Hoy es el momento de hacer balance. No sólo económico, sino también espiritual y moral.
Hagamos examen del año que termina.
Sin duda que habrá páginas maravillosas, que besaremos con alegría.
Pero también puede haber páginas negras que desearíamos arrancar. Pero eso ya no es posible. Lo escrito, escrito está.
Que al finalizar este año que hoy comienza, podamos besar con alegría cada una de sus páginas.
Que no haya páginas negras que deseemos arrancar.
Puede que en ese libro haya cosas desagradables que no dependen de nosotros.
Lo importante es que todo lo que dependa de nosotros sea bueno.
Pidamos a Dios que dirija nuestra mano para que a fin de año podamos besar con alegría todo lo que hemos escrito.
También es el momento de examinar todas las ocasiones perdidas de hacer el bien.
Ocasiones irrecuperables. Pueden venir otras; pero las perdidas, no se recuperarán.
Finalmente, demos gracias a Dios de todo lo bueno recibido en el año que termina.
De la paciencia que Dios a tenido con nosotros.Y de su gran misericordia.
El último día del año 2013 concluye con una ceremonia en la
basílica de San Pedro con el canto de las Vísperas por la Solemnidad de la
Madre de Dios, la exposición del Santísimo Sacramento y el Tedeum en
agradecimiento por la conclusión del año. La ceremonia concluirá con una visita
que el papa Francisco hará al pesebre ubicado en la Plaza de San Pedro,
partiendo en auto por el llamado Arco de las Campanas.
En el mensaje de la Jornada Mundial de la Paz el Papa concluye recordando como "la fraternidad necesita ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada. Pero solo el amor donado por Dios nos consiente recibir y vivir plenamente la fraternidad".
El 3 de enero, el Santo Padre visitará la iglesia del Jesús, templo principal de los padres jesuitas situado en el centro de Roma, en el que se encuentra el cuerpo de San Ignacio de Loyola y otros misioneros jesuitas como san Francisco Javier.
Mientras que el lunes 6 de enero, solemnidad de la Epifanía del Señor, el Pontífice presidirá la misa, a las 10, en la basílica de San Pedro. +
El
apóstol Juan define el tiempo presente en modo preciso: "ha llegado la
última hora", 1 Jn 2, 18. Esta afirmación – que se lee en la Misa del 31
de diciembre – significa que con la llegada de Dios en la historia estamos ya
en los tiempos "últimos", luego de los cuales, el paso final será la
segunda y definitiva venida de Cristo. Naturalmente aquí se habla de la calidad
del tiempo, no de su cantidad. Con Jesús ha llegado la "plenitud" del
tiempo, plenitud de significado y plenitud de salvación. Y no habrá más una
nueva revelación, sino la manifestación plena de aquello que Jesús ha ya
revelado. En este sentido estamos en la "última hora", cada momento
de nuestra vida es definitivo y cada acción nuestra está cargada de eternidad;
de hecho, la respuesta que damos hoy a Dios que nos ama en Jesucristo, incide
en nuestro futuro.
La visión
bíblica y cristiana del tiempo y de la historia no es cíclica, sino lineal: es
un camino que va hacia un cumplimiento. Un año que ha pasado, por lo tanto, no
nos lleva a una realidad que termina sino a una realidad que se cumple, es un
ulterior paso hacia la meta que está delante de nosotros: una meta de esperanza
y una meta de felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de nuestra
esperanza y fuente de nuestra alegría.
Mientras
el año 2013 llega a su final, recogemos, como en un cesto, los días, las
semanas, los meses que hemos vivido, para ofrecer todo al Señor. Y
preguntémonos, con coraje: ¿cómo hemos vivido el tiempo que Él nos ha donado?
¿Lo hemos usado sobre todo para nosotros mismos, para nuestros intereses, o
hemos sabido gastarlo también en los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para
"estar con Dios", en la oración, en el silencio, en la adoración?
Y
pensemos también en nosotros, ciudadanos romanos, pensemos en esta ciudad de
Roma.
¿Qué ha sucedido este año? ¿Qué está sucediendo, y qué cosa sucederá? ¿Cómo
es la calidad de la vida en esta Ciudad? ¡Depende de todos nosotros! ¿Cómo es
la calidad de nuestra "ciudadanía"? ¿Hemos contribuido este año, en
nuestra medida, a hacerla habitable, ordenada, acogedora? En efecto, el rostro
de una ciudad es como un mosaico cuyas piezas son todos los que la habitan.
Cierto, quien inviste una autoridad tiene mayor responsabilidad, pero cada uno
es corresponsable, en el bien y en el mal.
Roma es
una ciudad de una belleza única. Su patrimonio espiritual y cultural es extraordinario.
Sin embargo, también en Roma hay tantas personas marcadas por miserias
materiales y morales, personas pobres, infelices, sufrientes, que interpelan la
conciencia no sólo de los responsables públicos, sino de cada ciudadano. En
Roma tal vez sintamos más fuerte este contraste entre el entorno majestuoso y
lleno de belleza artística, y el malestar social de aquellos a los que les
cuesta más.
Roma es
una ciudad llena de turistas, pero también colmada de refugiados. Roma está
llena de gente que trabaja, pero también de personas que no encuentran trabajo
o que desarrollan trabajos mal pagados y a veces indignos; y todos tienen el
derecho de ser tratados con la misma actitud de acogida y equidad, porque cada
uno es portador de dignidad humana.
Es el
último día del año. ¿Qué haremos, como nos comportaremos en el próximo año,
para hacer un poco mejor nuestra Ciudad? La Roma del nuevo año tendrá un rostro
aún más bello si será más rica de humanidad, hospitalidad, acogida; si todos
nosotros somos más atentos y generosos con quien está en dificultad; si sabemos
colaborar con espíritu constructivo y solidario, para el bien de todos. La Roma
del nuevo año será mejor si no habrá personas que la miran "desde
lejos", "en postales", que miran su vida solamente desde el
balcón, sin involucrarse en tantos problemas humanos, problemas de hombres y
mujeres que al final... y desde el principio, lo queramos o no, son nuestros
hermanos. En esta perspectiva, la Iglesia de Roma se siente comprometida a dar
su propia contribución a la vida y al futuro de la Ciudad, ¡pero es su deber!
Se siente comprometida a animarla con la levadura del Evangelio, a ser signo e
instrumento de la misericordia de Dios.
Esta
tarde concluimos el año del Señor 2013 agradeciendo y pidiendo perdón. Dos cosas
juntas: agradecer y pedir perdón. Agradecemos por todos los beneficios que el
Señor nos ha dispensado, y sobre todo por su paciencia y fidelidad, que se
manifiestan en la sucesión de los tiempos, pero de modo particular en la
plenitud del tiempo, cuando "Dios envió a su Hijo, nacido de una
mujer", Gal 4, 4.
Que la Madre de Dios, en cuyo nombre mañana iniciaremos
un nuevo tramo de nuestro peregrinaje terrenal, nos enseñe a acoger al Dios
hecho hombre, para que cada año, cada mes, cada día esté colmado de su eterno
Amor. Así sea.