Durante este tiempo ordinario del año, la Iglesia nos anima a vivir generosamente nuestra vida cristiana.
El Evangelio enfatiza la misión de la Iglesia.
Todos somos misioneros que traemos paz a los otros y la Buena Nueva: que el Reino de Dios ya comienza entre nosotros. Siempre hay dificultades para la instauración del Reino de Dios, pero la ternura amorosa de Dios es más fuerte que las fuerzas del mal.
La tarea del cristiano es proclamar que Jesús ha llegado o, lo que es lo mismo, que el reino de Dios ha llegado. Una tarea urgente y necesaria para que nuestro mundo sea diferente de lo que es.
Esta tarea, con toda su praxis transformadora de la
realidad, debe ser motivo de orgullo y de alegría. Pero no por lo que pueda
significar de éxito personal, sino por lo que significa de transformación, de
realización efectiva del Reino de Dios. El cristiano debe experimentar la
alegría de saber que está colaborando con Dios a hacer un mundo diferente.
Lectura del Santo Evangelio según san Lucas
GLORIA A TI SEÑOR!
1 Después de
esto, el Señor designó a otros setenta y los mandó por delante, de dos en dos,
a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
2 Y les dijo: - La mies es
abundante y los braceros pocos; por eso, rogad al Señor de la mies que mande
braceros a su mies.
3 ¡En marcha!
Mirad que os envío como corderos entre lobos. 4 No llevéis
bolsa ni alforja ni sandalias, y no os paréis a saludar por el camino.
5 Cuando
entréis en una casa, lo primero saludad: “Paz a esta casa”; 6
si hay allí gente de paz, la paz que les deseáis se posará sobre ellos; si no,
volverá a vosotros. 7 Quedaos en esa casa, comed y bebed de
lo que tengan, que el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. 8
Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed de lo que os pongan, 9
curad a los enfermos que haya y decidles: “Está cerca de vosotros el reinado de
Dios”.
10 Cuando
entréis en un pueblo y no os reciban, salid a las calles y decidles: 11
“Hasta el polvo de este pueblo que se nos ha pegado a los pies nos lo
limpiamos, ¡para vosotros! De todos modos, sabed que está cerca el reinado de Dios”.
12 Os digo que el día aquel le será más llevadero a Sodoma
que a ese pueblo.
17Los setenta
regresaron muy contentos y le dijeron- Señor,
hasta los demonios se nos someten por tu nombre. 18 Él les
contestó:
GLORIA A TI
SEÑOR JESUS!
Juan Pablo II
El envío
de los setenta y dos
El evangelista Lucas, que
ya ha presentado a Jesús " lleno de Espíritu Santo " y "
conducido por el Espíritu en el desierto ", nos hace saber que, después
del regreso de los setenta y dos discípulos de la misión confiada por el Maestro,
mientras llenos de gozo narraban los frutos de su trabajo, " en aquel
momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: " Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas
a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal
ha sido tu beneplácito”. Jesús se alegra por la paternidad divina, se alegra
porque le ha sido posible revelar esta paternidad; se alegra, finalmente, por
la especial irradiación de esta paternidad divina sobre los " pequeños”. Y
el evangelista califica todo esto como " gozo en el Espíritu Santo”.
Este
" gozo ", en cierto modo, impulsa a Jesús a decir todavía: "
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo sino el
Padre; y quien es el Padre sino el Hijo, y aquél a quien se lo quiere revelar”.
(Dominum et vivificantem I, 5, 20).
El Hijo
de Dios nos sale al encuentro, nos acoge y se nos manifiesta, nos repite cuanto
dijo a los discípulos la tarde de Pascua: « Como el Padre me envió, también yo
os envío » (Jn 20, 21).
Una vez
más, quien convoca a los jóvenes de todo el mundo es Jesucristo, centro de
nuestra vida, raíz de nuestra fe, razón de nuestra esperanza, manantial de
nuestra caridad.
Llamados
por Él, los jóvenes de todos los rincones del planeta se preguntan por su
propio compromiso en la « nueva evangelización », en el surco de la misión
confiada a los Apóstoles y a la que cada cristiano está llamado a participar,
en razón de su Bautismo y de su pertenencia a la Comunidad eclesial. (Carta a
los jóvenes).
