LA FIESTA DEL BAUTISMO DE JESÚS, ES TAMBIÉN LA FIESTA DE NUESTRO PROPIO BAUTISMO.
En este día que concluye el tiempo litúrgico de la Navidad, contemplamos el Bautismo del Señor en el Jordán, donde el Padre muestra al Hijo ante el mundo y lo consagra con el Espíritu de su amor.
Hoy la Iglesia nos invita a renovar nuestra propia consagración bautismal: a sumergirnos en el amor que Dios nos tiene y descubrir que somos llamados a vivir como hijos suyos y amarnos entre nosotros como hermanos.
La intención de san Marcos es destacar el carácter teofánico del Bautismo de Jesús. Es a la vez una manifestación de fe en la divinidad de Cristo por parte de la comunidad primitiva. Por otra parte, los creyentes toman conciencia de lo que sucede en el Bautismo cristiano: que también somos ungidos por el Espíritu Santo, que somos proclamados hijos de Dios, que entramos en comunión con la Santísima Trinidad.
Todas las personas viven íntimamente la llamada a una vocación
determinada, a un servicio a la sociedad. Esta llamada se intuye en los
intereses, actitudes, capacidades... que cada uno experimenta. En otro orden,
el bautismo es una llamada de Dios a la vida plena.
«Los bautizados somos “cristianos”,
consagrados como Jesús por el Espíritu Santo, por ello, queridos padres, queridos
padrinos y madrinas, ayuden a sus hijos a ser verdaderos cristianos
“consagrados” en el Espíritu Santo». Es la exhortación del Papa Francisco en su
homilía en la solemnidad del Bautismo de Jesús, celebrado en la Capilla Sixtina
durante la cual, bautizó a 33 niños.
El Obispo
de Roma comentando las lecturas bíblicas que la liturgia nos presenta, recordó
la importancia de la Palabra de Dios en la vida de los creyentes. «Como un buen
papá y una buena mamá, Dios quiere dar cosas buenas a sus hijos. Y ¿qué cosa es
este alimento sustancioso que Dios nos da? Es su Palabra: su Palabra nos hace
crecer, nos hace producir buenos frutos en la vida, como la lluvia y la nieve
hacen bien a la tierra y la hacen fecunda (cfr. Is 55,10-11). Así ustedes
padres, y también ustedes, padrinos y madrinas, abuelos, tíos, ayudaran a estos
niños a crecer bien si darán a ellos la Palabra de Dios, el Evangelio de
Jesús».
Explicando
la importancia de este sacramento, el Sucesor de Pedro dijo que la Palabra de
Dios hace crecer la fe, y gracias a la fe nosotros somos generados de Dios y es
esto lo que sucede en el Bautismo. En esta fe sus niños son bautizados, en la
fe de los padres, padrinos y madrinas. Es la fe de la Iglesia, dijo el Papa, en
la cual estos pequeños reciben el bautismo. Pero mañana, con la gracia de Dios,
será su propia fe, su personal “si” a Jesucristo, que nos dona el amor del
Padre.
Además
subrayó que el bautismo nos incorpora a la Iglesia, nos hace miembros de ella
gracias a la fe que recibimos y que nos es transmitida de generación en
generación. «El Bautismo nos incorpora en el cuerpo de la Iglesia, en el pueblo
santo de Dios. Y en este cuerpo, en este pueblo en camino, la fe viene
transmitida de generación en generación: es la fe de la Iglesia. Es la fe de
María, nuestra Madre, la fe de san José, de san Pedro, de san Andrés, de san
Juan, la fe de los Apóstoles y de los Mártires, que ha llegado hasta nosotros,
a través del bautismo».
