Hemos llegado al último domingo de Adviento, antesala inmediata del tiempo de Navidad. Estamos ya muy cerquita de tocar y adorar el Misterio de Dios Hecho Humano por nosotros, o, como dice el Evangelio de san Mateo, del Dios-con-nosotros.
Dos personajes nos esperan en la puerta: José y María. Dos cualidades los distinguen: la fe y la humildad. Sin ellas y sin ellos, no podemos tener acceso al Pesebre de Belén.
Y es que Dios no llega al mundo entre la fanfarria de la música celestial ni los oropeles de los ejércitos sobrenaturales. Tampoco llega rodeado del esplendor de los poderosos. Ni ha elegido a sus padres entre la realeza de palacio.
Dios es así. Por eso es tan difícil comprender todo el ruido que se monta en estas fiestas ni las luces multicolores ni ese ir y venir de las multitudes, en carrera frenética por comprar algo.
El último domingo de Adviento culmina con la presentación de José, el hombre que descubrirá en sueños una especial paternidad junto a su esposa, María, la Virgen que concebirá y dará a luz un hijo, Emanuel, Dios con nosotros.
En Jesucristo llegará a su fin la espera histórica, cuando Él vuelva en gloria se cumplirá lo que la fe del pueblo sabe: “vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos”.
Por eso el libro de Isaías transmite un clamor urgente: “Cielos, destilen el rocío, nubes, derramen al Justo; ábrase la tierra y brote al Salvador”.
PRIMERA LECTURA:
La profecía de Isaías donde revela de que manera vendrá al mundo el Emmanuel, salvador del mundo que quiere decir “Dios con nosotros”.
"En
aquellos días, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo
hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Palabra de Dios
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Palabra de Dios
TE
ALABRAMOS SEÑOR.
Salmo (Sal 23,1-2.3-4ab.5)
R/. Va a entrar el Señor, él es
el Rey de la gloria
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Segunda Lectura
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (1,1-7):
"Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor. Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo".
Palabra de Dios
TE
ALABAMOS SEÑOR.
Lectura
del Santo Evangelio según San Mateo (1,18-24)
"El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba
desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba
un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no
quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un
ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en
llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del
Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.
Palabra del Señor
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.
Palabra del Señor
GLORIA A TI SEÑOR JESUS.
Si quisiéramos exponer en una palabra la síntesis de la liturgia de la Palabra
de este cuarto domingo de adviento podríamos decir: "Emmanuel: que
significa Dios con nosotros". Este domingo es una especie de vigilia
litúrgica de la Navidad. En él se anuncia la llegada inminente del Hijo de
Dios. Se subraya que este niño que nacerá en Belén es el prometido por las
Escrituras y constituye la plena realización de la Alianza entre Dios y los
hombres. La primera lectura (1L) expone el oráculo del profeta Isaías. El rey
Acaz desea aliarse con el rey de Asiria para defenderse de las acechanzas de
sus vecinos (rey de Damasco y rey de Samaria). Isaías se opone a cualquier
alianza que no sea la alianza de Yavéh. Lo que el profeta propone al rey es una
respuesta de fe y de confianza total en la providencia de Dios, verdadero rey
de Jerusalén. El rey Acaz debía confiar en el Señor y no aliarse con ningún
otro rey. Sin embargo, el rey Acaz ve las cosas desde un punto de vista terreno
y naturalista: desea aliarse con el más fuerte, el rey de Asiria. Isaías sale a
su encuentro y lo apremia: "pide un signo y Dios te lo dará. Ten confianza
en Él". Sin embargo, el rey Acaz teme abandonarse en las manos de Dios y
se excusa diciendo: "no pido ningún signo". En su interior había
decidido la alianza con los hombres despreciando el precepto de Dios. Isaías se
molesta y le ofrece el signo: "la Virgen está encinta y da a luz un hijo y
le pone por nombre Emmanuel, es decir, Dios con nosotros". La tradición cristiana
ha visto en este oráculo un anuncio del nacimiento de Cristo de una virgen
llamada María (EV). Así lo interpreta el Evangelio de Mateo cuando considera la
concepción virginal y del nacimiento de Cristo: María esperaba un hijo por obra
del Espíritu Santo. Esta fe en Cristo se recoge admirablemente en el exordio de
la carta a los romanos. San Pablo ofrece una admirable confesión de fe en
Cristo Señor. Nacido según lo humano de la estirpe de David; constituido, según
el Espíritu Santo, Hijo de Dios (2L). Pablo subraya el origen divino del Mesías
y, al mismo tiempo, su naturaleza humana como "nacido de la estirpe de
David". Verdadero Dios y verdadero hombre.
La
voluntad de Dios se manifiesta de mil maneras en nuestra existencia. Es
voluntad de Dios nuestra creación y el don inconmensurable de la fe. Es
voluntad de Dios mi salvación. Es voluntad de Dios mi pertenencia a la Iglesia
católica. Es voluntad de Dios mi misión en esta vida, mi familia, mis deberes
cotidianos. También es voluntad de Dios mi salud y los avatares, a veces
difíciles, de nuestra vida. Dios me va revelando esta voluntad progresivamente
y es necesario tener la capacidad de leer todo esto en la fe. Lo verdaderamente
importante es conformar la propia voluntad con la voluntad de Dios como lo hizo
María, como lo hizo José. Sólo quien sabe renunciar a su propio egoísmo para
acoger la voluntad de Dios puede ser verdaderamente feliz.
La
virginal gravidez de la Virgen será signo de salvación porque de ella nacerá el
“Dios-con-nosotros”. Como si hasta María, Dios fuera “simplemente” Dios, y
desde María, “Dios-con-nosotros”.
