Por qué decimos lunes del
ángel?
En este lunes de Pascua, o lunes del Ángel, vamos a
analizar el significado de este día a través de las palabras del Siervo de Dios
Juan Pablo II, quien en 1994 explicaba el significado de esta denominación. El
lunes del ángel. “¿Por qué se le llama así?”, se preguntaba el Pontífice,
poniendo en evidencia la necesidad de destacar la figura de aquel ángel, que
dijo desde lo más profundo del sepulcro: “Ha resucitado”. “Estas palabras —Ha
resucitado— eran muy difíciles de pronunciar, de expresar, para una persona
humana. También las mujeres que fueron al sepulcro lo encontraron vacío, pero
no pudieron decir: Ha resucitado, sólo afirmaron que el sepulcro estaba vacío.
El ángel dice más: no está aquí, ha resucitado”.
Juan Pablo II puso de relieve que esto lo podía decir sólo un ángel, como fue
también un ángel quien dijo a María: “Concebirás un hijo, que será Hijo de
Dios”, porque ninguna persona humana podía pensar en un Dios-hombre, un Dios
que se hace hombre. Debía ser un ángel, enviado por el Padre, el que dijera
esto a María.
El Santo Padre Benedicto XVI también recordó la importancia del
significado de este mensaje a través del “alégrate” María. “Ahora –señaló el
Pontífice el pasado año- después del drama de la Pasión, resuena una nueva
invitación a la alegría: «Gaude et laetare, Virgo Maria, alleluia, quia
surrexit Dominus vere, alleluia»,
«Alégrate y regocíjate, Virgen María,
aleluya, porque verdaderamente el Señor ha resucitado, aleluya».
Con la bendición de ayer en la Santa Misa de Pascua, el obispo
de Roma puso fin a la Semana Santa aunque regresó hoy a la Plaza vaticana para
rezar el Regina Coeli, la oración que sustituye al Ángelus en tiempo de Pascua.
En la Octava de Pascua, conocido como el “Lunes del Ángel”, el Papa Francisco rezó a mediodía la oración mariana del Regina Coeli,
que sustituye en este tiempo pascual la antífona del Ángelus. En esta
ocasión el Santo Padre volvió a formular a cada uno su deseo de
transcurrir en la alegría y en la serenidad el período que prolonga la
alegría de la Resurrección de Cristo.
De
hecho explicó que durante toda la semana podemos seguir
intercambiándonos la felicitación pascual, como si fuera un único día;
porque “es el gran día que hizo el Señor”. Y añadió que el sentimiento
dominante que transluce de los relatos evangélicos de la Resurrección es
la alegría llena de estupor; a la vez que en la Liturgia revivimos el
estado de ánimo de los discípulos por la noticia que las mujeres habían
dado: ¡Jesús ha resucitado!
Por
esta razón el Obispo de Roma invitó a que dejemos que esta experiencia,
impresa en el Evangelio, se imprima también en nuestros corazones y se
vea en nuestra vida irradiando el estupor gozoso del Domingo de Pascua
en nuestros pensamientos, miradas, actitudes, gestos y palabras, sin que
sea un maquillaje; porque es algo que viene desde dentro, de un corazón
inmerso en la fuente de esta alegría, como el de María Magdalena, que
lloró por la pérdida de su Señor y no creía a sus ojos, viéndolo
resucitado.
Francisco
añadió que quien experimenta esto se convierte en testigo de la
Resurrección, porque en cierto sentido también hemos resucitado
nosotros, lo que nos hace capaces de llevar un “rayo” de la luz del
Resucitado en las diversas situaciones humanas, tanto en las felices,
haciéndolas más bellas y preservándolas del egoísmo; como en las
dolorosas, llevando serenidad y esperanza.Y
concluyó con la recomendación de que nos hará bien, esta semana, pensar
en la alegría de María, la Madre de Jesús, que experimentó primero un
dolor íntimo que le traspasó el alma; y después una alegría tan íntima y
profunda, que la ha convertido en fuente de paz, consuelo, esperanza y
misericordia.
Juan Pablo II puso de relieve que esto lo podía decir sólo un ángel, como fue también un ángel quien dijo a María: “Concebirás un hijo, que será Hijo de Dios”, porque ninguna persona humana podía pensar en un Dios-hombre, un Dios que se hace hombre. Debía ser un ángel, enviado por el Padre, el que dijera esto a María.
El Santo Padre Benedicto XVI también recordó la importancia del significado de este mensaje a través del “alégrate” María. “Ahora –señaló el Pontífice el pasado año- después del drama de la Pasión, resuena una nueva invitación a la alegría: «Gaude et laetare, Virgo Maria, alleluia, quia surrexit Dominus vere, alleluia»,
«Alégrate y regocíjate, Virgen María, aleluya, porque verdaderamente el Señor ha resucitado, aleluya».
Con la bendición de ayer en la Santa Misa de Pascua, el obispo de Roma puso fin a la Semana Santa aunque regresó hoy a la Plaza vaticana para rezar el Regina Coeli, la oración que sustituye al Ángelus en tiempo de Pascua.
En la Octava de Pascua, conocido como el “Lunes del Ángel”, el Papa Francisco rezó a mediodía la oración mariana del Regina Coeli, que sustituye en este tiempo pascual la antífona del Ángelus. En esta ocasión el Santo Padre volvió a formular a cada uno su deseo de transcurrir en la alegría y en la serenidad el período que prolonga la alegría de la Resurrección de Cristo.
De hecho explicó que durante toda la semana podemos seguir intercambiándonos la felicitación pascual, como si fuera un único día; porque “es el gran día que hizo el Señor”. Y añadió que el sentimiento dominante que transluce de los relatos evangélicos de la Resurrección es la alegría llena de estupor; a la vez que en la Liturgia revivimos el estado de ánimo de los discípulos por la noticia que las mujeres habían dado: ¡Jesús ha resucitado!
Por esta razón el Obispo de Roma invitó a que dejemos que esta experiencia, impresa en el Evangelio, se imprima también en nuestros corazones y se vea en nuestra vida irradiando el estupor gozoso del Domingo de Pascua en nuestros pensamientos, miradas, actitudes, gestos y palabras, sin que sea un maquillaje; porque es algo que viene desde dentro, de un corazón inmerso en la fuente de esta alegría, como el de María Magdalena, que lloró por la pérdida de su Señor y no creía a sus ojos, viéndolo resucitado.
Francisco añadió que quien experimenta esto se convierte en testigo de la Resurrección, porque en cierto sentido también hemos resucitado nosotros, lo que nos hace capaces de llevar un “rayo” de la luz del Resucitado en las diversas situaciones humanas, tanto en las felices, haciéndolas más bellas y preservándolas del egoísmo; como en las dolorosas, llevando serenidad y esperanza.Y concluyó con la recomendación de que nos hará bien, esta semana, pensar en la alegría de María, la Madre de Jesús, que experimentó primero un dolor íntimo que le traspasó el alma; y después una alegría tan íntima y profunda, que la ha convertido en fuente de paz, consuelo, esperanza y misericordia.
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días! ¡Felices Pascuas!
“Cristòs anèsti! – Alethòs anèsti!”,
“¡Cristo ha resucitado! –
¡Verdaderamente ha resucitado!”
¡Está entre nosotros aquí!, en la plaza. En esta semana podemos seguir
intercambiándonos la felicitación pascual, como si fuera un único día. Es el
gran día que hizo el Señor.
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