Antes de
concluir su homilía, el Papa Francisco resaltó que en el Bautismo somos consagrados
por el Espíritu Santo. Afirmó que la palabra “cristiano” significa consagrado
como Jesús, en el Espíritu. «Él es el “Cristo”, los bautizados somos
“cristianos”. Entonces, queridos padres, queridos padrinos y madrinas, si
quieren que sus hijos se hagan verdaderos cristianos, ayúdenlos a crecer
“consagrados” en el Espíritu Santo, es decir, en el calor del amor de Dios, en
la luz de su Palabra». Por esto, dijo Francisco, no se olviden de
invocar siempre al Espíritu Santo, todos los días e invito a hacerlo con esta
sencilla oración: “Ven, Santo Espíritu, llena los corazones de tus fieles y
enciende en ellos el fuego de tu amor”. Cuando recen esta oración, recordó el
Papa, sientan la presencia materna de la Virgen María. Ella nos enseña a rezar
al Espíritu Santo, y a vivir según el Espíritu, como Jesús.
Texto completo de la homilía del
Papa
Hemos
escuchado en la primera lectura que el Señor se preocupa de sus hijos como un
padre: se preocupa de dar a sus hijos un alimento sustancioso. Mediante el
profeta Dios dice: «¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en
lo que no sacia?» (Is 55,2). Dios, como un buen papá y una buena mamá, quiere
dar cosas buenas a sus hijos. Y ¿qué cosa es este alimento sustancioso que Dios
nos da? Es su Palabra: su Palabra nos hace crecer, nos hace producir buenos
frutos en la vida, como la lluvia y la nieve hacen bien a la tierra y la hacen
fecunda (cfr. Is 55,10-11). Así ustedes padres, y también ustedes, padrinos y
madrinas, abuelos, tíos, ayudaran a estos niños a crecer bien si darán a ellos
la Palabra de Dios, el Evangelio de Jesús. ¡Y también lo harán con el ejemplo!
Todos los días, tendrán la costumbre de leer un pasaje del Evangelio,
pequeñito, y será el ejemplo para los hijos, ver a papá, a mamá, a los
padrinos, abuelos, abuelas, tíos, leer la palabra de Dios.
Ustedes
mamás den a sus hijos la leche – incluso ahora, si lloran por hambre
amamántenlos, ¿eh? Tranquilas. Agradezcamos al Señor por el don de la leche, y
oremos por estas mamás – son muchas, lamentablemente – que no están en
condiciones de dar de comer a sus hijos. Oremos y tratemos de ayudar a estas
mamás. Entonces, lo que hace la leche por el cuerpo, la Palabra de Dios lo hace
por el espíritu: la Palabra de Dios hace crecer la fe. Y gracias a la fe
nosotros somos generados de Dios. Es esto lo que sucede en el Bautismo. Hemos
escuchado al apóstol Juan: «Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es
nacido de Dios» (1 Jn 5,1). En esta fe sus niños son bautizados. Hoy es su fe,
queridos padres, padrinos y madrinas. Es la fe de la Iglesia, en la cual estos
pequeños reciben el bautismo. Pero mañana, con la gracia de Dios, será su
propia fe, su personal “sí” a Jesucristo, que nos dona el amor del Padre.
Decía: es
la fe de la Iglesia. Esto es muy importante. El Bautismo nos incorpora en el
cuerpo de la Iglesia, en el pueblo santo de Dios. Y en este cuerpo, en este
pueblo en camino, la fe viene transmitida de generación en generación: es la fe
de la Iglesia. Es la fe de María, nuestra Madre, la fe de san José, de san
Pedro, de san Andrés, de san Juan, la fe de los Apóstoles y de los Mártires,
que ha llegado hasta nosotros, a través del bautismo. ¡Una cadena de
transmisión de fe! ¡Y esto es muy bello! Es pasar de mano en mano la luz de la
fe: lo expresaremos dentro de poco con el gesto de encender las velas del gran
cirio pascual. El gran cirio representa Cristo resucitado, vivo en medio a
nosotros. Ustedes, familias, tomen de Él la luz de la fe para transmitirla a
sus hijos. Esta luz la toman en la Iglesia, en el cuerpo de Cristo, en el
pueblo de Dios que camina en todo tiempo y en todo lugar.
