Miles de
peregrinos han estado hoy en el Aula Pablo VI, en El Vaticano para asistir a la
audiencia del Papa Francisco en este miércoles, 28 de enero, en el que la
Iglesia celebra la festividad de Santo Tomás de Aquino, Patrono de los teólogos
e investigadores.
El Santo Padre prosigue con la serie de Catequesis sobre la familia.
Hoy ha
advertido sobre los peligros de los padres ausentes
o que se sitúan de ‘igual a
igual’ con sus hijos.
Como es habitual, el Santo Padre ha pronunciado su Catequesis, que ha versado sobre la figura del padre en el ámbito de la
familia. Antes de terminar ha hecho un resumen de sus palabras en los diversos
idiomas y ha impartido la Bendición Apostólica, especialmente para enfermos e
imposibilitados.
Entre la autoridad cruel y la desatención por el egoísmo y ausencia de
los padres, hay tantos niños y jóvenes huérfanos, con lagunas y heridas, en una
“sociedad sin padres”. Pero la palabra universal “Padre” indica una relación
fundamental tan antigua como la historia del hombre, explicó el Obispo de Roma.
En otra
catequesis más sobre la familia, el miércoles 28 de enero de 2015, el Papa
reflexionó sobre la palabra “padre”. Afirmó que Jesús nos enseña a llamar a
Dios “Padre”, revelándonos así el misterio de la intimidad de Dios Padre, Hijo
y Espíritu Santo, que es el centro de nuestra fe cristiana.
En este
marco el Sucesor de Pedro recordó que “Jesús nos prometió no dejarnos
huérfanos”, para invitar a la esperanza: “vivamos con la esperanza puesta en
Él, sabedores de que el amor puede vencer al odio y de que es posible un futuro
de fraternidad y de paz para todos”, exhortó.
Queridos hermanos y hermanas,
El sentido de este nombre ha recibido una nueva profundidad propia a partir del modo en que Jesús lo usaba para dirigirse a Dios y manifestar su relación especial con Él. El misterio bendecido de la intimidad de Dios,Padre, Hijo y Espíritu, revelado por Jesús, es el corazón de nuestra fe cristiana.
“Padre” es una palabra conocida por todos, una palabra universal. Ésta indica una relación fundamental cuya realidad es tan antigua como la historia del hombre. Hoy en día, sin embargo, se ha llegado a afirmar que la nuestra sería una ‘sociedad sin padres’. En otros términos, en particular en la cultura occidental, la figura del padre sería simbólicamente ausente, desaparecida, eliminada. En un primer momento, la cosa se ha percibido como una liberación: liberación del padre-dueño, del padre como representante de la ley que se impone desde fuera, del padre como censura de la felicidad de los hijos y obstáculo de la emancipación y de la autonomía de los jóvenes. De hecho, a veces en nuestras casas reinaba en el pasado el autoritarismo, en ciertos casos incluso la opresión: padres que trataban a los hijos como siervos, no respetando las exigencias personales de su crecimiento: padres que nos les ayudaban a emprender su camino con libertad, y no es fácil educar al hijo en libertad. Padre que no les ayudaban a asumir las propias responsabilidades para construir su futuro y el de la sociedad. Esto, ciertamente, no es una buena actitud.
Pero, como sucede a veces, hemos pasado de un extremo al otro.
El problema de nuestros días no parece ser tanto la presencia invasiva de los padres, sino más bien su ausencia, su fuga. Los padres están a menudo tan centrados sobre sí mismos, su trabajo, y sobre la propia realización individual, que olvidan incluso la familia. Y dejan solos a los pequeños y a los jóvenes. Ya de obispo de Buenos Aires me daba cuenta del sentido de orfandad que viven hoy los chavales. A menudo preguntaba a los padres si jugaban con sus hijos, si tenían la valentía y el amor de perder tiempo con los hijos. Y la respuesta era fea. En la mayoría de los casos: ‘no puedo, mucho trabajo’. El padre estaba ausente de ese hijo que crecía y no jugaba con él, no perdía tiempo con él. Ahora, en este camino común de reflexión sobre la familia, quisiera decir a todas las comunidades cristianas que debemos estar más atentos: la ausencia de la figura paterna en la vida de los pequeños y de los jóvenes produce lagunas y heridas que pueden ser también muy graves. Y de hecho las desviaciones de los niños y de los adolescentes se ponen en buena parte reconducir a esta falta, a la carencia de ejemplos y de guías autorizadas en su vida de cada día. A la carencia de cercanía, a la carencia de amor por parte del padre. Es más profundo de lo que pensamos el sentido de orfandad que viven muchos jóvenes.
