Francisco llega al santuario de Aparecida
Jorge Bergoglio volverá hoy como Francisco al Santuario de Nossa Senhora Aparecida, en el Estado de San Pablo, después de seis años. El regreso del jesuita, convertido en Papa en marzo, al centro de peregrinación católico más importante de Brasil tiene un significado especial: allí, en 2007, coordinó un documento episcopal que se señala como uno de los pilares para su papado. Son 268 páginas en las que la Iglesia hace una crítica sobre su estado y un duro diagnóstico sobre la política y economía de los países latinoamericanos. Francisco le entregó una copia a Cristina Fernández cuando la Presidenta lo visitó en el Vaticano y le recomendó leerlo con una frase porteña: “Para que vaya pescando lo que piensan los obispos…”.
Lo que
piensa la jerarquía católica al respecto no tiene signo positivo. La V
Conferencia del Episcopado Latinoamericano encuentra “motivos de preocupación
ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se
creían superadas, y que no corresponden con la visión cristiana del hombre y de
la sociedad, como nos enseña la doctrina social de la Iglesia”. Además habla
del riesgo del populismo y de la inflación y es crítica con el manejo de
la información de los medios de comunicación mientras insta a los católicos a
tener un rol activo como tales en la sociedad.
Francisco
llegará hoy a Aparecida en helicóptero desde Río de Janeiro. Ahí dará una misa
ante 15.000 fieles quienes podrán estar en el interior de la Basílica. Otros 250.000
lo escucharán y verán a través de pantallas gigantes que ayer ya estaban listas
en la explanada. Banderas argentinas se mezclaban con las de Estados Unidos y
Brasil en la espera. Un coro de 120 personas será parte de la ceremonia. Los
hoteles no tenían habitaciones vacías en esta ciudad que se encuentra a 170
kilómetros de San Pablo.
Los
católicos cuentan que fue ahí en octubre de 1717 –en el valle del río Paraíba–
donde tres pescadores encontraron en las redes el cuerpo y la cabeza de una
talla de la Virgen “Nossa Senhora da Conceição”, la virgen negra, la
“Aparecida” como la llaman todos en Brasil. En 1930 la devoción hizo que la
Virgen fuera proclamada Patrona del país y que en 1984 el Santuario fuera
declarado “nacional”.
Francisco
no es el primer Papa que lo visita. Ya estuvieron Juan Pablo II en 1980 y Benedicto
XVI en 2007 durante la Conferencia Episcopal Latinoamericana en la que
Bergoglio coordinó el documento que hoy adquiere una importancia nueva ante su
papado.
En el
texto se leen algunas de las preocupaciones de Bergoglio como la pobreza o la
trata de personas. También se insiste en el rol de la familia como “patrimonio
de la humanidad” y se pide por la justicia y los derechos humanos de los
pueblos indígenas y las víctimas de la inseguridad y el terrorismo.
En cuanto
a la dimensión socio–política, el documento muestra preocupación ante
determinadas situaciones. Sin dar nombres, la jerarquía católica
latinoamericana asegura que constata “un cierto progreso democrático que
se demuestra en diversos procesos electorales”. Sin embargo, ven “con
preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria
por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte
neopopulista. Esto indica que no basta una democracia puramente formal, fundada
en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una
democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos
humanos”.
Para los
obispos –coordinados por Bergoglio– “una democracia sin valores, como los
mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al
pueblo”.
El papa Francisco llegó el miércoles a la Basílica de
Aparecida, donde lo recibieron millares de fieles que se guarecieron de la
lluvia y el frío con abrigos y paraguas, para una misa ante el santuario de la
santa patrona de Brasil.
Francisco llegó en helicóptero desde la ciudad vecina de Sao José
dos Campos, a donde se trasladó en avión desde Rio de Janeiro, sede de la
Jornada Mundial de la Juventud.
Tras bajar del helicóptero, el papa hizo un recorrido
hasta la basílica en un vehículo abierto en el que iba de pie saludando a la
multitud de fieles que lo aclamaban. Sus agentes de seguridad le acercaron
cinco niños a los que besó a lo largo del recorrido.
