El papa Francisco, como es tradición, pronunció este mensaje desde la logia central de la basílica de San Pedro del Vaticano, ante 150.000 personas que participaron hoy en la ceremonia del Domingo de Resurrección y que recibieron la tradicional bendición "Urbi et orbi" (para la ciudad y el mundo).
El papa Francisco clausuró hoy la Semana Santa con la
ceremonia del Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro, que estuvo
sucedida por su mensaje de Pascua, en el que invocó la paz mundial y pidió el
final de todos los conflictos "grandes o pequeños, antiguos o
recientes".
Así como lo hiciera el pasado año, Francisco volvió a utilizar su mensaje de
Pascua para llevar a cabo un llamamiento desde el balcón central de la basílica
con el que solicitó el final de conflictos como los que se desarrollan
actualmente en Siria, Ucrania, Irak, la República Centroafricana o Venezuela.
Sobre Venezuela pidió que "las almas se encaminen a la reconciliación y a
la concordia fraterna" para poner fin, así, a este conflicto entre el
Gobierno de Nicolás Maduro y sus opositores.
También solicitó a Cristo que interceda para poner fin a la epidemia de ébola
en países como Liberia, Sierra Leona o Guinea.
Del mismo modo, Bergoglio se encomendó a Jesús para que le ayude a derrotar
"la plaga del hambre" agravada, a su juicio, por estos conflictos y
por "los inmensos desperdicios".
El papa Francisco, como es tradición, pronunció este mensaje desde la logia
central de la basílica de San Pedro del Vaticano, ante 150.000 personas que
participaron hoy en la ceremonia del Domingo de Resurrección y que recibieron
la tradicional bendición "Urbi et orbi" (para la ciudad y el mundo).
Bajo el balcón, un piquete de honor de la Guardia Suiza y una representación de
las Fuerzas Armadas del Estado italiano acompañaron al papa, al tiempo que una
banda engalanada para la ocasión hacía sonar la Marcha Pontificia, el himno del
Vaticano adoptado en 1949 por Pío XII.
El mensaje de Francisco estuvo precedido por la misa del Domingo de Resurrección,
que cierra la Semana Santa y en la que el papa no pronunció ninguna homilía.
Esta misa solemne comenzó a las 10.15 horas (08.15 GMT) de esta soleada mañana,
mientras los miles de congregados entonaban el "Resurrexit", el canto
que conmemora el regreso de Cristo.
Para la realización de esta Eucaristía, la célebre explanada vaticana apareció
decorada con miles de flores de múltiples colores procedentes de Holanda, tal y
como se hace desde 1985, año en el que un florista holandés decidió realizar esta
ofrenda floral al Vaticano cada Domingo de Resurrección.
Así pues, los pies del tempo se convirtieron en un improvisado jardín compuesto
por 12.000 tulipanes de diversos colores, por 6.000 narcisos y 2.500 jacintos,
además de múltiples arbustos.
La eucaristía estuvo presidida por el Cirio que el papa bendijo durante la
vigilia de anoche y sobre el que inscribió, con un punzón, la señal de la cruz,
la alfa y la omega y los números que conforman el año 2014.
Del mismo modo, ante el altar en el que se celebró la ceremonia fue colocado,
como ocurre desde el año 2000, el icono del Santísimo Salvador, una imagen que
según la tradición católica no ha sido realizada por una mano humana.
Se trata de un venerado pantócrator que forma parte del tesoro que se custodia
en el Sancta Santorum de Roma, anexo a la basílica de San Juan de Letrán y
donde está, también, la Escalera Santa por la que según la tradición subió
Jesús durante su pasión.
En esta ocasión, la celebración católica de la Resurrección coincidió con la
ortodoxa, por lo que un grupo de personas cantó ante el papa el
"Stichi" y el "Stichirá", un particular rito bizantino que
anuncia la llegada de Cristo tras la muerte y que data del medievo.