Enseñen a
sus hijos que no se puede ser cristianos fuera de la Iglesia, no se puede
seguir a Jesucristo sin la Iglesia, porque la Iglesia es madre y nos hace
crecer en el amor a Jesucristo.
Un último
aspecto emerge con fuerza de las Lecturas bíblicas de hoy: en el Bautismo somos
consagrados por el Espíritu Santo. La palabra “cristiano” significa esto,
significa consagrado como Jesús, en el Espíritu con el cual ha sido consagrado
Jesús en toda su existencia terrena. Él es el “Cristo”, ungido, consagrado, los
bautizados somos “cristianos”, es decir, consagrados, ungidos. Entonces,
queridos padres, queridos padrinos y madrinas, si quieren que sus hijos se
hagan verdaderos cristianos, ayúdenlos a crecer “consagrados” en el Espíritu
Santo, es decir, en el calor del amor de Dios, en la luz de su Palabra. Por
esto, no se olviden de invocar siempre al Espíritu Santo, todos los días.
“¿Ella reza señora? ¡Sí! ¿A quién le reza? Yo le rezo a Dios”. Pero Dios así no
existe: Dios es la persona y en cuanto persona existe el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. “¿Tú, a quién le rezas? Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”.
Habitualmente nosotros rezamos el “Padre Nuestro”, rezamos al Padre. Pero al
Espíritu Santo no le rezamos tanto…¡Es tan importante rezarle al Espíritu
Santo! Porque nos enseña a llevar adelante la familia, los niños, para que
estos niños crezcan en esta atmósfera de la Trinidad Santa. Es precisamente el
Espíritu que los lleva adelante. Por esto, no se olviden de invocar con
frecuencia al Espíritu Santo, todos los días.
Pueden
hacerlo, por ejemplo, con esta sencilla oración: “Ven, Santo Espíritu, llena
los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”. Pueden
rezar esta oración por sus hijos, ¡además que por ustedes mismos!
Cuando
recen esta oración, sientan la presencia materna de la Virgen María. Ella nos
enseña a rezar al Espíritu Santo, y a vivir según el Espíritu, como Jesús. La
Virgen, nuestra madre, acompañe siempre el camino de sus hijos y de sus
familias. Así sea.
En el domingo del Bautismo del Señor, que concluye el tiempo de Navidad,
el Papa Francisco se refirió al pasaje del Evangelio que describe lo sucedido
en la orilla del Jordán: cuando Juan el Bautista bautiza a Jesús, el cielo se
abre.
Con el
evento del Bautismo de Jesús terminó el tiempo de los “cielos cerrados” -
explicó el Santo Padre – que indican la separación entre Dios y el hombre como
consecuencia del pecado. Los “cielos abiertos” en cambio - dijo - indican
que Dios ha donado su gracia para que la tierra de su fruto. De este modo la
tierra stransforma en la morada de Dios entre los hombres y cada uno de
nosotros tiene la posibilidad de encontrar al Hijo de Dios. “Lo podemos
encontrar realmente presente en los sacramentos, dijo, especialmente en la
Eucaristía. Lo podemos reconocer en el rostro de nuestros hermanos, en
particular en los pobres, en los enfermos, en los encarcelados, en los prófugos
que son, constató, la carne viva del Cristo sufriente y la imagen visible del
Dios invisible”.
El Obispo
de Roma recordó asimismo que Jesús, Hijo del Dios encarnado es también la
Palabra definitiva que el Padre ha querido decir al mundo y solamente
escuchando y siguiendo su Palabra podemos hacer realmente fecunda nuestra
experiencia de fe, cuyo germen fue puesto en nosotros el día del bautismo.
El Papa
Bergoglio destacó además que el Espíritu Santo, que animó la vida y el
ministerio de Jesús, es el mismo que guía la existencia cristiana y
afirmó que “un cristiano y una comunidad sordos a la voz del Espíritu Santo que
nos impulsa a llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra, se
transforman también en un cristiano y una comunidad “mudos” que no hablan y no
evangelizan.
