El Sábado Santo (antiguamente Sábado de Gloria) culmina
para los cristianos la Semana Santa. Tras conmemorar el día anterior la muerte de Cristo en la Cruz, se espera el
momento de la Resurrección.
Son los días de la sepultura de Jesús y de su descenso al lugar de los
muertos, es decir, de su extremo abajamiento para liberar a los que moraban en
el reino de la muerte.
Este es el día de espera litúrgica por excelencia, de espera silenciosa
junto al sepulcro que se manifiesta no sólo en la ausencia de celebraciones o
misas, sino en símbolos visibles en las iglesias: el altar está desnudo, las
luces apagadas.
Con María... esperamos la
resurrección
“Sacó a los poderosos de sus tronos y puso en su lugar a los humildes”
Lc 1,52
María,
en su canto del Magnificat, pone de manifiesto que los pobres tienen muchos
motivos para alegrarse porque Dios glorifica a los pobres y abaja a los
orgullosos. María, al hacerse sierva, expresó la confianza más absoluta en el
Dios redentor. En ella vemos al pobre que viene exaltado. En su “he aquí la
esclava del Señor”, María da un consentimiento total al proyecto de Dios y
se hace disponible para la misión que Dios le encomienda. Por eso la llamarán
bienaventurada, “por eso todos los hombres dirán que soy feliz” (Lc
1,48)
En el Magnificat el
Evangelista Lucas interpreta los hechos anteriores a la Pascua con la luz que
brota de ella: la luz es la RESURRECCION de Jesús. Jesús, que
asumiendo el papel de siervo, puso su total confianza en el Padre y asumió la
misión de Salvador en la Cruz. Por eso fue exaltado, por eso fue resucitado por
el Padre, porque “siendo de condición divina, no reivindicó, en los hechos,
la igualdad con Dios, sino que se despojó, tomando la condición de servidor, y
llegó a ser semejante a los hombres. Más aún: al verlo, se comprobó que era
hombre. Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte y muerte en una cruz.
Por eso Dios lo engrandeció” (Fil. 2,6-9).
El “sí” de
María es anterior al “sí” de Jesús, es decir, el cumplimiento de su
misión de madre posibilita la misión del Hijo. Por eso ella es glorificada como
el Hijo y, nosotros sus hijos, los que andamos dispersos, los marginados y
víctimas de toda clase de opresión (la injusticia, el pecado la enfermedad)
tenemos la posibilidad de subir, de ser glorificados como la Madre y el Hijo,
si, como ellos, asumimos el papel de siervos, damos nuestro consentimiento al
proyecto de fraternidad y de justicia que Dios nos propone y nos hacemos
disponibles para esa misión de ser luz en medio de las tinieblas.
Celebramos la
Pascua: el paso de la muerte a la vida, el triunfo del SIERVO y de la SIERVA,
la esperanza de los pobres, de los que son capaces de confiar completamente en
la bondad de Dios y hacerse disponibles para la misión que de ser luz, testigos
de la fraternidad y promotores de la justicia.
Una vez ha anochecido, tiene lugar la principal celebración cristiana
del año: la Vigilia Pascual.
VIGILIA PASCUAL.
Celebrada en la madrugada del sábado al domingo, la Vigilia Pascual
es la celebración litúrgica más importante de la Iglesia; llevándose a cabo,
una liturgia muy especial
Jesús está sepultado. Es un
día de reflexión y silencio.
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La Vigilia Pascual
El sábado santo es un día de oración junto a la tumba esperando la resurrección. Es día de reflexión y silencio. Es la preparación para la celebración de la Vigilia Pascual
Por la noche se lleva a cabo la celebración de la Vigilia Pascual. Dicha celebración tiene tres partes importantes que terminan con la Liturgia Eucarística:
1. Celebración del fuego
nuevo.
2. Liturgia de la Palabra.
3. Liturgia Bautismal.
Era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia, bautizar por la noche del Sábado Santo, a los que querían ser cristianos. Ellos se preparaban durante los cuarenta días de Cuaresma y acompañados por sus padrinos, ese día se presentaban para recibir el Bautismo.
También, ese día los que hacían penitencia pública por sus faltas y pecados eran admitidos como miembros de la asamblea.
Actualmente, la Vigilia Pascual conserva ese sentido y nos permite renovar nuestras promesas bautismales y acercarnos a la Iglesia con un espíritu renovado.
2. Liturgia de la Palabra.
3. Liturgia Bautismal.
Era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia, bautizar por la noche del Sábado Santo, a los que querían ser cristianos. Ellos se preparaban durante los cuarenta días de Cuaresma y acompañados por sus padrinos, ese día se presentaban para recibir el Bautismo.
