martes, 2 de julio de 2013

Evangelio domingo XIV T.O.


Durante este tiempo ordinario del año, la Iglesia nos anima a vivir generosamente nuestra vida cristiana.
El Evangelio enfatiza la misión de la Iglesia. 

Todos somos misioneros que traemos paz a los otros y la Buena Nueva: que el Reino de Dios ya comienza entre nosotros. Siempre hay dificultades para la instauración del Reino de Dios, pero la ternura amorosa de Dios es más fuerte que las fuerzas del mal.

La tarea del cristiano es proclamar que Jesús ha llegado o, lo que es lo mismo, que el reino de Dios ha llegado. Una tarea urgente y necesaria para que nuestro mundo sea diferente de lo que es.
Esta tarea, con toda su praxis transformadora de la realidad, debe ser motivo de orgullo y de alegría. Pero no por lo que pueda significar de éxito personal, sino por lo que significa de transformación, de realización efectiva del Reino de Dios. El cristiano debe experimentar la alegría de saber que está colaborando con Dios a hacer un mundo diferente.

 Lectura del Santo Evangelio según san Lucas
                                                       GLORIA A TI SEÑOR!
 


1 Después de esto, el Señor designó a otros setenta y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 
2 Y les dijo: - La mies es abundante y los braceros pocos; por eso, rogad al Señor de la mies que mande braceros a su mies. 
3 ¡En marcha! Mirad que os envío como corderos entre lobos. 4 No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no os paréis a saludar por el camino.  

5 Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: “Paz a esta casa”; 6 si hay allí gente de paz, la paz que les deseáis se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros. 7 Quedaos en esa casa, comed y bebed de lo que tengan, que el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. 8 Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed de lo que os pongan, 9 curad a los enfermos que haya y decidles: “Está cerca de vosotros el reinado de Dios”.





10 Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a las calles y decidles: 11 “Hasta el polvo de este pueblo que se nos ha pegado a los pies nos lo limpiamos, ¡para vosotros! De todos modos, sabed que está cerca el reinado de Dios”. 12 Os digo que el día aquel le será más llevadero a Sodoma que a ese pueblo.

17Los setenta regresaron muy contentos y le dijeron- Señor, hasta los demonios se nos someten por tu nombre. 18 Él les contestó:

- ¡Ya veía yo que Satanás caería del cielo como un rayo! 19 Yo os he dado la potestad de pisar serpientes y escorpiones y todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá haceros daño.

20 Sin embargo, no sea vuestra alegría que se os someten los espíritus; sea vuestra alegría que vuestros nombres están escritos en el cielo.

PALABRA DE DIOS 
GLORIA A TI SEÑOR JESUS!