El Papa
concluyó pidiendo a la Madre de Dios que acompañe el camino de todos los
bautizados para crecer en el amor hacia Dios y en la alegría de servir al
Evangelio.
Y al
saludar a los peregrinos presentes en la plaza de San Pedro, Francisco
recordó que mañana inicia su viaje apostólico a Sri Lanka y Filipinas y
les pidió que lo acompañen con su oración.
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días,
Hoy
celebramos la fiesta del bautismo del Señor, con el cual concluye el tiempo de
Navidad. El Evangelio describe lo que sucede a orillas del Jordán. En el
momento en el cual Juan el Bautista confiere el bautismo a Jesús, el cielo se
abre. «Enseguida – dice san Marcos – al salir del agua, vio que los cielos se
abrían» (1,10). Viene a la mente la dramática súplica del profeta Isaías: «Si
tu abrieras los cielos y bajaras» (Is 63,19). Esta invocación ha sido escuchada
en el evento del Bautismo de Jesús. Así se ha terminado el tiempo de los
“cielos cerrados”, que indican la separación entre Dios y el hombre, como
consecuencia del pecado. El pecado nos aleja de Dios e interrumpe la relación entre
la tierra y el cielo, determinando así nuestra miseria y el fracaso de nuestra
vida. los cielos abiertos indican que Dios ha donado su gracia para que la
tierra de sus frutos (Cfr. Sal 85,13). Así la tierra se ha convertido en la
morada de Dios entre los hombres y cada uno de nosotros tiene la posibilidad de
encontrar el Hijo de Dios, experimentando todo el amor y la infinita
misericordia. Lo podemos encontrar realmente presente en los Sacramentos,
especialmente en la Eucaristía. Lo podemos reconocer en el rostro de nuestros
hermanos, en especial en los pobres, en los enfermos, en los encarcelados, en
los prófugos: ellos son la carne viva de Cristo sufriente e imagen visible del
Dios invisible.
Con el
bautismo de Jesús no solo se abren los cielos, sino Dios habla nuevamente
haciendo resonar su voz: «Tu eres mi Hijo amado: en Ti me he complacido» (Mc
1,11). La voz del Padre proclama el misterio que se esconde en el Hombre
bautizado por el Precursor.
Luego, la
venida del Espíritu Santo, en forma de paloma, esto consiente a Cristo, el
Consagrado del Señor, inaugurar su misión salvífica, que es nuestra salvación.
El Espíritu Santo – el gran olvidado en nuestras oraciones: nosotros
frecuentemente rezamos a Jesús, oramos al Padre, especialmente cuando rezamos
el Padre Nuestro, pero no rezamos frecuentemente al Espíritu Santo, es verdad.
¿no? Es el olvidado. Y tenemos necesidad de pedir su ayuda, su fortaleza, su
inspiración – el Espíritu Santo que ha animado enteramente la vida y el
ministerio de Jesús, es el mismo Espíritu que hoy guía la existencia cristiana,
la existencia de un hombre y de una mujer que dicen y que quieren ser
cristianos. Poner bajo la acción del Espíritu Santo nuestra vida de cristianos
y la misión, que todos hemos recibido en virtud del bautismo, significa
redescubrir el coraje apostólico necesario para superar fáciles comodidades
mundanas. En cambio, un cristiano y una comunidad “sordos” a la voz del
Espíritu Santo, que nos impulsa a llevar el Evangelio hasta los confines de la
tierra y de la sociedad, se hacen también un cristiano y una comunidad “mudos”
que no hablan y no evangelizan. Pero, recuerden esto: rezar frecuentemente al
Espíritu Santo para que nos ayude, nos de la fuerza, nos de la inspiración y
nos haga ir adelante.
María,
madre de dios y de la Iglesia, acompañe el camino de todos nosotros bautizados;
nos ayude a crecer en el amor hacia Dios y en la alegría de servir al
Evangelio, para dar así sentido pleno a nuestra vida.