Al llegar al templo, se inclinó ante la imagen de la Virgen de
Aparecida y permaneció ante ella en silencio con ojos llorosos.
El pontífice argentino fue aclamado por la multitud que se
aglomeraba frente al gigantesco templo en el interior del estado de Sao Paulo
que recibe a peregrinos de todo el país que acuden a rendir ofrendas y rezar
ante Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil.
El pontífice argentino fue aclamado por la multitud que se
aglomeraba frente al gigantesco templo en el interior del estado de Sao Paulo
que recibe a peregrinos de todo el país que acuden a rendir ofrendas y rezar
ante Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil.
"Puede haber lluvia o sol, frío helado o calor sofocante, que
miles y miles de personas vendrán a ver a nuestro papa porque esa es
la fuerza de la fe del pueblo brasileño", manifestó Taina Alves dos
Santos, una secretaria de 29 años de edad, tiritando de frío bajo la llovizna.
Un frente frío afecta la zona sudeste de Brasil desde la llegada
del papa a Brasil el lunes.
De hecho, el mal tiempo obligó al prelado a cambiar su viaje
desde Rio, que iba a ser en helicóptero hasta Aparecida. Sin embargo, la lluvia
y los fuertes vientos lo obligaron a tomar un avión hasta Sao José dos Campos y
desde allí continuar el viaje en helicóptero hasta la sede de la misa papal.
En Sao José dos Campos había millares de fieles apostados contra
la cerca que rodea la terminal aérea para ver a Francisco, quien los saludó a
la distancia antes de abordar el helicóptero.
Antes de la llegada del papa a Aparecida, un animador
dirigía a la multitud en himnos y cantos de "Francisco, Francisco".
En medio del ondear de banderas, los asistentes cantaban con entusiasmo las
canciones que emanaban de los altavoces.
Fieles en Brasil se mostraron impresionados con el estilo humilde
del primer jefe del catolicismo mundial proveniente de América Latina. Ese es
el caso de Isabel de Jesús, de 56 años, una devota de San Francisco de Asís que
viajó desde la ciudad de Sao Paulo para ver al papa en Aparecida.
"Él es el santo de los pobres, y por lo que veo,
el papa Francisco es también el pontífice de los pobres. Es una
persona humilde y llena de amor por los pobres. Creo que él va a luchar por los
pobres y yo estoy aquí para animarlo a dar esa lucha", expresó De Jesús,
de 56 años, mientras se resguardaba de la llovizna helada bajo un alero junto a
su esposo.
Durante la misa en Aparecida el pontífice pronunciará la primera
homilía pública desde su llegada a Brasil el lunes para participar en la
Jornada Mundial de la Juventud, que atrajo a millares de peregrinos de todo el
mundo a Rio de Janeiro.
El prelado tiene previsto volver a Rio al final del día para
visitar un centro de atención de a drogadictos.
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
Queridos hermanos y hermanas
¡Qué alegría venir a la casa de la Madre de todo brasileño, el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida!
Al día siguiente de mi elección como Obispo de Roma fui a la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, con el fin de encomendar a la Virgen mi ministerio como Sucesor de Pedro. Hoy he querido venir aquí para pedir a María, nuestra Madre, el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud, y poner a sus pies la vida del pueblo latinoamericano.
Quisiera ante todo decirles una cosa. En este santuario, donde hace seis años se celebró la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, ha ocurrido algo muy hermoso, que he podido constatar personalmente: ver cómo los obispos —que trabajaban sobre el tema del encuentro con Cristo, el discipulado y la misión— se sentían alentados, acompañados y en cierto sentido inspirados por los miles de peregrinos que acudían cada día a confiar su vida a la Virgen: aquella Conferencia ha sido un gran momento de Iglesia.
Y, en efecto, puede decirse que el Documento de Aparecida nació precisamente de esta urdimbre entre el trabajo de los Pastores y la fe sencilla de los peregrinos, bajo la protección materna de María. La Iglesia, cuando busca a Cristo, llama siempre a la casa de la Madre y le pide: «Muéstranos a Jesús». De ella se aprende el verdadero discipulado. He aquí por qué la Iglesia va en misión siguiendo siempre la estela de María.