La misa tuvo una duración de poco más de una hora y, a su término, el papa fue
recogido por su papamóvil desde el que, señalando a su reloj y riendo, dijo a
los cardenales sentados en la zona preferencial que no tenía tiempo de
saludarles.
Y es que diez minutos más tarde el pontífice debía asomarse a la logia central
del templo para hablar y bendecir a "Roma y al mundo".
Sin embargo, si tuvo tiempo para recorrer brevemente la plaza de San Pedro,
saludar a los fieles que le aclamaron y le ovacionaron con banderas de diversos
países de todo el mundo, como españolas, brasileñas, chilenas y, por supuesto,
argentinas.
Con esta bendición, el obispo de Roma puso fin a la Semana Santa aunque
regresará mañana a la plaza vaticana para rezar el Regina Coeli, la oración que
sustituye al Ángelus en tiempo de Pascua.
La Santa Sede se prepara, ahora, para celebrar, el próximo domingo, las
canonizaciones de los pontífices Juan XXIII y Juan Pablo II, un acto conjunto
en el que se espera la participación de miles de personas que abarrotarán el
pequeño Estado y la capital italiana.
«¡Te rogamos, Señor, por todos los pueblos de la Tierra! Tú, que has vencido
la muerte, concédenos tu vida, danos tu paz». Ayúdanos a derrotar el flagelo
del hambre, de todas las violencias, y a proteger a los indefensos, pidió el
Papa Francisco, rezando por los pueblos del mundo que más sufren y culminando
su Mensaje Urbi et Orbi de la Pascua de Resurrección 2014, con su bendición.
Después de la Santa Misa multitudinaria que presidió en la Plaza de San Pedro,
engalanada como un jardín con flores y plantas llegadas de Holanda, el Papa
Bergoglio recorrió en papamóvil la plaza, saludando y bendiciendo a las más de
150 mil personas presentes. Sin contar otros miles de fieles que estaban
también en las calles aledañas.
«¡Cristo ha resucitado, vengan y vean!» . Es el anuncio que el Obispo de
Roma hizo resonar en su mensaje pascual, desde el balcón central de la Basílica
de San Pedro, abrazando a toda la familia humana: «El mensaje que los
cristianos llevan al mundo es este: Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz
por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de
la vida y de la muerte. En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia
al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte».
En su mensaje reiteró que «en toda situación humana, marcada por la
fragilidad, el pecado y la muerte, la Buena Nueva no es sólo una palabra, sino
un testimonio de amor gratuito y fiel: es un salir de sí mismo para ir al
encuentro del otro, estar al lado de los heridos por la vida, compartir con
quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al
excluido... « Vengan a ver»: El amor es más fuerte, el amor da vida, el amor
hace florecer la esperanza en el desierto».Con esta gozosa certeza, el Santo Padre invocó la ayuda del Señor resucitado para todos los que sufren, en especial debido a los conflictos, los inmensos derroches, las enfermedades, la extrema pobreza, los cristianos que sufren persecución y los secuestrados en diferentes partes del mundo. También pidió el Santo Padre por «Venezuela, para que los ánimos se encaminen hacia la reconciliación y la concordia fraterna». Y por la paz en Ucrania, para que todas las partes implicadas, apoyadas por la Comunidad internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para impedir la violencia y construir, con un espíritu de unidad y diálogo, el futuro del País.
Renovando luego su felicitación pascual, que extendió a los numerosísimos fieles que en tantos países siguieron la celebración a través de los medios de comunicación, el Papa alentó a llevar a todas las familias y comunidades el alegre anuncio de que ¡Cristo nuestra paz y nuestra esperanza ha resucitado! Agradeció la multitudinaria presencia de peregrinos que acudieron a la Plaza de San Pedro, por su oración y testimonio de fe y terminó sus palabras con su gratitud por las bellísimas flores llegadas desde los Países Bajos.
Texto completo del Mensaje del Papa:
«Christus surrexit, venite et videte!».