También, ese día los que hacían penitencia pública por sus faltas y pecados eran admitidos como miembros de la asamblea.
Actualmente, la Vigilia Pascual conserva ese sentido y nos permite renovar nuestras promesas bautismales y acercarnos a la Iglesia con un espíritu renovado.
Al iniciar la celebración, el sacerdote apaga todas las luces de la Iglesia, enciende un fuego nuevo y con el que prende el cirio pascual, que representa a Jesús. Sobre el cirio, marca el año y las letras griegas "Alfa" y "Omega", que significan que Jesús es el principio y el fin del tiempo y que este año le pertenece.
El sacerdote llevará a cabo la bendición del fuego. Luego de la procesión, en la que se van encendiendo las velas y las luces de la Iglesia, el sacerdote canta el Pregón Pascual.
Pregón pascual o "exultet"
Este himno de
alabanza, en primer lugar, anuncia a todos la alegría de la Pascua, alegría del
cielo, de la tierra, de la Iglesia, de la asamblea de los cristianos. Esta
alegría procede de la victoria de Cristo sobre las tinieblas. Proclama a Jesús
como el fuego nuevo.
Luego, entona la gran Acción de Gracias. Su tema es la historia de la
salvación resumida por el poema. Una tercera parte consiste en una oración por
la paz, por la Iglesia en sus jefes y en sus fieles, por los que gobiernan los
pueblos, para que todos lleguen a la patria del cielo.
b) Liturgia de la Palabra:
Después de la Celebración del fuego nuevo, se sigue con la lectura de la Palabra de Dios. Se acostumbra leer siete lecturas, empezando con la Creación hasta llegar a la Resurrección.
Después de la Celebración del fuego nuevo, se sigue con la lectura de la Palabra de Dios. Se acostumbra leer siete lecturas, empezando con la Creación hasta llegar a la Resurrección.
Esta noche la comunidad
cristiana se detiene más de lo ordinario en la proclamación de la Palabra.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan de Cristo e iluminan la
Historia de la Salvación y el sentido de los sacramentos pascuales. Hay un
diálogo entre Dios que habla a su Pueblo (las lecturas) y el Pueblo que
responde (Salmos y oraciones).
Las lecturas de la Vigilia
tienen una coherencia y un ritmo entre ellas. La mejor clave es la que dio el
mismo Cristo: "todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los
profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse, y comenzando por Moisés y
siguiendo por los profetas, les explicó (a los discípulos de Emaús) lo que se
refería a él en toda la Escritura" (L,c 24,27).
Lecturas del Antiguo Testamento
Primera lectura: Gn 1,1-31 ó 2,1-2: Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.
Lecturas del Antiguo Testamento
Primera lectura: Gn 1,1-31 ó 2,1-2: Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.
Segunda lectura: Gn 22,1-18: El
sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Tercera lectura Ex 14-15,30 -
Los israelitas cruzaron el mar Rojo.
Cuarta lectura: Is 54,5-14 - Con
misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.
Quinta lectura: Is 55, 1-11 -
Vengan a mí, y vivirán; sellaré con ustedes una alianza perpetua.
Sexta lectura: Bar 3,9-15.32-4,4
- Camina a la claridad del resplandor del Señor
Séptima lectura: Ez 36.16-28 -
Derramaré sobre ustedes un agua pura, y les daré un corazón nuevo.
El Antiguo Testamento prepara la realidad del Nuevo Testamento: lo que se anunciaba y prometía, ahora se ha cumplido de verdad.
El Antiguo Testamento prepara la realidad del Nuevo Testamento: lo que se anunciaba y prometía, ahora se ha cumplido de verdad.
La lecturas más importantes es la del libro del
Éxodo, en la que se relata el paso por el Mar Rojo, cómo Dios salvó a los
israelitas de las tropas egipcias que los perseguían. Se recuerda que esta
noche Dios nos salva por Jesús:
LECTURA Antiguo Testamento
Lectura del libro del Éxodo. Ex
14,15-30
El Señor dijo a Moisés: “Ordena
a los israelitas que reanuden la marcha. Y tú, con el bastón en alto, extiende
tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie. Yo voy
a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de
los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su
ejército, de sus carros y de sus guerreros. Los egipcios sabrán que soy el
Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de
sus guerreros”. El Ángel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de
Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se
desplazó también de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para
los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron
acercarse los unos a los otros. Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar,
y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda
la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los
israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una
muralla, a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron, y toda la
caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en
medio del mar. Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas
egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre
ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran
con dificultad. Los egipcios exclamaron: “Huyamos de Israel, porque el Señor
combate en favor de ellos contra Egipto”. El Señor dijo a Moisés: “Extiende tu
mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus
carros y sus guerreros”. Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer,
el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se
encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar. Las aguas
envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del
Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni
uno solo se salvó. Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce
seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda.
Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los
cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la
hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en
él y en Moisés, su servidor. Entonces Moisés y los israelitas entonaron este
canto en honor del Señor.
Palabra de Dios
Es importante subrayar este paso al Nuevo
Testamento: el Misal indica en este momento diversos signos, tales como el
adorno del altar (luces, flores), el canto del Gloria y la aclamación del
Aleluya antes del Evangelio. También se ilumina de manera más plena la iglesia
ya que durante las lecturas del Antiguo Testamento estaba iluminada más
discretamente.
SALMO
Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23
Aleluya, aleluya, aleluya.
¡Den gracias al Señor, porque es
bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su
amor! R.
La mano del Señor es sublime, la
mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el
Señor. R.
La piedra que desecharon los
construc- tores, es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y
es admirable a nuestros ojos. R.
EVANGELIO
Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Lucas.
Lc 24, 1-12
El primer día de la semana,
al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían
preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero
no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa
de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las
mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos
les preguntaron:
“¿Por qué buscan entre los
muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les
decía cuando aún estaba en Galilea: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea
entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al
tercer día’”. Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del
sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena,
Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban.
Ellas contaron todo a los apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y
no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y
al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración
por lo que había sucedido.
Palabra del Señor
Reflexión:
Ayer dejábamos a Jesús muerto en la cruz, enterrado por los más cercanos, ridiculizado y olvidado por la mayoría. Era un fracaso humano: ni siquiera supo escoger a sus amigos que le abandonaron llenos de miedo ante la posibilidad de correr su misma suerte.
Hoy volvemos a la cruz y al
sepulcro pero lo encontramos distintos. Ya no está en la cruz, pero tampoco
está en la tumba. Ha comenzado la resurrección.
La celebración de la Vigilia
pascual es la celebración más importante de los cristianos. La palabra
"Vigilia" significa "vigilar", de ahí viene nuestra palabra
"vigilante". Vigilante es quien hace vigilia.
Hoy nosotros vigilamos la
realidad de nuestra fe, ponemos nuestros corazones ante Dios para ver si la
resurrección impactó en nuestra vida. Volvamos al texto evangélico y tratemos
de desmenuzar su contenido para darle una vivencia espiritual en nuestro
seguimiento de Cristo.
El primer día de la semana las
mujeres volvieron al sepulcro muy temprano (24,1). Iban a cumplir con una
costumbre rutinaria sobre el cuidado de los cadáveres de aquella época. Muchas
veces también hay personas que acuden en esa actitud de rutina a los actos
religiosos. Llevamos perfumes que son nuestra fe y nuestro amor, pero los
llevamos resignados, sin esperar encontrar nada nuevo, sin alegría. Como
aquellas mujeres, muchas personas no se acercan a la Iglesia buscando a Cristo
resucitado, sino para hacer algo por tradición o por rutina. Querían atender a
la tradición con el Cristo muerto.
La enseñanza que sacamos de esas
mujeres es bien clara: podemos ir a donde está Jesús, o donde creemos que está,
motivados no por una búsqueda creyente, sincera, sino llevados por la costumbre
o la tradición sin vida. Iban muertas en la fe a buscar un muerto pero Dios les
cambió su rumbo. Iban a perfumar la muerte pero descubrieron por la acción de
Dios el perfume de la vida eterna.
El perfume en el mundo antiguo
simboliza la inmortalidad. Ellos bañaban a los muertos con perfumes para
despistar el hedor de corrupción, pero a la larga podía más la corrupción que
el buen olor.
Puede ser que creamos que vamos
a hacer un favor a Dios yendo a su tumba de mil maneras, pero tenemos que ir
una y otra vez, aunque no sintamos nada, aunque no estemos del todo
convencidos. Si tú buscas a Cristo y no has experimentado su resurrección,
acércate aunque sea a su tumba. Busca a Cristo, intenta llevarle el perfume de
tu vida, una vida sincera que le busca.
El problema de muchas personas
de hoy es que no saben ni tan siquiera dónde está la tumba de Jesús. No me
refiero a la tumba física sino al lecho que debe existir en cada persona, en su
corazón para experimentar a Dios.
Para muchas personas la muerte
es el olvido. Al Jesús morir, le olvidaron.