Hoy, en vista de la Jornada Mundial de la Juventud que me ha traído a Brasil, también yo vengo a llamar a la puerta de la casa de María —que amó a Jesús y lo educó— para que nos ayude a todos nosotros, Pastores del Pueblo de Dios, padres y educadores, a transmitir a nuestros jóvenes los valores que los hagan artífices de una nación y de un mundo más justo, solidario y fraterno. Para ello, quisiera señalar tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría.
1. Mantener la esperanza. La Segunda Lectura de la Misa presenta una escena dramática: una mujer —figura de María y de la Iglesia— es perseguida por un dragón —el diablo— que quiere devorar a su hijo. Pero la escena no es de muerte sino de vida, porque Dios interviene y pone a salvo al niño (cf. Ap12,13a-16.15-16a). Cuántas dificultades hay en la vida de cada uno, en nuestra gente, nuestras comunidades. Pero, por más grandes que parezcan, Dios nunca deja que nos hundamos.
Ante el desaliento que podría haber en la vida, en quien trabaja en la evangelización o en aquellos que se esfuerzan por vivir la fe como padres y madres de familia, quisiera decirles con fuerza: Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona. Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón. El «dragón», el mal, existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza.
Cierto que hoy en día, todos un poco, y también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer. Con frecuencia se abre camino en el corazón de muchos una sensación de soledad y vacío, y lleva a la búsqueda de compensaciones, de estos ídolos pasajeros. Queridos hermanos y hermanas, seamos luces de esperanza. Tengamos una visión positiva de la realidad. Demos aliento a la generosidad que caracteriza a los jóvenes, ayudémoslos a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor: son un motor poderoso para la Iglesia y para la sociedad. Ellos no sólo necesitan cosas.
Necesitan sobre todo que se les propongan esos valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de un pueblo. Casi los podemos leer en este santuario, que es parte de la memoria de Brasil: espiritualidad, generosidad, solidaridad, perseverancia, fraternidad, alegría; son valores que encuentran sus raíces más profundas en la fe cristiana.
2. La segunda actitud: dejarse sorprender por Dios. Quien es hombre, mujer de esperanza —la gran esperanza que nos da la fe— sabe que Dios actúa y nos sorprende también en medio de las dificultades. Y la historia de este santuario es un ejemplo: tres pescadores, tras una jornada baldía, sin lograr pesca en las aguas del Río Parnaíba, encuentran algo inesperado: una imagen de Nuestra Señora de la Concepción. ¿Quién podría haber imaginado que el lugar de una pesca infructuosa se convertiría en el lugar donde todos los brasileños pueden sentirse hijos de la misma Madre?
Dios nunca deja de sorprender, como con el vino nuevo del Evangelio que acabamos de escuchar. Dios guarda lo mejor para nosotros. Pero pide que nos dejemos sorprender por su amor, que acojamos sus sorpresas. Confiemos en Dios. Alejados de él, el vino de la alegría, el vino de la esperanza, se agota. Si nos acercamos a él, si permanecemos con él, lo que parece agua fría, lo que es dificultad, lo que es pecado, se transforma en vino nuevo de amistad con él.
3. La tercera actitud: vivir con alegría. Queridos amigos, si caminamos en la esperanza, dejándonos sorprender por el vino nuevo que nos ofrece Jesús, ya hay alegría en nuestro corazón y no podemos dejar de ser testigos de esta alegría. El cristiano es alegre, nunca triste. Dios nos acompaña. Tenemos una Madre que intercede siempre por la vida de sus hijos, por nosotros, como la reina Esther en la Primera Lectura (cf. Est 5,3).
Jesús nos ha mostrado que el rostro de Dios es el de un Padre que nos ama. El pecado y la muerte han sido vencidos. El cristiano no puede ser pesimista. No tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo. Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se «inflamará» de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor.