.
En este domingo aparece también la figura de María, fiel esclava del Señor, en
quien se cumple el plan salvífico. Ella es la verdadera "arca de la
alianza" en cuyo seno virginal se encarna el Verbo divino. Ella brilla por
su disponibilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo. Este fiat de María
"Hágase en mí" ha decidido, desde el punto de vista humano, la
realización del misterio divino. Se da una plena consonancia con las palabras
del Hijo, que, según la carta a los Hebreos, al venir al mundo dice al Padre:
"Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo... He
aquí que vengo... a hacer, oh Dios, tu voluntad" (Hb 10, 5-7). El misterio
de la Encarnación se ha realizado en el momento en el cual María ha pronunciado
su fiat: "Hágase en mí según tu palabra", haciendo posible, en cuanto
concernía a ella según el designio divino, el cumplimiento del deseo de su
Hijo." (Redemptoris Mater 14). ¡Qué modelo de obediencia de fe a las
palabras divinas! Aquello que había sido anudado por la virgen Eva, ha sido
desatado por la Virgen María. Aquel abandono de fe que no supo dar el rey Acaz,
se ve fielmente realizado en María que dio su pleno consentimiento a la acción
de Dios.
San
José es el ejemplo de quienes saben que hay situaciones vitales que exigen una
decisión fundamental desde una “lectura” de fe; que no pueden ser tomadas desde
la desnuda voluntad humana, sino desde la que se decide desde Dios.
Por otra parte aparece José. El Evangelio nos dice que es el hombre
justo. Conviene tomar esta expresión en su sentido bíblico. Justo es el hombre
que teme a Dios, el hombre piadoso, profundamente religioso; el justo es el
hombre siempre atento a cumplir en todo la voluntad de Dios. José advierte que
en María se está cumpliendo algo extraordinario, comprende la acción del
Altísimo, su cercanía y su santidad. Experimenta el temor reverencial de la
presencia de Dios, la indignidad de estar en la presencia de Dios. Es la misma
experiencia de Moisés, de Isaías, de Jeremías, de Ezequiel. El ángel lo
conforta, lo confirma en su misión de custodio de la Sagrada Familia, le habla
de la grandeza del Hijo que nacerá de María. Y José acepta con sencillez la
revelación de Dios y se somete filialmente aunque no comprende todo el plan de
Dios. Se confió en las manos de Dios.
CUARTA PARTE
LA ORACIÓN CRISTIANA
LA ORACIÓN CRISTIANA
PRIMERA SECCIÓN
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
LA TRADICIÓN DE LA ORACIÓN
LA TRADICIÓN DE LA ORACIÓN
ARTÍCULO 2
EL CAMINO DE LA ORACIÓN
EL CAMINO DE LA ORACIÓN
En comunión con la santa Madre de Dios
2673 En la oración, el Espíritu Santo nos une a la
Persona del Hijo Único, en su humanidad glorificada. Por medio de ella y en
ella, nuestra oración filial nos pone en comunión, en la Iglesia, con la Madre de Jesús (cf
Hch
1, 14).
2674 Desde el sí dado por la fe en la Anunciación y
mantenido sin vacilar al pie de la cruz, la maternidad de María se extiende
desde entonces a los hermanos y a las hermanas de su Hijo, “que son peregrinos
todavía y que están ante los peligros y las miserias” (LG 62). Jesús, el único
Mediador, es el Camino de nuestra oración; María, su Madre y nuestra Madre es
pura transparencia de Él: María “muestra el Camino” [Odighitria], es su
Signo, según la iconografía tradicional de Oriente y Occidente.
2675 A partir de esta cooperación singular de María a la
acción del Espíritu Santo, las Iglesias han desarrollado la oración a la santa
Madre de Dios, centrándola sobre la persona de Cristo manifestada en sus
misterios. En los innumerables himnos y antífonas que expresan esta oración, se
alternan habitualmente dos movimientos: uno “engrandece” al Señor por las
“maravillas” que ha hecho en su humilde esclava, y por medio de ella, en todos
los seres humanos (cf Lc 1, 46-55); el segundo confía a la Madre de Jesús las
súplicas y alabanzas de los hijos de Dios, ya que ella conoce ahora la humanidad
que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios.
TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO
LA VIDA EN CRISTO
PRIMERA SECCIÓN
LA VOCACIÓN DEL HOMBRE:
LA VIDA EN EL ESPÍRITU
LA VOCACIÓN DEL HOMBRE:
LA VIDA EN EL ESPÍRITU
CAPÍTULO TERCERO
LA SALVACIÓN DE DIOS:
LA LEY Y LA GRACIA
LA SALVACIÓN DE DIOS:
LA LEY Y LA GRACIA
ARTÍCULO 2
GRACIA Y JUSTIFICACIÓN
GRACIA Y JUSTIFICACIÓN
IV. La santidad cristiana
2012. “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para
bien de los que le aman [...] a los que de antemano conoció, también los
predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito
entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los llamó; y a
los que llamó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos
también los glorificó” (Rm 8, 28-30).
2013 “Todos los fieles, de cualquier estado o régimen
de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de
la caridad” (LG 40). Todos son llamados a la santidad: “Sed perfectos como
vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48):
«Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo [...] para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos» (LG 40).
"Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame
a pensar en ti;
te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti;
te ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu
voluntad;
te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti.
Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo,
precisamente porque lo quieres tú, como tú lo
quieras
y durante todo el tiempo que lo quieras".
Amén.
Oración atribuida a Clemente IX se recoge una bella expresión del amor a la Voluntad de Dios.
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