El Papa Francisco ha retomado hoy la Audiencia General tras visitar el continente asiático que le llevó durante una semana a Sri Lanka y Filipinas, viaje que “ha sido sobre todo un jubiloso encuentro con las comunidades eclesiales que, en aquellos países, dan testimonio de Cristo: les he confirmado en la fe y en la misión”.
“Conservaré -añadió- en el corazón el recuerdo de la festiva acogida de parte de la muchedumbre -a veces parecía incluso un océano- que ha acompañado los momentos destacados del viaje”.
Francisco recordó que tuvo la oportunidad de “animar el diálogo interreligioso al servicio de la paz, así como el camino de esos pueblos hacia la unidad y el desarrollo social, especialmente con el protagonismo de las familias y de los jóvenes”.
Para el Papa, el momento culminante de su estancia en Sri Lanka fue la canonización del “gran misionero” José Vaz. “Este sacerdote administraba los sacramentos, a menudo en secreto, a los fieles, pero ayudaba indistintamente a todos los necesitados, de todas las religiones y condiciones sociales”.
Momento que agradeció también a las familias numerosas por acoger a cada hijo como un verdadero don de Dios; asimismo rechazó que se las quiera acusar de ser una de las causas de la pobreza, cuando ésta en realidad es causada por un sistema económico que ha quitado a la persona como centro y puesto en su lugar al dios dinero.
«Las familias sanas son esenciales para la vida de la sociedad. Dá consuelo y esperanza ver tantas familias numerosas que acogen a los hijos como un verdadero don de Dios: ellos saben que cada hijo es una bendición.
Escuché decir que las familias con muchos hijos y el nacimiento de tantos niños se encuentran entre las causas de la pobreza. Me parece una opinión simplista.
Puedo decir, -podemos decir todos- que la causa principal de la pobreza es un sistema económico que ha quitado a la persona del centro y ha colocado al dios dinero; un sistema económico que excluye, excluye siempre, excluye los niños, los ancianos, los jóvenes sin trabajo, y que crea la cultura del descarte que vivimos. Éste es el motivo principal de la pobreza, no las familias numerosas.
Evocando la figura de san José, que ha protegido la vida del “Santo Niño”, muy venerado en ese país, he recordado que es necesario proteger a las familias, que se enfrentan a diversas amenazas, de modo que puedan testimoniar la belleza de la familia en el proyecto de Dios. Es preciso también defender las familias de las nuevas colonizaciones ideológicas, que atentan su identidad y su misión».
Texto completo de la Catequesis del Papa
Queridos
hermanos y hermanas,
¡buenos días!
Hoy me gustaría hablarles de mi reciente
viaje apostólico a Sri Lanka y Filipinas, que realicé la semana pasada. Después
de la visita a Corea de algunos meses atrás, fui nuevamente a Asia, continente
de ricas tradiciones culturales y espirituales.
