« Hoy María Virgen
subió
a los cielos: alegraos
porque con Cristo reina
para siempre. »
a los cielos: alegraos
porque con Cristo reina
para siempre. »
La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, se celebra
en toda la Iglesia el 15 de agosto. Esta fiesta tiene un doble objetivo: La
feliz partida de María de esta vida y la asunción de su cuerpo al cielo.
“En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María: ella nos
abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para
alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino
dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los
momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca
de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa
que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de
paz con Dios”. Homilía de Benedicto XVI (2010)
1era Lectura: Apoc 11, 19a; 12,
1-6a. 10ab
Lectura del libro
del Apocalipsis.
Salmo: Sal 44,
10b-12. 15b-16
R. ¡De pie a tu
derecha está la Reina, Señor!
Una hija de reyes
está de pie a tu derecha: es la reina, adornada con tus joyas y con oro de
Ofir. R.
¡Escucha, hija mía,
mira y presta atención! Olvida tu pueblo y tu casa paterna, y el rey se
prendará de tu hermosura. Él es tu señor: inclínate ante él. R.
Las vírgenes van
detrás, sus compañeras la guían, con gozo y alegría entran al palacio
real. R.
2da Lectura: 1Cor 15, 20-27a
Lectura de la
primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (1, 39-56)
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, María se encaminó
presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa
de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de
María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del
Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la
madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos,
el niño saltó de gozo en mi seno.Dichosa tú, que has creído, porque se
cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Entonces dijo María:
“Mi alma glorifica al Señor y mi
espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus
ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas
las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo
puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de
generación en generación a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y
exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a
los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, vino
en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su
descendencia para siempre”.
María permaneció con Isabel unos tres
meses y luego regresó a su casa.
Reflexión:
A la mitad del mes de agosto, estalla la
alegría en la liturgia de la Iglesia. En el hemisferio norte, coincide -o se le
ha hecho coincidir- con las fiestas ancestrales de la canícula del verano
boreal. La alegría de la plenitud de las cosechas llega a su plenitud ahora al
celebrar la Asunción de la Virgen María. Ella, la madre de Jesús, es la
«primera cristiana», debería ser también la primera en llegar hasta Jesús. La
fe de la iglesia ha querido ver en ella la confirmación definitiva de que
nuestra esperanza tiene sentido. De que esta vida, aunque nos parezca que está
enferma de muerte, está en realidad preñada de vida, de una vida que se
manifiesta ya en nosotros y que debemos celebrar ya aquí y ahora. Y en primer
lugar, en María, Madre de Jesús y Madre nuestra.
En la primera lectura encontramos un
combate frontal entre la debilidad de una mujer a punto de dar a luz y la crueldad
de un monstruo perverso y poderoso que se ha apropiado de una buena parte del
mundo y quiere arrebatarle el hijo a la mujer. El Apocalipsis, hace un relato
rico en simbología en el cual las comunidades cristianas pueden estar
representadas en la mujer, reconociendo que un sector del cristianismo de los
primeros días tuvo un alto influjo de la persona de María y de la presencia
femenina en medio de ellas, como sostenedoras de la fe y la radicalidad. Por
otra parte el monstruo, es un sinónimo del aparato imperial. Con sus
respectivas cabezas y cuernos representa los tentáculos del poder civil,
militar, cultural, económico y religioso, que está empeñado en eliminar al
cristianismo por su talante profético, ya que se ha tornado incómodo para los
poderosos de la tierra.
La segunda lectura, abre bellamente con una
metáfora de la resurrección de Cristo como primer fruto de la cosecha, y luego
clarifica cómo todos lo que en Cristo viven, en Cristo mueren, también en
Cristo resucitarán. Se trata de una afirmación de la vida plena para los que
asumen el proyecto de Jesús como propio y en ese sentido se hacen partícipes de
la Gloria de la resurrección.
"Proclama mi alma la grandeza del
Señor". María goza de esa vida en plenitud. Su fe la hizo vivir ya en
su vida la vida nueva de Dios. Hay un detalle importante. Lo que nos cuenta el
evangelio no sucede en los últimos días de la vida de María, cuando ya
suponemos que había experimentado la resurrección de Jesús, sino antes del
nacimiento de su Hijo. Ya entonces María estaba tan llena de fe que confiaba
totalmente en la promesa de Dios. María tenía la certeza de que algo nuevo
estaba naciendo. La vida que ella llevaba en su seno, aún en embrión, era el
signo de que Dios se había puesto en marcha y había empezado a actuar en favor
de su pueblo.
