ANGELUS DEL PAPA: "El amor de Dios es el verdadero tesoro del hombre"
VATICANO,
11 Ago. 13 / 10:04 am (ACI/EWTN Noticias).-
Esta mañana en sus
palabras previas al rezo del Ángelus desde la Plaza de San Pedro, el Papa
Francisco recordó que antes que la familia, el trabajo, y
los amigos está Dios, porque su amor es el verdadero tesoro del hombre que
alimenta todo lo demás. Bajo el abrasador sol de Roma y ante miles de
peregrinos, el Papa Francisco cuestionó “yo me pregunto: ¿'Dónde está su
tesoro', cuál es para ustedes la realidad más importante, más preciosa, la
realidad que atrae sus corazones como un imán? ¿Qué atrae sus corazones, pueden
decir que es el amor de Dios? Que cada uno responda en su corazón”.
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!:
El Evangelio de este domingo (Lc 12,32-48) nos habla del deseo del encuentro
definitivo con Cristo, un deseo que nos hace estar siempre preparados, con el
espíritu despierto, porque esperamos este encuentro con todo el corazón, con
todo nuestro ser.
Este es un aspecto fundamental de la vida. Hay un deseo que
todos nosotros, sea explícito, sea escondido, tenemos en el corazón, todos
nosotros tenemos este deseo en el corazón.
También es importante ver esta enseñanza de Jesús en el contexto concreto,
existencial en el que Él lo ha transmitido.
En este caso, el evangelista Lucas nos muestra a Jesús que está caminando
con sus discípulos hacia Jerusalén, hacia su Pascua de muerte y resurrección, y
en este camino los educa confiándoles a ellos aquello que Él mismo lleva en el
corazón, las actitudes profundas de su ánimo.
Entre estas actitudes se
encuentran el desapego a los bienes terrenos, la confianza en la providencia
del Padre y, precisamente, la vigilancia interior, la espera operosa del Reino
de Dios. Para Jesús es la espera del retorno a la casa del Padre. Para nosotros
es la espera de Cristo mismo, que vendrá a buscarnos para llevarnos a la fiesta
sin fin, como ya ha hecho con su Madre María Santísima, que la ha llevado al
cielo, con Él.
Este Evangelio quiere decirnos que el cristiano es uno que lleva dentro de sí
un deseo grande, profundo: aquel de encontrarse con su Señor junto a sus
hermanos, a los compañeros de camino. Y todo esto que Jesús nos dice se resume
en un famoso dicho de Jesús:
«Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón»
(Lc 12,34).
El corazón que desea. Todos nosotros tenemos un deseo. Pero, pobre gente
aquella que no tiene deseo, el deseo de ir adelante, hacia el horizonte. Para
nosotros cristianos este horizonte es el encuentro con Jesús, el encuentro
propiamente con él, que es nuestra vida, nuestra alegría, Aquel que nos hace
felices. Yo les haría dos preguntas, la primera: ¿Todos ustedes tienen un
corazón deseoso? Piensen y respondan en silencio en el corazón: ¿Tú tienes un
corazón que desea o tienes un corazón cerrado, un corazón dormido, un corazón
anestesiado por las cosas de la vida? El deseo, ir adelante al encuentro con
Jesús.
La segunda pregunta:¿Dónde está tu tesoro, aquello que tú deseas, porque
Jesús nos ha dicho: “donde está tu tesoro, allí estará tu corazón”?
yo
pregunto: ¿Dónde está tu tesoro?
¿Cuál es para ti la realidad más importante,
más preciosa, la realidad que atrae mi corazón como un imán?,
¿Qué atrae tu
corazón? ¿Puedo decir que es el amor de Dios?, ¿Que es el deseo de hacer el
bien a los otros, de vivir para el Señor y para nuestros hermanos?, ¿Puedo
decir esto? Cada uno responde en su corazón.
Alguno me responderá: Padre, pero yo soy uno que trabaja, que tiene familia,
para mí la realidad más importante es sacar adelante a mi familia, el trabajo…
Cierto, es verdad, es importante. Pero ¿Cuál es la fuerza que tiene unida a la
familia? Es justamente el amor. Y quien siembra el amor en nuestro corazón es
Dios.
El amor de Dios es el que da sentido a los pequeños compromisos
cotidianos y también ayuda a afrontar las grandes pruebas. Este es el verdadero
tesoro del hombre. Ir adelante en la vida con amor, con aquel amor que el Señor
ha sembrado en el corazón.
Pero el amor de Dios ¿Qué es? No es algo vago, un sentimiento genérico; el
amor de Dios tiene un nombre y un rostro: Jesucristo. ¡Jesús! El amor de Dios
se manifiesta en Jesús porque nosotros no podemos amar el aire, el todo.
No se
puede. Amamos personas. Y la persona a la que amamos es Jesús, el don del Padre
entre nosotros.
Es un amor que da valor y belleza a todo el resto. Es un amor
que da fuerza a la familia, al trabajo, al estudio, a la amistad, al arte, a
toda actividad humana. Y también da sentido a las experiencias negativas,
porque nos permite ir más allá de estas experiencias, más allá, de no quedar
prisioneros del mal, sino que nos hace pasar más allá, nos abre siempre a la
esperanza.
El amor de Dios, en Jesús, siempre nos abre a la esperanza, a aquel
horizonte de esperanza, al horizonte final de nuestra peregrinación. De esta
manera también las fatigas y las caídas encuentran un sentido, también nuestros
pecados encuentran un sentido en el amor de Dios; porque este amor de Dios en
Jesús nos perdona siempre. Nos ama tanto que nos perdona siempre.
Queridos
hermanos, hoy en la Iglesia hacemos memoria de santa Clara de Asís, que tras
las huellas de Francisco dejó todo para consagrarse a Cristo en la pobreza.
Santa Clara nos da un testimonio muy bello de este Evangelio de hoy: que ella
nos ayude, junto con la Virgen María, a vivirlo también nosotros, cada uno
según la propia vocación.
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