El paso del ADVIENTO a
la NAVIDAD es, desde el punto de vista Litúrgico, tan extraordinariamente
rápido, que apenas da tiempo a tomar conciencia de la situación totalmente
distinta que se crea a la luz de los textos y del clima de las celebraciones.
Acaso haya que decir que nos damos cuenta demasiado pronto.
Toda la Liturgia de
estos días gira en torno a la gran noticia:
“La Palabra se ha hecho carne y ha puesto su tienda entre nosotros”.
La misma noticia, pero más sobria y menos solemnemente
enunciada es la del comienzo de la Carta a los Hebreos: “En estos días nos ha
hablado por su Hijo”.
Este primer núcleo encierra a
su vez otros aspectos que las distintas fechas se encargan de subrayar: Hijo de
Dios, Hijo del Hombre, Encarnado en el seno de María Virgen y manifestado al mundo.
La condición humana,
hermanada con la de Dios a través de Cristo, es la consecuencia que las Misas
de la Navidad destacan, especialmente las de “Aurora” y del día de Navidad.
Junto a eso, y como encadenado
con lo anterior, la luz que ha irrumpido en el mundo rompiendo la tiniebla es
otra noticia que invita a la alegría navideña (Ambas ideas se enlazan
perfectamente en el Prefacio I de la Navidad)
Hoy
la Luz brilla para nosotros, porque ha nacido Jesús, el Señor de la Salvación.
NAVIDAD nos habla de alegría porque Dios se hace
ternura en el Niño de Belén.
María y José nos lo ofrecen para que lo
recibamos en nuestro corazón.
Abramos las puertas de nuestra vida, y Él pondrá
su tienda en nosotros.
Abramos el corazón con sencillez y humildad. Y Él
nos colmará de su gracia y de su salvación.
PRIMERA
LECTURA
Lectura del Libro de Isaías
( Is 52, 7-10)
( Is 52, 7-10)
Isaías
invita al pueblo a cantar y a alegrarse, ante la inminente acción salvadora de
Dios, ofrecida. a todos.
"¡Qué
hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que
trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es
rey»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al
Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el
Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo
brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la
victoria de nuestro Dios".
Palabra de Dios
Palabra de Dios
TE ALABAMOS SEÑOR.
Salmo (Sal 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6)
R/. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.
la victoria de nuestro Dios
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la Carta de Pablo a los Hebreos (1, 1-6)
La
presencia del Hijo de Dios, inaugura una nueva etapa para toda la humanidad. En
Cristo tenemos la revelación del Padre.
"En
distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros
padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el
Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido
realizando las edades del mundo. Él es reflejo. de su gloria, impronta de su
ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la
purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las
alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el
nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy
te he engendrado», o: «Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo»? Y
en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos
los ángeles de Dios.»
Palabra de Dios
Palabra de Dios
TE ALABAMOS SEÑOR.
Lectura
del Santo Evangelio según San Juan (1,1-18):
"En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la
Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio
de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en
la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un
hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar
testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz,
sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo
hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de
ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en
su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano,
sino de Dios.
Y la
Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da
testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que viene
detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."» Pues de su
plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por
medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios
nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es
quien lo ha dado a conocer".
Palabra de Dios
Palabra de Dios
GLORIA A TI SEÑOR JESUS.
Imaginemos al Niño en el regazo de María. La noche oscura del pesebre asusta, pero los brazos que sostienen a Jesús lo hacen sentir protegido y seguro. Se escuchan ruidos, pisadas, seguramente de animales que deambulan, pero los latidos del corazón de María le recuerdan al recién nacido el lugar cálido donde comenzó su vid
En esta Nochebuena, no habrá mejor lugar para estar. Esos brazos de María nos
cobijan también a nosotros, y nos tranquilizan. Allí podemos llorar, dormir, despertar,
desperezarnos. Podemos alimentarnos y crecer. Podemos mirar desde allí al resto del mundo. Podemos
abrazarla también nosotros, y así tejer esa Alianza inefable de quienes sencillamente se aman.
Allí podemos ser y sentirnos libres. Y en medio del ir y venir por las calles, mientras explotan las redes sociales y los celulares, hasta llegar al remanso de la mesa navideña, sumergirnos un instante en el regazo de María nos sitúa y nos ubica en la perspectiva más maravillosa: la esperanza cierta de nacer nuevamente, y de sabernos construidos por manos tan femeninas, maternales y divinas.
Mirarnos mutuamente con María puede hacernos sonreír, a pesar de las hostilidades y las aceleraciones de este fin de año, a pesar de los balances y las comparaciones, a pesar de quienes nos han hecho sufrir, a pesar de lo difícil que pueda presentarse el año que viene.