Más de una vez, en alguna dictadura, este
canto de María se ha considerado como revolucionario y subversivo. Y ha sido
censurado. Ciertamente es revolucionario, y su mensaje tiende a poner patas
arriba el orden establecido, el orden que los poderosos intentan mantener a
toda costa. María, llena de confianza en Dios, anuncia que Él se ha puesto a
favor de los pobres y desheredados de este mundo. La acción de Dios cambia
totalmente el orden social de nuestro mundo: derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes. No es eso lo que estamos acostumbrados a ver en
nuestra sociedad. Tampoco en tiempos de María. La vida de Dios se ofrece a
todos, pero sólo los humildes, los que saben que la salvación sólo viene de
Dios, están dispuestos a acogerla. Los que se sienten seguros con lo que
tienen, esos lo pierden todo. María supo confiar y estar abierta a la promesa
de Dios, confiando y creyendo más allá de toda esperanza.
Hoy María anima nuestra esperanza y nuestro
compromiso para transformar este mundo, para hacerlo más como Dios quiere: un
lugar de fraternidad, donde todos tengamos un puesto en la mesa que nos ha
preparado Dios. Pero en este día María anima sobre todo nuestra alabanza y
acción de gracias. María nos invita a mirar a la realidad con ojos nuevos y
descubrir la presencia de Dios, quizá en embrión, pero ya presente, a nuestro
alrededor. María nos invita a cantar con gozo y proclamar, con ella, las
grandezas del Señor.
Asunción significa que María fue llevada en cuerpo y alma
al cielo por el poder de Dios, a diferencia de la Ascensión del Señor que lo
hizo por su propio poder.
LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA
El Papa Pío XII, en la Bula Munificentissimus Deus, del 1
XI 1950, proclamó solemnemente el dogma de la Asunción de María con estas
palabras:
Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente
revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el
curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste"
(DZ. 2333).
EXPLICACIÓN DEL CONTENIDO DEL DOGMA
De la definición pontificia conviene destacar dos aspectos
importantes:
1° Que la Asunción de María ocurre inmediatamente después
del término de su vida mortal y,
2° Se hace hincapié en la glorificación de su cuerpo más
que en la gloria de su alma, como se explicará a continuación cumplido el curso
de su vida terrena.
La Asunción de María ocurre inmediatamente después del
término de su vida mortal, así pues, para entender correctamente esta frase hay
que considerar las siguientes cuestiones:
a) el significado de la fórmula;
b) la intención del Papa al usar dicha fórmula y no otra
y,
c) las posibles conclusiones.
a) La fórmula significa que la Asunción de María no hay
que aplazarla hasta el final de los tiempos, como sucederá con todos los
hombres, sino como hecho que ya ocurrió; y, además que el cuerpo santísimo de
la Virgen no sufrió descomposición alguna, como ocurre con los cadáveres.
b) El Papa quiso prescindir de la cuestión de la muerte de
María en la fórmula definitoria, y por ello la expresión utilizada es
igualmente válida, tanto si se entiende que la Virgen murió al final de su vida
terrena, cuanto si se piensa en la glorificación del cuerpo mediante la donación
de la inmortalidad gloriosa sin pasar por la muerte.
c) En la Bula aparece repetidas veces el tema de la muerte
de María, pero ello estudiado bien el texto no favorece ni niega la postura
contraria. Hay que decir, en resumen, que aún no se ha llegado a una solución
definitiva sobre este punto.
La glorificación celeste del cuerpo de Santa María
Este es el elemento esencial del dogma de la Asunción.
Enseña que la Virgen, al término de su vida en este mundo, fue llevada al cielo
en cuerpo y alma, con todas las cualidades y dotes propias del alma de los
bienaventurados e igualmente con todas las cualidades propias de los cuerpos
gloriosos. Se trata, pues, de la glorificación de María, en su alma y en su
cuerpo, tanto si la incorruptibilidad y la inmortalidad le hubieren sobrevenido
sin una muerte previa como si le hubiesen sobrevenido después de la muerte
mediante la resurrección.
Una vez visto el contenido del dogma, con más fuerza y
claridad se aprecia el hincapié que se hace sobre la glorificación corporal de
María - más que la de su alma- , si tenemos en cuenta lo siguiente:
a) María estuvo exenta de todo pecado: del original y del
actual;
b) tuvo la plenitud de gracia y santidad correspondientes
a su condición y dignidad de ser la Madre de Dios;
c) el premio o castigo del alma para todo hombre es
inmediato a la muerte.
Por consiguiente, resulta sencillo entender que el premio
del alma de María por su excelsa santidad estaba ya decidido, esto es, su
glorificación; por ello, resultaría supérflua la definición si no tratara sobre
todo de la glorificación inmediata del cuerpo, que es en lo que consiste el
privilegio de la Asunción.
Escribía Pablo VI: "Nuestra aspiración a la vida
eterna parece cobrar alas y remontarse a cimas maravillosas, al reflexionar que
nuestra Madre celeste está allá arriba, nos ve y nos contempla con su mirada
llena de ternura" (Discurso, 15 VIII 1963).
El Concilio Vaticano II se expresa de modo semejante
cuando dice: “1a Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los
cielos en cuerpo y alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener
su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al
peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo, hasta
que llegue el día del Señor" (Const. dogm. Lumen gentium, n.68; cfr.