Juan Pablo II 
 El envío de los setenta y dos
  El evangelista Lucas, que ya ha presentado a Jesús " lleno de Espíritu Santo " y " conducido por el Espíritu en el desierto ", nos hace saber que, después del regreso de los setenta y dos discípulos de la misión confiada por el Maestro, mientras llenos de gozo narraban los frutos de su trabajo, " en aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: " Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito”. Jesús se alegra por la paternidad divina, se alegra porque le ha sido posible revelar esta paternidad; se alegra, finalmente, por la especial irradiación de esta paternidad divina sobre los " pequeños”. Y el evangelista califica todo esto como " gozo en el Espíritu Santo”.
Este " gozo ", en cierto modo, impulsa a Jesús a decir todavía: " Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo sino el Padre; y quien es el Padre sino el Hijo, y aquél a quien se lo quiere revelar”. (Dominum et vivificantem I, 5, 20). 
El Hijo de Dios nos sale al encuentro, nos acoge y se nos manifiesta, nos repite cuanto dijo a los discípulos la tarde de Pascua: « Como el Padre me envió, también yo os envío » (Jn 20, 21).
Una vez más, quien convoca a los jóvenes de todo el mundo es Jesucristo, centro de nuestra vida, raíz de nuestra fe, razón de nuestra esperanza, manantial de nuestra caridad.
Llamados por Él, los jóvenes de todos los rincones del planeta se preguntan por su propio compromiso en la « nueva evangelización », en el surco de la misión confiada a los Apóstoles y a la que cada cristiano está llamado a participar, en razón de su Bautismo y de su pertenencia a la Comunidad eclesial. (Carta a los jóvenes). 
Se ha de subrayar que en los países donde tienen amplia raigambre religiones no cristianas, la presencia de la vida consagrada adquiere una gran importancia, tanto con actividades educativas, caritativas y culturales, como con el signo de la vida contemplativa. Por esto se debe alentar de manera especial la fundación en la nuevas Iglesias de comunidades entregadas a la contemplación, dado que «la vida contemplativa pertenece a la plenitud de la presencia de la Iglesia». (195) Es preciso, además, promover con medios adecuados una distribución equitativa de la vida consagrada en sus varias formas, para suscitar un nuevo impulso evangelizador, bien con el envío de misioneros y misioneras, bien con la debida ayuda de los Institutos de vida consagrada a las diócesis más pobres. (Vita consecrata).






El envío de los discípulos
 542 Cristo es el corazón mismo de esta reunión de los hombres como "familia de Dios". Los convoca en torno a él por su palabra, por sus señales que manifiestan el Reino de Dios, por el envío de sus discípulos. Sobre todo, él realizará la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su Resurrección. "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32). A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres. 
730 Por fin llega la hora de Jesús: Jesús entrega su espíritu en las manos del Padre en el momento en que por su Muerte es vencedor de la muerte, de modo que, "resucitado de los muertos por la Gloria del Padre" (Rm 6,4), en seguida da a sus discípulos el Espíritu Santo exhalando sobre ellos su aliento. A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20,21). 
858 Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, "llamó a los que él quiso, y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" (Mc 3,13-14). Desde entonces, serán sus "enviados" [es lo que significa la palabra griega "apostoloi"]. En ellos continúa su propia misión: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20,21). Por tanto su ministerio es la continuación de la misión de Cristo: "Quien a vosotros recibe, a mí me recibe", dice a los Doce (Mt 10,40). 
863 Toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de san Pedro y de los apóstoles, en comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es "enviada" al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. "La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado". Se llama "apostolado" a "toda la actividad del Cuerpo Místico" que tiende a "propagar el Reino de Cristo por toda la tierra". 
1332 Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se termina con el envío de los fieles ("missio") a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana. 
1506 Cristo invita a sus discípulos a seguirle tomando a su vez su cruz. Siguiéndole adquieren una nueva visión sobre la enfermedad y sobre los enfermos. Jesús los asocia a su vida pobre y humilde. Les hace participar de su ministerio de compasión y de curación: "Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban" (Mc 6,12-13). 
1507 El Señor resucitado renueva este envío ("En mi nombre... impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien", Mc 16,1718) y lo confirma con los signos que la Iglesia realiza invocando su nombre. Estos signos manifiestan de una manera especial que Jesús es verdaderamente "Dios que salva".




Te bendecimos, Padre, dios de los apóstoles y profetas, por Jesús, tu primer enviado en misión de paz y amor, para anunciar a los pobres la buena nueva de la liberación, para curar a los enfermos y cosechar la mies abundante.
Cristo Jesús delegó su misión a los suyos, a nosotros; desde entonces evangelizar es la dicha y vacación de la Iglesia. Jesús nos quiere disponibles, con la libertad de la pobreza, para compartir con los demás lo que tú mismo nos regalas.
Libéranos, Señor, de nosotros mismos, de tanto bagaje y peso inútil, que nos instala y entorpece, para que no perdamos el ritmo de la misión ni ahoguemos tu Espíritu en nosotros.
Amén.


(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 542)





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