Durante
el ángelus de hoy 22 de diciembre, día del IV Domingo de Adviento el Santo
Padre Francisco rezó con los miles de fieles y peregrinos que se habían dado
cita en la Plaza de San Pedro.
Antes de invocar a la Madre de Dios, el Obispo
de Roma recordó que en esta ocasión el Evangelio nos relata los hechos que
precedieron al nacimiento de Jesús, y que el evangelista Mateo nos los presenta
desde el punto de vista de San José, el esposo prometido de la Virgen María.
Se trata
de un Evangelio que nos muestra toda la grandeza de espíritu de San José.
Puesto que para él, que estaba siguiendo un buen proyecto de vida, Dios le
reservó una misión más grande.
Destacó el Papa que José “era un hombre que
escuchaba siempre la voz de Dios”, “un hombre atento a los mensajes que le
llegaban de lo profundo de su corazón y de lo alto”. Y dijo que “no se obstinó
en perseguir su proyecto de vida”, ni “permitió que el rencor le envenenara el
ánimo”, sino que estuvo dispuesto a la novedad que, “de modo desconcertante”,
se le presentaba.
Esta fue
la razón por la que San José se volvió “más libre y grande aún”. Libertad que,
como afirmó Francisco, “nos interpela” a todos y nos muestra el camino. De ahí
que el Pontífice afirmara que nos disponemos entonces a celebrar la Navidad
contemplando a María y a José: María, la mujer llena de gracia que tuvo el
valor de encomendarse totalmente a la Palabra de Dios, y José, “el hombre fiel
y justo”, que prefirió “creer al Señor en lugar de escuchar las voces de la
duda y del orgullo humano”.
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy en
este cuarto Domingo de Adviento, el Evangelio narra los acontecimientos que se
produjeron hasta el nacimiento de Jesús. El evangelista Mateo lo presenta desde
el punto de vista de San José, la virgen desposada de José y María que vivía en
Nazaret.
María,
después de acoger con satisfacción el anuncio del ángel se quedó embarazada a
través del Espíritu Santo. Cuando José se da cuenta de este hecho, no daba
crédito. En el Evangelio no se explica cuáles fueron sus pensamientos, pero nos
dice la respuesta esencial: que se haga la voluntad de Dios. En lugar de
defender y hacer valer sus derechos, José elige una solución que le supone un
sacrificio enorme: porque era hombre justo y no quería acusarla públicamente.
José
pretende hacer la voluntad de Dios y decide, con gran tristeza, decir adiós a
María en secreto. Nosotros debemos meditar sobre estas palabras. Una prueba
similar al sacrificio de Abraham, cuando Dios le pidió a su hijo Isaac dar lo
más preciado, la persona más querida.
Pero,
como en el caso de Abraham, el Señor interviene, encontró la fe y se abre de
una manera diferente, una forma de amor y felicidad. "José – le dice – no
tengas miedo de ir con María. El niño que nacerá de ella es del Espíritu Santo
"(Mt 1,20).
Este
Evangelio nos muestra toda la grandeza de San José. Estaba siguiendo un plan en
su vida, pero Dios le dio otro plan, una misión más grande. José fue un hombre
que siempre escuchó la voz de Dios, era un hombre atento a los mensajes que
llegaron desde las profundidades del corazón y del cielo. Y así llegó a ser aún
más libre y grande, aceptándo el plan del Señor, José es pleno más allá de sí
mismo. Esta libertad para renunciar a lo que es suyo, a la posesión de su
propia existencia y su disponibilidad total dentro de la voluntad de Dios, nos
muestra el camino.
Tenemos que celebrar la Navidad contemplando a
María y José, María, la mujer llena de gracia que tuvo el coraje de confiar
totalmente en la palabra de Dios; José, fiel y justo quien prefirió creer al
Señor en vez de escuchar las voces de la duda y del orgullo humano. Con ellos,
caminamos juntos hacia Belén.
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