El camino de humillación de Jesús «revela la inmensidad del
amor de Dios hacia la humanidad». En la víspera del Triduo Pascual, destacando
que es el «corazón del año litúrgico», el Papa Francisco alentó a tener «como
amiga y modelo de vida a la Virgen María, que permaneció a los pies de la cruz
de Jesús, amando, Ella también, hasta el final. Y el que ama pasa de la muerte
a la vida. Es el amor el que hace la Pascua».
En sus saludos a los miles de peregrinos llegados de tantas partes del mundo, para escuchar su catequesis y recibir su bendición, el Obispo de Roma invitó a vivir la Semana Santa «siguiendo a Jesús, aprendiendo a salir de nosotros mismos para ir hacia a los demás, hacia nuestros hermanos y hermanas, especialmente los que están más lejos, los más olvidados, que son los más necesitados de comprensión, de consuelo y de ayuda».
Tras hacer hincapié en la importancia de preparase para la Pascua, «abriendo nuestros corazones a Jesús, pidiendo perdón por nuestras faltas y encomendándonos a su guía», el Papa Bergoglio exhortó una vez más a «vivir con fervor la Semana Santa, con la certeza de que Dios nos acompaña en nuestro sufrimiento y en nuestras pruebas». Deseando que «la Virgen María, llena de gracia, nos acompañe en el camino de expoliación y de amor de Jesús».
En sus saludos a los miles de peregrinos llegados de tantas partes del mundo, para escuchar su catequesis y recibir su bendición, el Obispo de Roma invitó a vivir la Semana Santa «siguiendo a Jesús, aprendiendo a salir de nosotros mismos para ir hacia a los demás, hacia nuestros hermanos y hermanas, especialmente los que están más lejos, los más olvidados, que son los más necesitados de comprensión, de consuelo y de ayuda».
Tras hacer hincapié en la importancia de preparase para la Pascua, «abriendo nuestros corazones a Jesús, pidiendo perdón por nuestras faltas y encomendándonos a su guía», el Papa Bergoglio exhortó una vez más a «vivir con fervor la Semana Santa, con la certeza de que Dios nos acompaña en nuestro sufrimiento y en nuestras pruebas». Deseando que «la Virgen María, llena de gracia, nos acompañe en el camino de expoliación y de amor de Jesús».
En su audiencia general, que precede el Triduo Pascual, que «nos introduce en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, haciendo memoria de Jesús crucificado», el Santo Padre, reiteró que «en Él Dios nos ama y nos perdona a todos y nos abraza».
Como es tradicional, dirigió también un saludo especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Invitando a los queridos jóvenes a reflexionar sobre el precio de sangre pagado por el Señor por nuestra salvación.
A los
queridos enfermos, les deseó que el Viernes Santo les muestre la paciencia en
los momentos de cruz.
Y a los queridos recién casados, que llenen su hogar con la alegría de la Resurrección.
El Papa deseó a todos que la alegría de la Pascua ilumine la vida de cada uno
con la luz del Señor Resucitado, haciéndola resplandecer con esperanza,
confianza y paz.
Catequesis
íntegra en español del Papa Francisco, Miércoles Santo
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días! hoy, en medio de la Semana Santa, la Liturgia nos presenta aquel episodio triste, la historia de la traición de Judas, que va ante los jefes del Sanedrín para regatear y entregarles a su Maestro.
¿Cuánto me dan si yo se los entrego? Y Jesús, desde aquel momento
tiene un precio. Este acto dramático marca el inicio de la Pasión de Cristo, un
doloroso camino que Él elige con libertad absoluta. Y lo dice claramente Él
mismo: “yo doy mi vida …Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo
el poder de darla y de retomarla “(Jn 10:17-18).
Y así, comienza ese camino de
la humillación, de la expoliación, con esta traición. Jesús, como si estuviera
en el mercado: “esto cuesta 30 denarios” y Jesús recorre este camino de
humillación y de la expoliación hasta el final.