Queridos hermanos y hermanas, Feliz Pascua.
El anuncio del ángel a las mujeres resuena en la Iglesia esparcida por todo el
mundo: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está
aquí, porque ha resucitado... Vengan a ver el lugar donde estaba » (Mt 28,5-6).
Ésta es la culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia:
Jesús, el crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra
fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo
perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues
desde aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo. El mensaje
que los cristianos llevan al mundo es este: Jesús, el Amor encarnado, murió en
la cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido
Señor de la vida y de la muerte. En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la
misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la
muerte.
Por esto decimos a todos: «Vengan a ver». En toda situación humana, marcada
por la fragilidad, el pecado y la muerte, la Buena Nueva no es sólo una
palabra, sino un testimonio de amor gratuito y fiel: es un salir de sí mismo
para ir al encuentro del otro, estar al lado de los heridos por la vida,
compartir con quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al
anciano, al excluido... « Vengan a ver»: El amor es más fuerte, el amor da
vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto.
Con esta gozosa certeza, nos dirigimos hoy a ti, Señor resucitado.
Ayúdanos a buscarte para que todos podamos encontrarte, saber que tenemos un
Padre y no nos sentimos huérfanos; que podemos amarte y adorarte.
Ayúdanos a derrotar el flagelo del hambre, agravada por los conflictos y los
inmensos derroches de los que a menudo somos cómplices.
Haznos disponibles para proteger a los indefensos, especialmente a los niños, a
las mujeres y a los ancianos, a veces sometidos a la explotación y al abandono.
Haz que podamos curar a los hermanos afectados por la epidemia de Ébola en
Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, y a aquellos que padecen tantas otras
enfermedades, que también se difunden a causa de la incuria y de la extrema
pobreza.
Consuela a todos los que hoy no pueden celebrar la Pascua con sus seres
queridos, por haber sido injustamente arrancados de su afecto, como tantas
personas, sacerdotes y laicos, secuestradas en diferentes partes del mundo.
Conforta a quienes han dejado su propia tierra para emigrar a lugares donde
poder esperar en un futuro mejor, vivir su vida con dignidad y, muchas veces,
profesar libremente su fe.
Te rogamos, Jesús glorioso, que cesen todas las guerras, toda hostilidad
pequeña o grande, antigua o reciente.
Te suplicamos por la amada Siria: que cuantos sufren las consecuencias del
conflicto puedan recibir la ayuda humanitaria necesaria; que las partes en
causa dejen de usar la fuerza para sembrar muerte, sobre todo entre la
población inerme, y tengan la audacia de negociar la paz, tan anhelada desde
hace tanto tiempo.
Jesús glorioso te rogamos que consueles a las víctimas de la violencia
fratricida en Irak y sostengas las esperanzas que suscitan la reanudación de
las negociaciones entre israelíes y palestinos.
Te invocamos para que se ponga fin a los enfrentamientos en la República
Centroafricana, se detengan los atroces ataques terroristas en algunas partes
de Nigeria y la violencia en Sudán del Sur.
Y te pedimos por Venezuela, para que los ánimos se encaminen hacia la
reconciliación y la concordia fraterna.
Que por tu resurrección, que este año celebramos junto con las iglesias que
siguen el calendario juliano, te pedimos que ilumines e inspires iniciativas de
paz en Ucrania, para que todas las partes implicadas, apoyadas por la Comunidad
internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para impedir la violencia y construir,
con un espíritu de unidad y diálogo, el futuro del País.
¡Te rogamos, Señor, por todos los pueblos de la Tierra: Tú, que has vencido
a la muerte, concédenos tu vida, danos tu paz!.
«Christus surrexit, venite et videte!». ¡Feliz Pascua!
El anuncio del ángel a las mujeres resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado... Vengan a ver el lugar donde estaba » (Mt 28,5-6).
Ésta es la culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo. El mensaje que los cristianos llevan al mundo es este: Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de la muerte. En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario