, escuchemos una vez más al Apóstol,
quien, hablando de este sacramento nos dice:
“porque el pan es
uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo” (1 Co 10,17)
¡Comprended esto y permaneced en la alegría: unidad,
verdad, piedad, caridad! “Un solo pan”; ¿quién es este pan único? “un solo
cuerpo, nosotros que somos muchos”.
Recordad que no se hace pan con un solo
grano, sino con muchos. Sed lo que veis, y recibid lo que sois.
San Agustín
(354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia.
SEGUNDA PARTE
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
ARTÍCULO 3
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA
La presencia real de Cristo en la
Eucaristía
1373: «Cristo
Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por
nosotros» (Rom8,34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia:
en su Palabra, en la oración de su Iglesia, «allí donde dos o tres estén
reunidos en mi nombre» (Mt 18,20), en los pobres, los enfermos, los
presos (ver Mt 25,31-46), en los sacramentos de los que Él es
autor, en el sacrificio de la Misa y en la persona del ministro. Pero, «sobre
todo (está presente), bajo las especies eucarísticas» (SC
7).
1374: El modo
de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la
Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella «como la
perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos»
(S. Tomás de A.). En el santísimo sacramento de la Eucaristía están «contenidosverdadera,
real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la
divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo
entero» (Cc. de Trento: DS 1651). «Esta presencia se denomina “real”, no a
título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen “reales”, sino por
excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y
hombre, se hace totalmente presente».
1375: Mediante
la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo
se hace presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con
fuerza la fe de la Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la
acción del Espíritu Santo para obrar esta conversión.
1376: El
Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma: «Porque Cristo, nuestro
Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su
Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de
nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el
cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo
nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre; la
Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación».
1377: La
presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y
dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo
entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus
partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo.
El culto de la Eucaristía
1378: En la
liturgia de la Misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo
las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o
inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor. «La Iglesia
Católica ha dado y continúa dando este culto de adoración que se debe al
sacramento de la Eucaristía no solamente durante la Misa, sino también fuera de
su celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas,
presentándolas a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en
procesión».
1379: El
sagrario (tabernáculo) estaba primeramente destinado a guardar dignamente la
Eucaristía para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la
Misa. Por la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su
Eucaristía, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del
Señor presente bajo las especies eucarísticas. Por eso, el sagrario debe estar
colocado en un lugar particularmente digno de la iglesia; debe estar construido
de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo
en el santo sacramento.
1380: Es
grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de
esta singular manera. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma
visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en
la cruz por nuestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con
que nos había amado «hasta el fin» (Jn 13,1), hasta el don de su
vida. En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio
de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros (ver Gál 2,20),
y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor:
«La Iglesia y el mundo tienen una gran
necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor.
No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la
contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del
mundo. No cese nunca nuestra adoración» (S.S. Juan Pablo II).
1381: La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera
Sangre de Cristo en este sacramento, “no se conoce por los sentidos, dice S.
Tomás, sino sólo por la fe, la cual se apoya en la autoridad de
Dios”. Por ello, comentando el texto de S. Lucas 22,19: “Esto es mi Cuerpo que
será entregado por vosotros”, S. Cirilo declara: “No te preguntes si esto es
verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Señor, porque él, que es la
Verdad, no miente”».
Padre bueno,
tú que eres la fuente del amor,
te agradezco el don que me has
hecho:
Jesús, palabra viva
y alimento de mi vida espiritual.
Haz que lleve a la práctica la
Palabra
que he leído y acogido en mi
interior,
de forma que sepa contrastarla con
mi vida.
Concédeme transformarla en lo
cotidiano
para que pueda hallar mi felicidad
en practicarla y ser, entre los que
vivo,
un signo vivo y testimonio auténtico
de tu Evangelio de salvación.
Te lo pido por Cristo, tu Hijo,
nuestro Señor.
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