Jesús
alcanza la humillación completa con la “muerte en cruz”. Se trata de la peor de
las muertes, destinada a los esclavos y a los delincuentes. Jesús era
considerado un profeta, pero muere como un delincuente. Observando a Jesús en
su Pasión, vemos como en un espejo, también los sufrimientos de toda la
humanidad y encontramos la respuesta divina al misterio del mal, del dolor, de
la muerte. Y muchas veces sentimos horror ante el mal y el dolor que nos rodea
y nos preguntamos: “¿Por qué Dios permite esto?”. Es una herida profunda para
nosotros ver el sufrimiento y la muerte, ¡sobre todo la de los inocentes!
Cuando vemos sufrir a los niños es una herida en el corazón, es el misterio del
mal y Jesús toma todo este mal, todo este sufrimiento sobre sí mismo.
Esta semana nos hará bien a todos nosotros mirar el Crucifijo, besar las llagas
de Jesús, besarlas en el Crucifijo. Él ha tomado sobre Él todo el sufrimiento
humano, se ha “vestido” de ese sufrimiento.
Nosotros
esperamos que Dios en su omnipotencia derrote la injusticia, el mal, el pecado
y el sufrimiento con una triunfante victoria. Dios nos muestra, en cambio, una
humilde victoria que humanamente parece un fracaso. Y podemos decir, Dios vence
en la derrota precisamente. El Hijo de Dios, de hecho, aparece en la cruz como
un hombre derrotado: sufre, es traicionado, insultado y finalmente muere. Jesús
permite que el mal se ensañe con Él y lo toma sobre sí para vencerlo. Su pasión
no es un accidente; su muerte – aquella muerte – estaba “escrita”. De verdad,
no tenemos tanta explicación, es un misterio desconcertante, el misterio de la
gran humildad de Dios: “Dios – en efecto – amó tanto al mundo, que entregó a su
Hijo único”. (Jn 3,16).
La pasión
y la muerte de Jesús y las frustraciones de tantas esperanzas humanas son el
camino real a través del cual Dios obra nuestra salvación. Un camino que no
corresponde a los criterios humanos, es más, los abate. En sus heridas somos
curados (cf. 1 P 2,24).
Esta
semana, pensemos tanto en el dolor de Jesús, y digámonos a nosotros mismos: “¡y
ésto es por mí!” Aunque yo hubiera sido la única persona en el mundo, Él lo
habría hecho. ¡Lo ha hecho por mí! Y besemos el Crucifijo y digamos: “por mí,
gracias Jesús, por mí”.
Y cuando
todo parece perdido, cuando no queda ninguno porque herirán “al pastor, y se
dispersarán las ovejas del rebaño” (Mt 26,31), es entonces cuando Dios
interviene con el poder de la Resurrección. La Resurrección de Jesús no es el
final feliz de un cuento de hadas, no es un final feliz de una película, sino
que es la intervención de Dios Padre, allí donde está desecha la esperanza
humana. En el momento en el cual todo parece perdido, en el momento del dolor
en el cual tantas personas sienten la necesidad de bajar de la cruz, es el
momento más cercano a la resurrección. La noche se hace más oscura justamente
antes de que empiece la mañana, antes que comience la luz. En el momento más
oscuro interviene Dios y resucita.
Jesús,
quien optó seguir por este camino, nos llama a seguirlo en su propio camino de
humillación. Cuando en ciertos momentos de la vida no encontramos vía de escape
a nuestras dificultades, cuando precipitamos en la oscuridad más densa, es el
momento de nuestra humillación y expoliación total, es el tiempo en el que
experimentamos que somos débiles y pecadores, es entonces, en aquel momento,
que no debemos enmascarar nuestro fracaso, sino abrirnos confiadamente a la
esperanza en Dios, como hizo Jesús.
Queridos
hermanos y hermanas, esta semana nos hará bien tomar el Crucifijo en la mano y
besarlo tantas veces, y decir: “Gracias Jesús, gracias Señor”.
Así sea.
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