Saludos
del Papa Francisco tras el Ángelus de la fiesta del Bautismo del Señor
Queridos
hermanos y hermanas,
¡Los saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos!
Con mucho
gusto saludo al grupo de estudiantes de los Estados Unidos de América, como
también a la Asociación de Laicos Amor Misericordioso. Hay tanta necesidad hoy
de misericordia, y es importante que los fieles laicos lo vivan y lo lleven a
los diversos ambientes sociales. Adelante, nosotros estamos viviendo el tiempo
de la misericordia, este es el tiempo de la misericordia.
Mañana
por la tarde partiré para un viaje apostólico en Sri Lanka y en las Filipinas.
Gracias de sus saludos en ese cartel, muchas gracias. Y les pido por favor de
acompañarme con la oración y pido también a los esrilanqueses y a los filipinos
que están aquí en Roma de orar especialmente por mí, por este viaje. ¡Gracias!
Les deseo
a todos buen domingo, a pesar de que el tiempo está un poco feo, pero un buen
domingo. Y también hoy es un día para recordar con alegría el bautismo.
Recuerden aquello que les he pedido, busquen la fecha de su Bautizo así cada
uno de nosotros podrá decir: yo he sido bautizado en este día. Que hoy sea la
alegría del Bautismo. No se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y
hasta la vista!
FUENTE:
Un nuevo punto de reflexión pueden ser los años que Jesús pasó retirado en Nazaret donde, como hombre, fue cuidado y educado por José y María. Estos le prestaban el cariño y atenciones que necesitamos los humanos de manera especial durante nuestro desarrollo, lo iban instruyendo en la Ley y los Profetas, le enseñaban las costumbres y tradiciones del Pueblo de Dios, lo formaban para el trabajo y lo introducían en la vida social, en fin, eran los padres que Jesús necesitaba para progresar en estatura, sabiduría y gracia.
Cuando Jesús se marcha al Jordán, María, su madre, se queda sola en Nazaret. ¿Cuánto tiempo había pasado María cuidando, contemplando, dialogando, rezando... con su hijo Jesús? Toda esa convivencia en el hogar se termina con el inicio de la vida pública del Señor, que tuvo que ser para su Madre motivo de mucha pena y aflicción, aunque el Hijo hiciera lo posible por consolarla y ella, una vez más, estuviera dispuesta a colaborar en los designios de Dios.
En este Misterio contemplamos la primera manifestación pública de Jesús adulto. Tiene unos 30 años. Los relatos de la vida de Jesús señalan su bautismo como la inauguración de su vida pública. Además, el bautismo de Jesús es la gran teofanía o manifestación de Dios en que por primera vez se revela el misterio de la Trinidad. Las tres divinas personas se hacen sensibles: El Hijo en la persona de Jesús; el Espíritu en forma de paloma que se posa suavemente sobre su cabeza; el Padre mediante la voz de lo alto: Éste es mi hijo... que proclama la filiación divina de Jesús y lo acredita como su Enviado. Era conveniente este testimonio, porque Jesús salía del anonimato de Nazaret y se disponía a realizar su obra de Mesías.
Evidentemente Jesús no necesitaba para sí mismo el bautismo de conversión que administraba el Bautista para el perdón de los pecados. Pero, para cumplir el designio del Padre, Jesús tenía que asumir los pecados del mundo, más aún, como dice San Pablo, «hacerse pecado por nosotros» y así, como cordero de Dios, quitar el pecado del mundo en la inmolación pascual a la que le llevaría el camino emprendido en el Jordán.
Nosotros no somos bautizados con el bautismo de Juan, sino con el que inauguró Jesús y al que se refería el Bautista cuando decía: «Yo os bautizo con agua, pero el que viene detrás de mí os bautizará con Espíritu Santo y fuego». Y en nosotros, en el ámbito de la fe y de la gracia, se reproducen los prodigios del bautismo de Cristo: el Padre nos adopta como hijos y se nos da el Espíritu para que a lo largo de nuestra vida sigamos las huellas de Cristo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.
PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA
SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
III. Los misterios de
la vida pública de Jesús
El Bautismo de Jesús
535 El comienzo (cf. Lc 3, 23) de la vida pública de Jesús es
su bautismo por Juan en el Jordán (cf. Hch 1, 22). Juan proclamaba
"un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (Lc
3, 3). Una multitud de pecadores, publicanos y soldados (cf. Lc 3,
10-14), fariseos y saduceos (cf. Mt 3, 7) y prostitutas (cf. Mt
21, 32) viene a hacerse bautizar por él. "Entonces aparece Jesús". El
Bautista duda. Jesús insiste y recibe el bautismo. Entonces el Espíritu Santo,
en forma de paloma, viene sobre Jesús, y la voz del cielo proclama que él es
"mi Hijo amado" (Mt 3, 13-17). Es la manifestación
("Epifanía") de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios.
536 El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la
inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los
pecadores (cf. Is 53, 12); es ya "el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo" (Jn 1, 29); anticipa ya el "bautismo"
de su muerte sangrienta (cf Mc 10, 38; Lc 12, 50). Viene ya a
"cumplir toda justicia" (Mt 3, 15), es decir, se somete
enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte
para la remisión de nuestros pecados (cf. Mt 26, 39). A esta aceptación
responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo (cf. Lc
3, 22; Is 42, 1). El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su
concepción viene a "posarse" sobre él (Jn 1, 32-33; cf. Is
11, 2). De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo,
"se abrieron los cielos" (Mt 3, 16) que el pecado de Adán
había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del
Espíritu como preludio de la nueva creación.
537 Por el Bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús
que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este
misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con
Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en
el Hijo, en hijo amado del Padre y "vivir una vida nueva" (Rm
6, 4):
«Enterrémonos con Cristo por el Bautismo, para resucitar con él; descendamos
con él para ser ascendidos con él; ascendamos con él para ser glorificados con
él» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 40, 9: PG 36, 369).
«Todo lo que aconteció en Cristo nos enseña que después del baño de agua, el
Espíritu Santo desciende sobre nosotros desde lo alto del cielo y que,
adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser hijos de Dios. (San Hilario de
Poitiers, In evangelium Matthaei, 2, 6: PL 9, 927).
SEGUNDA PARTE
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
ARTÍCULO 1
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
Fe y Bautismo
1253 El Bautismo es el sacramento de la fe (cf Mc 16,16). Pero
la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia
puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no
es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse.
Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: "¿Qué pides a la Iglesia de
Dios?" y él responde: "¡La fe!".
1254 En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después
del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación
de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral
de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la
cual brota toda la vida cristiana.
1255 Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante
la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina,
que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado,
niño o adulto, en su camino de la vida cristiana (cf CIC can. 872-874). Su
tarea es una verdadera función eclesial (officium; cf SC
67). Toda la comunidad eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar
y guardar la gracia recibida en el Bautismo.
V. Quién puede bautizar
1256 Son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero
y, en la Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1; CCEO, can.
677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede
bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la
fórmula bautismal trinitaria. La intención requerida consiste en querer hacer
lo que hace la Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad
en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la
necesidad del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16).
VI. La necesidad del Bautismo
1257 El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la
salvación (cf Jn 3,5). Por ello mandó a sus discípulos a anunciar el
Evangelio y bautizar a todas las naciones (cf Mt 28, 19-20; cf DS 1618; LG
14; AG
5). El Bautismo es necesario para la salvación en aquellos a los que el
Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este
sacramento (cf Mc 16,16). La Iglesia no conoce otro medio que el
Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está
obligada a no descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer
"renacer del agua y del Espíritu" a todos los que pueden ser
bautizados. Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo, sin
embargo, Él no queda sometido a sus sacramentos.