Cuando llegaron (v.2) la piedra
que tapaba el sepulcro no se hallaba en su lugar y entraron, pero no
encontraron el cuerpo de Jesús. Los cristianos tenemos que remover la piedra
del sepulcro para que muchas personas más débiles en la fe puedan entrar en la
tumba vacía. Nosotros creemos porque alguien: nuestros padres, algún sacerdote,
alguien que fue a la tumba nos removió la piedra. La Iglesia es el lugar donde
están los que continuamente están removiendo la piedra de la entrada de la
tumba de Jesús para que otros puedan entrar. Los cristianos somos porteros de
la tumba del Maestro.
Mover una piedra cuesta, por eso
la fe es siempre complicada, siempre es mover; mover las piedras para que se
muevan los corazones.
Pero no fue suficiente abrir la
puerta de la tumba; allí dentro no estaba el cuerpo de Jesús. No es suficiente
ir a la tumba, ni siquiera entrar en ella. La tumba es el lugar de la muerte y
Jesús ya no tiene sitio en ella. Dios no es un Dios que se tumba viendo el
discurrir de los días de los seres humanos como si fuese un turista. Dios dejó
la muerte para estar en medio de nuestra vida.
La reacción de las mujeres fue
la esperada (v. 4-5). Se llenaron de miedo y quedaron asustadas, sin saber qué
hacer, se inclinaron hasta el suelo, y dos hombres con ropas brillantes les
pregunta y les cuestiona. Es lo mismo que nos pasa cuando nosotros hacemos
algún plan para con Dios. Esperamos impresionar a Dios, pero es el Señor quien
nos impresiona. Aquellas mujeres iban a dar algo al cadáver de Jesús y se
encontraron con sus miedos.
El miedo que nos describe es el
producido por la ausencia de Dios. Se asustaron no porque le vieron sino porque
no le vieron. Normalmente los sustos los encontramos por la presencia de algo o
de alguien; rara vez por la ausencia de lo que nos puede llenar de temor. Ellas
no se asustarían por ver el cuerpo muerto del Maestro. No se asustarían porque
era lo que esperaban encontrar. Se asustaron de su ausencia.
La pregunta de aquellos
mensajeros (v. 5-7) resuena por todos los siglos. Se oye en el corazón de cada
ser humano cuando lleno de temor intenta buscar a Dios y no lo encuentra: ¿Por
qué buscan entre los muertos al que está vivo?
Jesús no está en la tumba, ha
resucitado; este es el mensaje más importante en la Historia de la humanidad.
Nada de lo que se ha dicho en la tierra tiene tanta profundidad ni tanta carga emocional.
Resucitar es estar con Dios,
dejar que Dios tome el timón de tu vida y de tu existencia de manera
definitiva. Mientras estamos vivos estamos resucitados sin duda, pero es una
resurrección parcial, donde muchas veces caemos una y otra vez en la tumba y en
la muerte del pecado. La resurrección que nos trae hoy Jesús es la definitiva,
la que no acaba, la que no termina ni con la muerte.
Salvación es ser resucitado.
Todos tenemos que dejarnos resucitar desde nuestras tumbas. Muchas veces es el
propio Dios a través de los demás quien viene a nuestra tumba particular, tumba
construida por el pecado, para sacarnos de ella, pero nosotros, en lugar de
retirar la piedra de la entrada lo que hacemos es cerrarla más. Estamos
pudriéndonos pero hay personas que prefieren la oscuridad del pecado que a la
luz de la vida.
Cuando llevamos mucho tiempo
enterrados en nuestras miserias, nos cuesta salir a la luz porque nos deslumbra
la fuerza de la vida. Hay gente que prefiere la oscuridad del pecado porque
tienen miedo a salir de sus tumbas. ¿Cuáles son tus tumbas? ¿Cuáles tus
oscuridades?
Recordaron las palabras de Jesús
(v. 6-8). En los alrededores de la tumba donde reinaba la muerte recordaron las
Palabras de vida que dijo Jesús. Muchas veces creemos que Dios en su muerte se
quedó mudo, pero no es así, su palabra resuena a lo largo de los siglos. La
Palabra de Dios tiene que estar cerca de nuestro corazón porque en ella
encontramos las instrucciones para nuestra vida y para nuestra alma. Dios no es
mudo, nos dice su Palabra para que nosotros demos una respuesta. Tenemos que
tener oídos para las Palabras que vienen de Dios.
Con el paso de los años nos
vamos olvidando del timbre de voz de los que ya han muerto, pero la Palabra de
Jesús se oye, no con los oídos sino con el corazón, de ahí su actualidad. La
Palabra está dicha para todos los tiempos, de ahí su frescura y su actualidad.
Cada persona tiene que tener oídos para un Dios que no cesa de hablar incluso
después de la tumba.
