Roma.- El papa Francisco cumplió este
Jueves Santo con el ritual del lavado de pies a doce discapacitados, entre
ellos un chico libio musulmán, en una ceremonia celebrada en una iglesia de un
barrio periférico de Roma.
El Pontífice, que tuvo muchas dificultades para arrodillarse y levantarse del cojín blanco en el que se apoyaba, vertió agua, secó y luego besó los pies de cada uno de los doce escogidos.
Francisco, que en ocasiones parecía agotado, fue ayudado siempre por dos asistentes, entre ellos el encargado de las ceremonias, monseñor Guido Marini.
"La herencia que Jesús nos dejó es la de ser servidores, unos a los otros", dijo Francisco al iniciar la ceremonia, que estuvo acompañada por cantos simples en italiano.
"Lavar los pies es un gesto simbólico, porque eran los esclavos, los siervos, los encargados de lavar los pies a los invitados, porque en esa época las carreteras eran de tierra y cuando se llegaba a una casa era necesario lavarse los pies", explicó.
El Pontífice, que tuvo muchas dificultades para arrodillarse y levantarse del cojín blanco en el que se apoyaba, vertió agua, secó y luego besó los pies de cada uno de los doce escogidos.
Francisco, que en ocasiones parecía agotado, fue ayudado siempre por dos asistentes, entre ellos el encargado de las ceremonias, monseñor Guido Marini.
"La herencia que Jesús nos dejó es la de ser servidores, unos a los otros", dijo Francisco al iniciar la ceremonia, que estuvo acompañada por cantos simples en italiano.
"Lavar los pies es un gesto simbólico, porque eran los esclavos, los siervos, los encargados de lavar los pies a los invitados, porque en esa época las carreteras eran de tierra y cuando se llegaba a una casa era necesario lavarse los pies", explicó.
La ceremonia del Jueves Santo conmemora la última cena de Jesús con los doce apóstoles antes de ser arrestado y condenado a muerte.
El rito se llevó a cabo en la moderna iglesia de la "Fondazione Don Carlo Gnocchi - Centro Santa Maria della Provvidenza", en el barrio de Casalotti-Boccea, en las afueras de Roma.
El año pasado, el papa argentino lavó los pies a un grupo de jóvenes detenidos, entre ellos dos chicas, en la cárcel para menores de Roma de "Casal del Marmo", en una inédita ceremonia de Jueves Santo.
Cuando el Papa era el cardenal Jorge Bergoglio solía celebrar la misa del Jueves Santo con el lavatorio de pies en cárceles, hospitales, residencias para ancianos u hospicios para pobres.
Jueves de pobreza
En uno de los días más importantes de la Semana Santa, el jueves, la Iglesia Católica celebra la institución de la eucaristía en la Última Cena y el lavatorio de los pies de los discípulos por parte de Cristo.
Ambos eventos marcan la humildad y el amor de Jesús, lo mismo que impulsan el valor de la pobreza. Lo ha dicho el papa Francisco al pronunciar su mensaje sobre la cuaresma: “La pobreza de Cristo nos ha hecho ricos” y “Jesús, que era rico, se empobreció para enriquecernos”. La vida de lujo, ostentación y derroche material no es propia de cristianos, es el sentido principal del mensaje papal y la refrendación de la importancia del Jueves Santo.Tanto la eucaristía como el lavatorio exaltan la humildad y pobreza de Jesús. En la primera entrega su vida para redimirnos. En el segundo manifiesta que pobreza y humildad son virtudes que los cristianos deben apreciar. Ser pobre materialmente, carecer de lo básico para la vida digna, techo, pan y vestido, no es maldición ni condena, es una condición de existencia que puede enriquecernos.
Ser pobre moralmente, como lo son quienes viven para el lujo, el juego y las drogas, es la verdadera miseria humana, de la que también podemos salir gracias al amor de Cristo. Mientras que ser pobres espiritualmente, es decir, sin el temor ni la presencia de Dios en la vida, es la peor condición de miseria, de la que no es posible salir ni con rogativas, ni tampoco con caridad en días santos.
La limosna del pobre vale más que la del rico, porque duele y significa amor. La otra, ni duele porque no implica un real desprendimiento, ni, por lo tanto, significa amor verdadero. Cuando Francisco plantea que Jesús se empobreció para enriquecernos, lo que está planteando es una incitación a cambiar nuestro modo de vida de manera radical, para ponernos a tono con el cristianismo antiguo, que puede curar los males contemporáneos nacidos de las pobrezas morales y espirituales, lo mismo que cambiar a la Iglesia Católica, que ha hecho de la ostentación y el poder una máscara para imponer su autoridad.
El que no es capaz de ganarse el corazón de los pobres volviéndose como ellos, no es digno del amor de Jesús, ni comparte las lecciones humildad impartidas en el Jueves Santo. El cristianismo debe volver a una forma de vida más sencilla y austera, pues la pobreza material no impide gozar de una riqueza moral y espiritual que son las que nos hacen verdaderamente ricos.
Por eso mismo la humildad del Papa es creíble y de allí surgen sus lecciones de tolerancia en todos los aspectos. Que le permiten afirmar que no tiene autoridad para juzgar a un homosexual o para pedir perdón por los escándalos de pederastia protagonizados por sacerdotes que han caído en la pobreza moral.
Sólo se podrá acabar con la pobreza material si primero se erradican las pobrezas moral y espiritual. Ese es el centro del mensaje papal en este Jueves Santo de 2014.
Esta noche se recuerda la Cena del Señor
Este Jueves Santo se recuerda la Última Cena, durante la cual
Cristo se ofreció como alimento y estableció así la Eucaristía y el Sacerdocio.
Además, antes de esa cena, Jesús, en humilde muestra de servicio, les lavó los
pies a sus discípulos.
Antes de que comience la Última Cena, Jesús -en una muestra de humildad y amor a la humanidad- les lavó los pies a sus discípulos en la misma noche en que sería entregado para ser crucificado.
Es un gesto de despedida. Es la herencia que nos deja.
Él es Dios y se hizo siervo, servidor nuestro, y ésta es la herencia. También ustedes deben ser servidores, uno de los otros. Él hizo este camino por amor. También ustedes tienen que amarse y ser servidores en el amor. Ésta es la herencia que nos deja Jesús.
Y hace este gesto de lavar los pies porque es un gesto simbólico: lo hacían los esclavos, los siervos, a los comensales, a la gente que venía al almuerzo o a la cena porque en aquel tiempo las calles eran todas de tierra, y cuando entraban a casa, era necesario lavarse los pies.
Jesús hace un gesto, un trabajo, un servicio de esclavo, de siervo, y esto lo deja como herencia entre nosotros. Nosotros tenemos que ser servidores unos de los otros, y por eso la Iglesia, en el día de hoy cuando se conmemora la Última Cena, cuando Jesús ha instituido la Eucaristía, también hace en la ceremonia este gesto de lavar los pies, que nos recuerda que nosotros debemos ser siervos unos de otros.
Ahora yo haré este gesto, pero todos nosotros, en nuestro corazón, pensemos en los otros, y pensemos en el amor que Jesús nos dice que tenemos que tener con los otros; y pensemos también cómo podemos servirles mejor, a las otras personas, porque así Jesús lo quiso de nosotros.
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