El viaje ha sido sobre todo un
alegre encuentro con las comunidades eclesiales que en aquellos países, dan
testimonio a Cristo: las he confirmado en la fe y en la misión. Conservaré para
siempre en el corazón el recuerdo de la alegre acogida de parte de las
multitudes – en algunos casos incluso oceánicas – que ha acompañado los
momentos destacados del viaje. Además, he alentado el diálogo interreligioso al
servicio de la paz, como también el camino de aquellos pueblos hacia la unidad
y el desarrollo social, especialmente con el protagonismo de las familias y de
los jóvenes. El momento culminante de mi estadía en Sri Lanka fue la
canonización del gran misionero José Vaz. Este santo sacerdote administraba los
Sacramentos, a menudo en secreto a los fieles, pero ayudaba indistintamente a
todos los necesitados, de toda religión y condición social. Su ejemplo de
santidad y amor al prójimo continúa a inspirar a la Iglesia de Sri Lanka en su
apostolado de caridad y de educación. He indicado a San José Vaz como modelo
para todos los cristianos, llamados hoy a proponer la verdad salvífica del
Evangelio en un contexto multirreligioso, con respeto hacia los otros, con
perseverancia y con humildad. Sri Lanka es un país de gran belleza natural,
cuyo pueblo está buscando reconstruir la unidad después de un largo y dramático
conflicto civil. En mi encuentro con las Autoridades gobernativas he subrayado
la importancia del diálogo, del respeto por la dignidad humana, del esfuerzo de
involucrar a todos para encontrar soluciones adecuadas en la búsqueda de la
reconciliación y del bien común. Las diversas religiones tienen un papel
significativo para desarrollar a este respecto. Mi encuentro con los exponentes
religiosos ha sido una confirmación de las buenas relaciones que ya existen
entre las varias comunidades. En este contexto, he querido alentar la
cooperación ya iniciada entre los seguidores de las diferentes tradiciones
religiosas, también con el fin de poder sanear, con el bálsamo del perdón, a
cuantos todavía están afligidos por los sufrimientos de los últimos años.
El
tema de la reconciliación caracterizó también mi visita al santuario de Nuestra
Señora de Madhu, muy venerada por las poblaciones Tamil y Cingalesas y meta de
peregrinación de miembros de otras religiones. En aquel lugar santo pedimos a
María nuestra Madre poder obtener para todo el pueblo cingalés el don de la
unidad y de la paz. Desde Sri Lanka partí hacia Filipinas, donde la Iglesia se
prepara para celebrar el quinto centenario de la llegada del Evangelio. Es el
principal País católico de Asia, y el pueblo filipino es bien conocido por su
profunda fe, su religiosidad y su entusiasmo, también en la diáspora. En mi
encuentro con las Autoridades nacionales, así como en los momentos de oración y
durante la concurrida Misa conclusiva, he subrayado la constante fecundidad del
Evangelio y su capacidad de inspirar una sociedad digna del hombre, en la cual
hay lugar para la dignidad de cada uno y para las aspiraciones del pueblo
filipino. Propósito principal de la visita, y motivo por el cual decidí ir a
Filipinas, y éste era el motivo principal, ha sido el poder expresar mi
cercanía a nuestros hermanos y hermanas que han sufrido la devastación de tifón
Yolanda. Fui a Tacloban, la región más gravemente afectada, donde he rendido
homenaje a la fe y a la capacidad de recuperación de la población local. En
Tacloban, lamentablemente, las condiciones climáticas adversas causaron otra
víctima inocente: la joven voluntaria Kristel, arrollada y muerta por una
estructura azotada por el viento. Luego he dado las gracias a quienes, de cada
parte del mundo, han respondido a sus necesidades con una generosa profusión de
ayudas. La potencia del amor de Dios, revelada en el misterio de la Cruz, se
hizo evidente en el espíritu de solidaridad demostrada por los muchos actos de
caridad y de sacrificio que marcaron esos días oscuros. Los encuentros con las
familias y con los jóvenes, en Manila, fueron momentos destacados de la visita
a Filipinas. Las familias sanas son esenciales para la vida de la sociedad. Dá
consuelo y esperanza ver tantas familias numerosas que acogen a los hijos como
un verdadero don de Dios: ellos saben que cada hijo es una bendición. Escuché
decir que las familias con muchos hijos y el nacimiento de tantos niños se
encuentran entre las causas de la pobreza. Me parece una opinión simplista.