Las mujeres fueron a los
apóstoles con la noticia (v.9-11) pero a ellos les parecía una locura lo que
ellas contaban, y no las creían. Los apóstoles tienen una actitud muy humana.
No habían entrado en la dimensión del misterio. No creían porque era increíble
lo que aquellas mujeres les decían.
Seguramente creyeron que era
sugestión, delirios de un querer que no pudo ser y no les creyeron, las tomaron
por locas. Lo mismo nos pasa a los cristianos de hoy cuando hablamos a la gente
de la resurrección de Cristo. Nos toman por locos, no creen en la experiencia
de la vida que vuelve porque ellos una y otra vez han estado en lo profundo de
la tumba, sin horizontes, sin destellos de luz, sin puertas abiertas. A
nosotros nos toca descubrir rendijas, perforar la piedra de la incredulidad,
ablandar los corazones de piedra y hacerles ver a los demás que más allá de su
forma de vida triste y oscura, llena de dolor y de cruz, está la vida nueva que
nos trae Jesús.
A pesar de toda la incredulidad
Pedro fue corriendo al sepulcro (v 12). La Escritura nos dice que fue
"corriendo" al sepulcro. Pudo más las ganas de ver que el miedo al
qué dirán o la aparente locura de sus informadoras. Pedro no es curioso, lo que
ocurre es que probablemente recordó algunas de las palabras del Maestro y quiso
verlo por sí mismo. Recordar, correr hacia donde está Jesús resucitado, ese es
nuestro camino en la vida. La vida humana tiene muchos caminos y Jesús hoy está
por este sendero, pero mañana puede estar en el otro lado del camino, ¿No es la
vida cristiana el seguir a Cristo resucitado? Cada cristiano debe seguir al
resucitado, pero tiene que buscar los caminos por los que hoy anda el Señor.
Unos a otros podemos anunciar a Jesús con nuestra vida. Podemos decir a los
demás que Dios está por el camino del amor y de la entrega desinteresada.
Mostraremos a los que nos rodean senderos interiores que sólo ellos pueden
recorrer. Seremos compañeros de caminos y guías de los que no encuentran los
recorridos mejores. Tenemos que ir quitando las piedras que estorban nuestro
seguimiento y el de los otros. Nos cansaremos, descansaremos y volveremos una y
otra vez a la tumba, ahora no con miedo sino con esperanza.
Termina el Evangelio diciéndonos
que Pedro miró dentro, pero no vio más que las sábanas que envolvían el cuerpo
del Señor. Ten en cuenta el detalle: no vio a Jesús resucitado, pero se volvió
a casa, admirado de lo que había sucedido. El tiempo de la Pascua nos irá
descubriendo la resurrección en sus apariciones. Jesús se hace visible a los
que quiere. Cada uno tiene que ser capaz de descubrirlo.
Quiera Dios que esta
resurrección nos saque de nuestras miserias y de nuestras tumbas y que ayudemos
a otros que se tienen por cuerdos, a encontrar sentido a la locura de la cruz.
c) Liturgia Bautismal:
Suelen haber bautizos este día, pero aunque no los haya, se bendice la Pila bautismal o un recipiente que la represente y se recita la Letanía de los Santos. Esta letanía nos recuerda la comunión de intercesión que existe entre toda la familia de Dios. Las letanías nos permiten unirnos a la oración de toda la Iglesia en la tierra y la Iglesia triunfante, de los ángeles y santos del Cielo.
El agua bendita es el símbolo que nos recuerda nuestro Bautismo. Es un símbolo que nos recuerda que con el agua del bautismo pasamos a formar parte de la familia de Dios.
A todos los que ya estamos bautizados, esta liturgia nos invita a renovar nuestras promesas y compromisos bautismales: renunciar a Satanás, a sus seducciones y a sus obras. También, de confirmar nuestra entrega a Jesucristo
Sugerencias para vivir la fiesta
Hay quienes acostumbran este día encender sus velas del bautismo y llevar un cirio pascual a la iglesia o agua bendita, para tener en sus hogares.
Hay quienes acostumbran este día encender sus velas del bautismo y llevar un cirio pascual a la iglesia o agua bendita, para tener en sus hogares.
* "HOY" ES PASCUA
Hemos completado el Triduo:
"hoy" es Pascua. Hemos entrado en el tiempo pascual. Todo debe
manifestar, en nuestras celebraciones y en nuestra vida, que Pascua es el
corazón de nuestra fe. El Señor resucitado nos envía al mundo, transformados
por su fuerza de vida: Allí lo veréis, como os dijo. Contagiemos, pues, a todos
el gozo pascual.
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