Se ha de
subrayar que en los países donde tienen amplia raigambre religiones no
cristianas, la presencia de la vida consagrada adquiere una gran importancia,
tanto con actividades educativas, caritativas y culturales, como con el signo
de la vida contemplativa. Por esto se debe alentar de manera especial la
fundación en la nuevas Iglesias de comunidades entregadas a la contemplación,
dado que «la vida contemplativa pertenece a la plenitud de la presencia de la
Iglesia». (195) Es preciso, además, promover con medios adecuados una
distribución equitativa de la vida consagrada en sus varias formas, para
suscitar un nuevo impulso evangelizador, bien con el envío de misioneros y
misioneras, bien con la debida ayuda de los Institutos de vida consagrada a las
diócesis más pobres. (Vita consecrata).
El envío de los discípulos
542 Cristo es el corazón
mismo de esta reunión de los hombres como "familia de Dios". Los
convoca en torno a él por su palabra, por sus señales que manifiestan el Reino
de Dios, por el envío de sus discípulos. Sobre todo, él realizará la venida de
su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su
Resurrección. "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia
mí" (Jn 12,32). A esta unión con Cristo están llamados todos los
hombres.
730 Por
fin llega la hora de Jesús: Jesús entrega su espíritu en las manos del Padre en
el momento en que por su Muerte es vencedor de la muerte, de modo que,
"resucitado de los muertos por la Gloria del Padre" (Rm 6,4), en
seguida da a sus discípulos el Espíritu Santo exhalando sobre ellos su aliento.
A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la
misión de la Iglesia: "Como el Padre me envió, también yo os envío"
(Jn 20,21).
858 Jesús
es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, "llamó a los
que él quiso, y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran con él y
para enviarlos a predicar" (Mc 3,13-14). Desde entonces, serán sus
"enviados" [es lo que significa la palabra griega
"apostoloi"]. En ellos continúa su propia misión: "Como el Padre
me envió, también yo os envío" (Jn 20,21). Por tanto su ministerio es la
continuación de la misión de Cristo: "Quien a vosotros recibe, a mí me recibe",
dice a los Doce (Mt 10,40).
863 Toda
la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de san
Pedro y de los apóstoles, en comunión de fe y de vida con su origen. Toda la
Iglesia es apostólica en cuanto que ella es "enviada" al mundo
entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen
parte en este envío. "La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es
también vocación al apostolado". Se llama "apostolado" a
"toda la actividad del Cuerpo Místico" que tiende a "propagar el
Reino de Cristo por toda la tierra".
1332
Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se
termina con el envío de los fieles ("missio") a fin de que cumplan la
voluntad de Dios en su vida cotidiana.
1506
Cristo invita a sus discípulos a seguirle tomando a su vez su cruz. Siguiéndole
adquieren una nueva visión sobre la enfermedad y sobre los enfermos. Jesús los
asocia a su vida pobre y humilde. Les hace participar de su ministerio de
compasión y de curación: "Y, yéndose de allí, predicaron que se
convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos
enfermos y los curaban" (Mc 6,12-13).
1507 El
Señor resucitado renueva este envío ("En mi nombre... impondrán las manos
sobre los enfermos y se pondrán bien", Mc 16,1718) y lo confirma con los
signos que la Iglesia realiza invocando su nombre. Estos signos manifiestan de
una manera especial que Jesús es verdaderamente "Dios que salva".
Te bendecimos, Padre, dios de los apóstoles y profetas, por Jesús, tu primer enviado en misión de paz y amor, para anunciar a los pobres la buena nueva de la liberación, para curar a los enfermos y cosechar la mies abundante.
Cristo Jesús delegó su misión a los suyos, a nosotros; desde entonces evangelizar es la dicha y vacación de la Iglesia. Jesús nos quiere disponibles, con la libertad de la pobreza, para compartir con los demás lo que tú mismo nos regalas.
Libéranos, Señor, de nosotros mismos, de tanto bagaje y peso inútil, que nos instala y entorpece, para que no perdamos el ritmo de la misión ni ahoguemos tu Espíritu en nosotros.
Amén.
(Tomado
de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 542)
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