Puedo decir, -podemos decir todos- que la causa principal de la pobreza es un
sistema económico que ha quitado a la persona del centro y ha colocado al dios
dinero; un sistema económico que excluye, excluye siempre, excluye los niños,
los ancianos, los jóvenes sin trabajo, y que crea la cultura del descarte que
vivimos. Nos hemos acostumbrado a ver “personas descartadas”. Éste es el motivo
principal de la pobreza, no las familias numerosas. Evocando la figura de san
José, que ha protegido la vida del “Santo Niño”, muy venerado en ese país, he
recordado que es necesario proteger a las familias, que se enfrentan a diversas
amenazas, de modo que puedan testimoniar la belleza de la familia en el
proyecto de Dios. Es preciso también defender las familias de las nuevas
colonizaciones ideológicas, que atentan su identidad y su misión. Y fue una
alegría para mí estar con los jóvenes de Filipinas, para escuchar sus
esperanzas y sus preocupaciones. He querido ofrecerles mi aliento por sus
esfuerzos para contribuir a la renovación de la sociedad, especialmente a
través del servicio a los pobres y de la tutela del medio ambiente natural. El
cuidado de los pobres es un elemento esencial de nuestra vida y del testimonio
cristiano: he indicado esto también en la visita. Implica el rechazo de toda
forma de corrupción - porque la corrupción roba a los pobres - y requiere una cultura
de honestidad. Doy gracias al Señor por esta visita pastoral a Sri Lanka y
Filipinas. Le pido que bendiga siempre estos dos Países y que confirme la
fidelidad de los cristianos al mensaje del Evangelio de nuestra redención,
reconciliación y comunión en Cristo. Gracias.
Resumen
de la Catequesis del Papa Francisco para los fieles en español
Queridos
hermanos y hermanas,
Hoy me gustaría hablarles de mi reciente viaje a Sri Lanka
y Filipinas, donde he podido encontrarme con las comunidades católicas para
confirmarlas en la fe y en la misión, para animarlas a buscar cada vez más el
bien común de la sociedad y para favorecer el diálogo interreligioso en el
servicio de la paz. En Sri Lanka, he canonizado al gran evangelizador San José
Vaz, modelo para los cristianos de hoy, llamados a presentar cada día la verdad
salvífica del Evangelio en un contexto multirreligioso. En las diversas
reuniones con las autoridades civiles y los líderes religiosos, he tenido
ocasión de subrayar la importancia del diálogo y del respeto a la dignidad de
la persona, en la búsqueda paciente de la reconciliación y la concordia. En el
Santuario de Nuestra Señora de Madhu, pedí a la Virgen María, nuestra Madre, el
don de la unidad y de la paz para todo el pueblo de Sri Lanka. En Filipinas,
que está a punto de celebrar el quinto centenario de la llegada de los primeros
misioneros, insistí en la constante fecundidad del Evangelio y su capacidad de
generar una sociedad digna del hombre. Las celebraciones con las familias y los
jóvenes han sido momentos destacados del viaje. Además, he querido expresar mi
cercanía a cuantos sufren a causa de la devastación del tifón Yolanda. Invito a
rezar constantemente por todo el continente asiático.
Saludo a los peregrinos
de lengua española, en particular a los formadores de Seminarios reunidos en el
Pontificio Colegio Español de San José, de Roma, para un curso de
actualización. También saludo a los grupos venidos de España, de México, veo
que hay muchos mexicanos por allá, Argentina y otros países latinoamericanos.
Que Dios les bendiga. Muchas gracias.
Esta
mañana a las 8,50, en el Atrio de la Casa de Santa Marta, como es tradicional
cada año en la fiesta de Santa Inés, el Papa Francisco procedió a la
bendición de los corderos con cuya lana se tejerán los sagrados
palios.
El palio,
recordamos, es una estola de lana blanca con seis cruces negras, que se
custodia en una urna ante la Confesión de San Pedro y que el Pontífice impone
en la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo a los nuevos Arzobispos
Metropolitanos, como signo de su comunión con la Sede Apostólica.
Crían
estos corderos las religiosas del convento romano de San Lorenzo en Panisperna
que ofrecen al Santo Padre los Canónigos Regulares Lateranenses en la memoria
litúrgica de Santa Inés, la mártir romana que en la iconografía
tradicional frecuentemente se la representa con un cordero.
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