domingo, 1 de diciembre de 2013

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO * 1º de Diciembre

Miles de peregrinos han desafiado el frío en este primer día de Diciembre, en la Plaza de San Pedro, en Roma, para asistir al rezo del Ángelus del Papa Francisco. Un inicio de mes que, también coincide con el inicio de un nuevo Año Litúrgico que se estrena con el Adviento, Tiempo que prepara a la Navidad. 

Durante el ángelus de hoy 1 de diciembre, día del primer Domingo de Adviento, Papa Francisco explicó que se trata de una peregrinación universal hacia una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén, donde surge el templo del Señor, porque desde allí ha venido la revelación del rostro de Dios y de su ley.
Y así como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de volver a partir, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Porque el tiempo de Adviento, que nuevamente comenzamos, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona puesto que está fundada en la Palabra de Dios.


.Durante su alocución el Santo Padre definió este nuevo Ciclo Litúrgico como una nueva andadura del Pueblo de Dios que camina con Cristo para que se lleve a plenitud y cumplimiento el Reino de los Cielos. En este itinerario es hermoso ver a la Iglesia que sigue con fidelidad la vocación y misión que le ha dado la Providencia.

El Papa se ha fijado en la Primera Lectura tomada de Isaías, el Profeta por antonomasia del Adviento y que evoca la llega de todas las gentes al Monte Sión cuando esté firme al final de los tiempos. Un momento en el que las armas se tornarán instrumentos de paz y de luz que llenan de alegría. esta es la meta a la que debemos tender porque ahí es donde se cumplirá el "Tiempo del Señor". Francisco ha recordado que, por tanto, el tiempo todavía no se ha cumplido por lo que, en nuestro peregrinar, debemos renovar cada día el horizonte de la esperanza.

El Papa ha puesto como Modelo a la Virgen María y ha dicho que su cántico del Magnificat es la mejor forma de manifestar la aptitud de un pueblo que va hacia Dios en este periodo adventual que desemboca en el Nacimiento de Cristo, porque ilumina a cuantos buscan a Dios y se ponen, devolviéndoles la ilusión que habían perdido.

 Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Comenzamos hoy, Primer Domingo de Adviento, un nuevo Año Litúrgico, es decir un nuevo camino del Pueblo de Dios con Jesucristo, nuestro Pastor, que nos guía en la historia hacia el cumplimiento del Reino de Dios. Por esto este día tiene un atractivo especial, nos hace experimentar un sentimiento profundo del sentido de la historia. Redescubrimos la belleza de estar todos en camino: la Iglesia, con su vocación y misión, y la humanidad entera está en camino, los pueblos, las civilizaciones, las culturas, todos en camino a través de los senderos del tiempo.
 Pero ¿en camino hacia dónde? ¿Hay una meta común? ¿Y cuál es esta meta? El Señor nos responde a través del profeta Isaías. Y dice así: "Sucederá en días futuros que el templo del Señor será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: 'Vengan, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos'". (2, 2-3).
Esto es lo que dice Isaías sobre la meta hacia la que vamos. Es una peregrinación universal hacia una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén, donde surge el templo del Señor, porque desde allí, de Jerusalén, ha venido la revelación del rostro de Dios y de su ley.
 La revelación ha encontrado en Jesucristo su cumplimiento, es el "templo del Señor", Jesucristo. Él mismo se ha vuelto el templo, el Verbo hecho carne: es Él la guía y al mismo tiempo la meta de nuestra peregrinación, de la peregrinación de todo el Pueblo de Dios; y a su luz también los demás pueblos pueden caminar hacia el Reino de la justicia y hacia el Reino de la paz. Dice además el profeta: "Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra" (2, 4).
Me permito de repetir esto que dice el profeta, escuchen bien: "Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra". ¿Pero cuándo sucederá esto?
 Qué hermoso día será ese en el que las armas sean desarmadas, para ser transformadas en instrumentos de trabajo. ¡Qué hermoso día será éste! Y esto es posible. Apostemos a la esperanza. La esperanza de una paz. Y será posible.
Este camino no ha concluido. Como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de volver a partir, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Ese es el horizonte para hacer un buen camino.
 El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo comenzamos, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios. ¡Una esperanza que no decepciona sencillamente porque el Señor no decepciona jamás! Él es fiel, Él no decepciona. ¡Pensemos y sintamos esta belleza!

 El modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar en la vida, es la Virgen María. ¡Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en su corazón toda la esperanza de Dios! En su seno, la esperanza de Dios ha tomado carne, se ha hecho hombre, se ha hecho historia: Jesucristo. Su Magníficat es el cántico del Pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y las mujeres que esperan en Dios, en el poder de su misericordia. Dejémonos guiar por Ella, que es Madre, es mamá, y sabe cómo guiarnos. Dejémonos guiar por Ella en este tiempo de espera y de vigilancia activa.

Después del rezo mariano y del responso por los difuntos, el Obispo de Roma, recordó que este domingo es la Jornada Mundial contra el Sida y el HIV, deseando que se brinde el acceso a los cuidados necesarios a todos los enfermos, sin exclusión, invitando a rezar por los afectados, en particular por los niños y destacando la labor abnegada y silenciosa de los misioneros:
«Queridos hermanos y hermanas
Hoy es la Jornada Mundial de lucha contra el HIV/SIDA. Expresemos nuestra cercanía a las personas que padecen, en especial a los niños. Una cercanía que es muy concreta por el compromiso silencioso de tantos misioneros y agentes. Recemos por todos, también por los médicos e investigadores. Que cada enfermo, sin exclusión alguna, pueda acceder a los cuidados que necesita».

El Papa saludó con afecto a todos los peregrinos presentes. A las familias, las parroquias y las asociaciones. En particular, a los provenientes de Madrid y al Coro "Florilège" de Bélgica. Así como al grupo "Familias Unidas" de Solofra y a la Asociación artística obrera de Roma.
Y terminó sus saludos deseando a todos un buen comienzo de Adviento y un buen almuerzo.
Fuente: RadioVaticana







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