1258 Desde siempre, la Iglesia posee la firme convicción de que
quienes padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el Bautismo,
son bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo. Este Bautismo de
sangre como el deseo del Bautismo, produce los frutos del Bautismo
sin ser sacramento.
1259 A los catecúmenos que mueren antes de su Bautismo, el
deseo explícito de recibir el Bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados
y a la caridad, les asegura la salvación que no han podido recibir por el
sacramento.
1260 "Cristo murió por todos y la vocación última del hombre en
realmente una sola, es decir, la vocación divina. En consecuencia, debemos
mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo
conocido sólo por Dios, se asocien a este misterio pascual" (GS
22; cf LG
16; AG
7). Todo hombre que, ignorando el Evangelio de Cristo y su Iglesia, busca la
verdad y hace la voluntad de Dios según él la conoce, puede ser salvado. Se puede
suponer que semejantes personas habrían deseado explícitamente el Bautismo
si hubiesen conocido su necesidad.
1261 En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia
sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias
por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los
hombres se salven (cf 1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que
le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo
impidáis" (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de
salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante
aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a
Cristo por el don del santo Bautismo.
VII. La gracia del Bautismo
1262 Los distintos efectos del Bautismo son significados por los
elementos sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua evoca los
simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también los de la
regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales, por tanto, son la
purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (cf Hch
2,38; Jn 3,5).
Para la remisión de los pecados...
1263 Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el
pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del
pecado (cf DS 1316). En efecto, en los que han sido regenerados no permanece
nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el
pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es
la separación de Dios.
1264 No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias
temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las
fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así
como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o
metafóricamente fomes peccati: «La concupiscencia, dejada para el
combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por
la gracia de Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luchare, será
coronado" (2 Tm 2,5)» (Concilio de Trento: DS 1515).
“Una criatura nueva”
1265 El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace
también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5,17), un hijo
adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la
naturaleza divina" (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co
6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo
(cf 1 Co 6,19).
1266 La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante,
la gracia de la justificación que :
— le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes
teologales;
— le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante
los dones del Espíritu Santo;
— le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales.
Así todo el organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raíz en
el santo Bautismo.
Incorporados a la Iglesia, Cuerpo de Cristo
1267 El Bautismo hace de nosotros miembros del Cuerpo de Cristo.
"Por tanto [...] somos miembros los unos de los otros" (Ef
4,25). El Bautismo incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales
nace el único pueblo de Dios de la Nueva Alianza que trasciende todos los
límites naturales o humanos de las naciones, las culturas, las razas y los
sexos: "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no
formar más que un cuerpo" (1 Co 12,13).
1268 Los bautizados vienen a ser "piedras vivas" para
"edificación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo" (1
P 2,5). Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión
profética y real, son "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de aquel que os ha llamado de las
tinieblas a su admirable luz" (1 P 2,9). El Bautismo hace
participar en el sacerdocio común de los fieles.
1269 Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a
sí mismo (1 Co 6,19), sino al que murió y resucitó por nosotros (cf 2
Co 5,15). Por tanto, está llamado a someterse a los demás (Ef 5,21; 1
Co 16,15-16), a servirles (cf Jn 13,12-15) en la comunión de la
Iglesia, y a ser "obediente y dócil" a los pastores de la Iglesia (Hb
13,17) y a considerarlos con respeto y afecto (cf 1 Ts 5,12-13). Del
mismo modo que el Bautismo es la fuente de responsabilidades y deberes, el
bautizado goza también de derechos en el seno de la Iglesia: recibir los
sacramentos, ser alimentado con la palabra de Dios y ser sostenido por los
otros auxilios espirituales de la Iglesia (cf LG
37; CIC can. 208-223; CCEO, can. 675,2).
1270 Los bautizados "renacidos [por el bautismo] como hijos de
Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de
Dios por medio de la Iglesia" (LG
11) y de participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios
(cf LG
17; AG
7,23).
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