Y así como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de volver a partir, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Porque el tiempo de Adviento, que nuevamente comenzamos, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona puesto que está fundada en la Palabra de Dios.
.Durante
su alocución el Santo Padre definió este nuevo Ciclo Litúrgico como una nueva
andadura del Pueblo de Dios que camina con Cristo para que se lleve a plenitud
y cumplimiento el Reino de los Cielos. En este itinerario es hermoso ver a la
Iglesia que sigue con fidelidad la vocación y misión que le ha dado la
Providencia.
El Papa
se ha fijado en la Primera Lectura tomada de Isaías, el Profeta por antonomasia
del Adviento y que evoca la llega de todas las gentes al Monte Sión cuando esté
firme al final de los tiempos. Un momento en el que las armas se tornarán
instrumentos de paz y de luz que llenan de alegría. esta es la meta a la que
debemos tender porque ahí es donde se cumplirá el "Tiempo del Señor".
Francisco ha recordado que, por tanto, el tiempo todavía no se ha cumplido por
lo que, en nuestro peregrinar, debemos renovar cada día el horizonte de la
esperanza.
El
Papa
ha puesto como Modelo a la Virgen María y ha dicho que su cántico del
Magnificat es la mejor forma de manifestar la aptitud de un pueblo que
va hacia
Dios en este periodo adventual que desemboca en el Nacimiento de Cristo,
porque
ilumina a cuantos buscan a Dios y se ponen, devolviéndoles la ilusión
que
habían perdido.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Pero ¿en camino hacia dónde? ¿Hay una meta común? ¿Y cuál es esta meta? El Señor nos responde a través del profeta Isaías. Y dice así: "Sucederá en días futuros que el templo del Señor será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: 'Vengan, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos'". (2, 2-3).
Esto es lo que dice Isaías sobre la meta hacia la que vamos. Es una peregrinación universal hacia una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén, donde surge el templo del Señor, porque desde allí, de Jerusalén, ha venido la revelación del rostro de Dios y de su ley.
Me permito de repetir esto que dice el profeta, escuchen bien: "Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra". ¿Pero cuándo sucederá esto?
Qué hermoso día será ese en el que las armas sean desarmadas, para ser transformadas en instrumentos de trabajo. ¡Qué hermoso día será éste! Y esto es posible. Apostemos a la esperanza. La esperanza de una paz. Y será posible.
Este camino no ha concluido. Como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de volver a partir, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Ese es el horizonte para hacer un buen camino.
El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo comenzamos, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios. ¡Una esperanza que no decepciona sencillamente porque el Señor no decepciona jamás! Él es fiel, Él no decepciona. ¡Pensemos y sintamos esta belleza!
El modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar en la vida, es la Virgen María. ¡Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en su corazón toda la esperanza de Dios! En su seno, la esperanza de Dios ha tomado carne, se ha hecho hombre, se ha hecho historia: Jesucristo. Su Magníficat es el cántico del Pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y las mujeres que esperan en Dios, en el poder de su misericordia. Dejémonos guiar por Ella, que es Madre, es mamá, y sabe cómo guiarnos. Dejémonos guiar por Ella en este tiempo de espera y de vigilancia activa.
Después del rezo mariano y del responso por los difuntos, el Obispo de Roma, recordó que este domingo es la Jornada Mundial contra el Sida y el HIV, deseando que se brinde el acceso a los cuidados necesarios a todos los enfermos, sin exclusión, invitando a rezar por los afectados, en particular por los niños y destacando la labor abnegada y silenciosa de los misioneros:
«Queridos hermanos y hermanas
Hoy es la Jornada Mundial de lucha contra el HIV/SIDA. Expresemos nuestra cercanía a las personas que padecen, en especial a los niños. Una cercanía que es muy concreta por el compromiso silencioso de tantos misioneros y agentes. Recemos por todos, también por los médicos e investigadores. Que cada enfermo, sin exclusión alguna, pueda acceder a los cuidados que necesita».
El Papa saludó con afecto a todos los peregrinos presentes. A las familias, las parroquias y las asociaciones. En particular, a los provenientes de Madrid y al Coro "Florilège" de Bélgica. Así como al grupo "Familias Unidas" de Solofra y a la Asociación artística obrera de Roma.
Y terminó sus saludos deseando a todos un buen comienzo de Adviento y un buen almuerzo.
Fuente: RadioVaticana
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