Sacrosanctum Concilium, n.103).
FUNDAMENTOS O RAZONES DE ESTE DOGMA
La definición pontificia sobre la Asunción de María estuvo
precedida, desde muchos siglos atrás, de múltiples razones teológicas y testimonios
que llevaron - en su momento - a la feliz proclamación de este dogma mariano.
Las principales razones fueron las siguientes.
La creencia universal de la Iglesia
Desde los primeros siglos hasta nuestros días, la
unanimidad de la fe del pueblo cristiano, quedó de manifiesto con la respuesta
unánime y afirmativa de todos los obispos del mundo -que a su vez representaba
al pueblo fiel de todo el orbe-, a la consulta que sobre la definibilidad de la
Asunción de María hiciera el Papa Pío XII en el año de 1949 (cfr. DZ. 2332).
Los grandes privilegios marianos
El fundamento del dogma de la Asunción de María se
desprende y es consecuencia de los anteriores dogmas marianos. En efecto, si
por la plena asociación de María a la persona y a la obra de su Hijo se debió
su redención anticipada; por esa misma razón, convenía también su glorificación
anticipada, su asunción corporal, como veremos enseguida.
a) Por su Inmaculada Concepción
Puesto que María - por su Inmaculada Concepción - estuvo exenta de todo pecado, no quedaba
sujeta a la ley de padecer la corrupción del sepulcro - castigo del pecado -
ni, por consiguiente, tampoco tenía necesidad de esperar la redención de su
cuerpo hasta el fin del mundo.
Si la resurrección es el triunfo y el trofeo de la
Redención, a una redención preventiva y anticipada, como ocurrió en María,
corresponderá también una anticipada resurrección. Por ello, primicias de la
redención de Cristo en el alma de María fueron su preservación del pecado y la
plenitud de gracia, y primicias, de la redención en su cuerpo fueron su
incorruptibilidad y su anticipada glorificación.
b) Por su divina Maternidad
Si Adán y Eva introdujeron en el mundo la muerte del alma,
que es el pecado y, con él también la muerte del cuerpo, que es la corrupción;
Cristo, por el contrario, introduce la vida del alma que es la gracia, y la
inmortalidad del cuerpo por medio de la resurrección. Por estas dos
consideraciones, María que es Madre de Cristo y Madre de los hombres, es lógico
que la que es causa de vida y antídoto contra la muerte, Ella, no permanezca en
el sepulcro presa de la misma muerte.
Así pues, dado que nuestro Redentor es hijo de María, su
glorificación anticipada parece ser exigida: Cristo que pudiendo dar a su Madre
tanto honor y tanta gloria, necesariamente lo hizo.
"No era tampoco admisible que Tú, Vaso que contuvo a
Dios, fueses disuelta en el polvo de la corrupción, que destruye todos los
cuerpos... Era necesario que la Madre de la Vida cohabitase con la Vida y
recibiese la muerte como un sueño y, en tanto que Madre de la Vida, fuese su
traslado como el despertar" (San Germán de Constantinopla, Homilia in
Dormitionem B.V. Mariae).
c) Por su perpetua virginidad
Finalmente la virginidad perpetua de María, nos conduce a
la conveniencia de su incorruptibilidad. Cuando pensamos en el cuerpo santísimo
de María, tan divinamente poseído de Dios, no se concibe que sea presa de la
corrupción; por ello puede afirmarse que su misma virginidad exige los
esplendores de la glorificación corporal.
CONSECUENCIAS PARA LA FE Y
LA PIEDAD
a) La Asunción de la Virgen es un argumento prueba de que
todos los hombres, de los que Ella es Madre, estaremos también en el Cielo con
nuestro cuerpo glorificado: si aprendemos a gastar la vida en el cumplimiento
de la voluntad de Dios como lo hizo Santa María.
b) María es nuestra esperanza, pues en Ella se ha dado con
plenitud lo que todo hombre está llamado a ser al final de los tiempos. María
es nuestro consuelo, ya que podemos dirigirnos a aquella que antes de nosotros
recorrió este valle de lágrimas y ahora fija sus ojos en la luz eterna. María
es nuestro refugio porque con su ternura nos devuelve la paz y, por su poderosa
intercesión nos sabemos amparados. Glorificada anticipadamente, vive en el
Cielo con una solicitud maternal y amorosa por todos sus hijos.
"Subió al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre
del Juez y Madre de Misericordia, tratara los negocios de nuestra
salvación" (San Bernardo, Hom. en la Asunción de la B.V. María).
El Papa Pío XII, en la Bula Munificentissimus Deus, del 1
XI 1950, proclamó solemnemente el dogma de la Asunción de María con estas
palabras:
Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente
revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso
de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste"
Subió al cielo
nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misericordia, tratara
los negocios de nuestra salvación (S. BERNARDO).
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