Son huérfanos pero en la familia porque los padres a menudo están ausentes, también físicamente, en casa, pero sobre todo porque, cuando están, no se comportan como padres, no dialogan con sus hijos, no cumplen su tarea educativa, no dan a los hijos en ejemplo acompañado por las palabras, esos principios, esos valores, esas reglas de vida que necesitan como el pan. La cualidad educativa de la presencia paterna es aún más necesaria cuando el padre está obligado por el trabajo a estar lejos de casa.
A veces parece que los padres no saben bien qué lugar ocupar en la familia y cómo educar a los hijos. Y entonces, en la duda, se abstienen, se retiran y descuidan sus responsabilidades, quizá refugiándose en una relación improbable “de igual a igual” con los hijos. Es verdad que debes ser compañero de tu hijo, pero sin olvidar que eres el padre. Pero si tú solamente te comportas como un compañero a la pa no le hará bien al joven.
Esto también lo vemos en la comunidad civil. La comunidad civil, con sus instituciones, tiene una cierta responsabilidad, podemos decir paterna, hacia los jóvenes, una responsabilidad que a veces descuida o ejerce mal. También ésta a menudo les deja huérfanos y no les propone una verdad de perspectiva. Los jóvenes permanecen así, huérfanos de caminos seguros que recorrer, huérfanos de maestros de los que fiarse, huérfanos de ideales que calienten el corazón, huérfanos de valores y de esperanzas que les apoyen cotidianamente. Están llenos quizá de ídolos pero se les roba el corazón, son empujados a soñar diversiones y placeres, pero no se les da trabajo; son ilusionados con el dios dinero, y se les niegan las verdaderas riquezas.
Y entonces hará bien a todos, a los padres y a los hijos, escuchar de nuevo la promesa que Jesús ha hecho a sus discípulos: “No os dejaré huérfanos” (Jn 14, 18). Es Él, de hecho, el Camino que hay que recorrer, el Maestro para escuchar, la Esperanza de que mundo puede cambiar, que el amor vence el odio, que puede haber un futuro de fraternidad y de paz para todos.
Algunos de vosotros podrá decirme, pero padre, hoy usted ha estado demasiado negativo. Ha hablado solo de la ausencia de los padres, de lo que pasa cuando los padres no están cerca de los hijos. Es verdad. He querido subrayar esto porque el próximo miércoles seguiré con esta catequesis, destacando la belleza de la paternidad. Por eso he elegido comenzar por la oscuridad para llegar hasta la luz.
Que el Señor nos ayude a entender bien estas cosas. Gracias.
Síntesis de la Catequesis
pronunciada por el Papa en español
Queridos hermanos y hermanas,
En
nuestra reflexión sobre la familia, hoy nos centramos sobre la palabra padre.
Padre es una palabra universal, conocida por todos, que indica una relación
fundamental cuya realidad es tan antigua como la historia del hombre. Es la
palabra con la que Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios, dándole un nuevo y
profundo sentido, revelándonos, así, el misterio de la intimidad de Dios Padre,
Hijo y Espíritu Santo, que es el centro de nuestra fe cristiana.
En nuestros
días, se ha llegado a hablar de una “sociedad sin padres”.
La ausencia de esta
figura es entendida como una liberación, sobre todo cuando el padre es
percibido como la autoridad cruel que coarta la libertad de los hijos, o cuando
éstos se sienten desatendidos por unos padres centrados únicamente en la propia
realización personal, o caracterizados por su marcada ausencia del hogar. Todo
esto crea una situación de orfandad en los niños y jóvenes de hoy, que viven
desorientados sin el buen ejemplo o la guía prudente de un padre. Todas las
comunidades cristianas y la comunidad civil deben estar atentas a la ausencia
de la figura paterna, pues ésta deja lagunas y heridas en la educación de los
jóvenes. Sin guías de los que fiarse, los jóvenes pueden llenarse de ídolos que
les roben el corazón, la ilusión y las auténticas riquezas.
Saludo a los
peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de
España, Argentina, Perú y Chile, así como a los venidos de otros países
latinoamericanos. Recordando que Jesús nos prometió no dejarnos huérfanos,
vivamos con la esperanza puesta en Él, sabedores de que el amor puede vencer al
odio y de que es posible un futuro de fraternidad y de paz para todos.
Que Dios
los bendiga Muchas gracias.
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