Después del parto, con gesto confiado, Ella se inclina y susurra en nuestro oído la frase que marcó su existencia: “Nada es imposible para Dios” (Lc.1,37)
Acurrucarnos contra su pecho también nos ayudará a encontrar consuelo, cuando recordemos a quienes se adelantaron en el camino a la eternidad.
Este abrazo tierno de María es como una semilla de nuestro destino: el abrazo final del reencuentro en la casa de todos, hermano reconciliados junto al Padre.
“En el pobre y pequeño establo de Belén
das a luz para todos nosotros
al Señor del mundo.
Tal como muestras al Niño a pastores y reyes
y te inclinas ante Él adorándolo y sirviéndolo,
así queremos con amor
ser siempre sus instrumentos
y llevarlo a la profundidad del corazón humano”
das a luz para todos nosotros
al Señor del mundo.
Tal como muestras al Niño a pastores y reyes
y te inclinas ante Él adorándolo y sirviéndolo,
así queremos con amor
ser siempre sus instrumentos
y llevarlo a la profundidad del corazón humano”
(P.José Kentenich, “Hacia el Padre”, N°343)
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
Párrafo 1
EL HIJO DE DIOS SE HIZO HOMBRE
I. Por qué el Verbo se hizo carne
456 Con el Credo Niceno-Constantinopolitano respondemos confesando: "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre" (DS 150).
457 El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: "Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10). "El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo" (1 Jn 4, 14). "Él se manifestó para quitar los pecados" (1 Jn 3, 5):
«Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado?» (San Gregorio de Nisa, Oratio catechetica, 15: PG 45, 48B).
458 El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: "En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1 Jn 4, 9). "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).
459 El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: "Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí ... "(Mt 11, 29). "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte de la Transfiguración, ordena: "Escuchadle" (Mc 9, 7;cf. Dt 6, 4-5). Él es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la Ley nueva: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (cf. Mc 8, 34).
460 El Verbo se encarnó para hacernos "partícipes de la naturaleza divina" (2 P 1, 4): "Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 19, 1). "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (San Atanasio de Alejandría, De Incarnatione, 54, 3: PG 25, 192B). Unigenitus [...] Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes, naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo ("El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres") (Santo Tomás de Aquino, Oficio de la festividad del Corpus, Of. de Maitines, primer Nocturno, Lectrua I).
II. La Encarnación
461 Volviendo a tomar la frase de san Juan ("El Verbo se encarnó": Jn 1, 14), la Iglesia llama "Encarnación" al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación. En un himno citado por san Pablo, la Iglesia canta el misterio de la Encarnación:
«Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp 2, 5-8; cf. Liturgia de las Horas, Cántico de las Primeras Vísperas de Domingos).
462 La carta a los Hebreos habla del mismo misterio:
«Por eso, al entrar en este mundo, [Cristo] dice: No quisiste sacrificio y oblación; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo [...] a hacer, oh Dios, tu voluntad!» (Hb 10, 5-7; Sal 40, 7-9 [LXX]).
463 La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana: "Podréis conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios" (1 Jn 4, 2). Esa es la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos cuando canta "el gran misterio de la piedad": "Él ha sido manifestado en la carne" (1 Tm 3, 16).
ARTÍCULO 3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
El misterio de Navidad
525 Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre (cf. Lc 2, 6-7); unos sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo (cf. Lc 2, 8-20). La Iglesia no se cansa de cantar la gloria de esta noche:
«Hoy la Virgen da a luz al Transcendente.
Y la tierra ofrece una cueva al Inaccesible.
Los ángeles y los pastores le alaban.
Los magos caminan con la estrella:
Porque ha nacido por nosotros,
Niño pequeñito
el Dios eterno»
(San Romano Melodo, Kontakion, 10)
526 "Hacerse niño" con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino (cf. Mt 18, 3-4); para eso es necesario abajarse (cf. Mt 23, 12), hacerse pequeño; más todavía: es necesario "nacer de lo alto" (Jn 3,7), "nacer de Dios" (Jn 1, 13) para "hacerse hijos de Dios" (Jn 1, 12). El misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en nosotros (Ga 4, 19). Navidad es el misterio de este "admirable intercambio":
«¡Oh admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de la Virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad» (Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Antífona de I y II Vísperas: Liturgia de las Horas).
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO TERCERO
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
ARTÍCULO 8
“CREO EN EL ESPÍRITU SANTO”
El Espíritu Santo, el don de Dios
736 Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu, que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza"(Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos a nosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5, 25):
«Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 15, 36: PG 32, 132).
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