Como decía Benedicto XVI: «El discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro» (Discurso Inaugural de la V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, 13 de mayo 2007: Insegnamenti III/1 [2007], p. 861).
Queridos amigos, hemos venido a llamar a la puerta de la casa de María. Ella nos ha abierto, nos ha hecho entrar y nos muestra a su Hijo. Ahora ella nos pide: «Hagan todo lo que él les diga» (Jn 2,5). Sí, Madre nuestra, nos comprometemos a hacer lo que Jesús nos diga. Y lo haremos con esperanza, confiados en las sorpresas de Dios y llenos de alegría. Que así sea.
Madre Aparecida, como Tú un día,
Así me siento hoy delante de ti y de Dios,
Que nos propone una misión para la vida
Los cuales contornos y límites no conocemos,
Las cuales exigencias apenas entrevemos.
Pero en Tu fe, gracias a la cual
“nada es imposible para Dios”
Tu, oh Madre, nos has flaqueado
Y yo no puedo flaquear.
Así me siento hoy delante de ti y de Dios,
Que nos propone una misión para la vida
Los cuales contornos y límites no conocemos,
Las cuales exigencias apenas entrevemos.
Pero en Tu fe, gracias a la cual
“nada es imposible para Dios”
Tu, oh Madre, nos has flaqueado
Y yo no puedo flaquear.
Aquí está la Servidora del Señor,
que se haga en mí según tu Palabra
que se haga en mí según tu Palabra
Así, o Tú o como Tú,
Yo abrazo mi misión
En tus manos pongo mi vida
Y vamos, Tu-Madre y Yo-hijo,
A caminar juntos, a creer juntos,
a luchar juntos, a vencer juntos,
como siempre juntos caminaron Tu y Tu Hijo.
Yo abrazo mi misión
En tus manos pongo mi vida
Y vamos, Tu-Madre y Yo-hijo,
A caminar juntos, a creer juntos,
a luchar juntos, a vencer juntos,
como siempre juntos caminaron Tu y Tu Hijo.
Mujer, aquí está tu Hijo!
Hijo, aquí está tu Madre!
Hijo, aquí está tu Madre!
Madre Aparecida,
Un día llevaste tu Hijo
Al Templo para consagrarlo al Padre
Para que fuera totalmente disponible a la misión.
Llévame hoy al mismo Padre,
Conságrame a Él
Con todo aquello que soy
y con todo aquello que tengo.
Un día llevaste tu Hijo
Al Templo para consagrarlo al Padre
Para que fuera totalmente disponible a la misión.
Llévame hoy al mismo Padre,
Conságrame a Él
Con todo aquello que soy
y con todo aquello que tengo.
Estoy Aquí! Envíame!
Madre Aparecida,
Pongo en tus manos
Y llevo al Padre nuestros y tus jóvenes,
La Jornada Mundial de la Juventud:
Cuánta fuerza, cuánta vida,
Y cuánto dinamismo que germina y florece
Y que puede estar al servicio de la vida
Y de la humanidad.
Pongo en tus manos
Y llevo al Padre nuestros y tus jóvenes,
La Jornada Mundial de la Juventud:
Cuánta fuerza, cuánta vida,
Y cuánto dinamismo que germina y florece
Y que puede estar al servicio de la vida
Y de la humanidad.
Acoge y santifica, oh Padre, a Tú Juventud!
En fin, Madre, te pedimos:
Quédate aquí,
Acoge siempre a tus hijos e hijas peregrinos
Pero ven también con nosotros,
Quédate siempre a nuestro lado
Y acompaña en la misión
La gran familia de fieles,
Sobre todo cuando la Cruz pesa de más
Y sostiene nuestra esperanza y nuestra fe.
Quédate aquí,
Acoge siempre a tus hijos e hijas peregrinos
Pero ven también con nosotros,
Quédate siempre a nuestro lado
Y acompaña en la misión
La gran familia de fieles,
Sobre todo cuando la Cruz pesa de más
Y sostiene nuestra esperanza y nuestra fe.
Sé fiel hasta la muerte y yo
te daré la corona de la vida! Amén.
te daré la corona de la vida! Amén.
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