VATICANO, 31 Jul. 13 / 11:05 am (ACI/EWTN Noticias).-
El papa Francisco celebró hoy una misa en la Iglesia San Ignacio de Loyola, en el centro de Roma, en una ceremonia que significara el encuentro con sus confraternos jesuitas.
El Papa Francisco celebró este miércoles la Misa por la fiesta de San Ignacio de Loyola donde recordó a los jesuitas que su lema "Iesus Hominum Salvator" los llama a tener siempre como centro a Cristo y a la Iglesia, a quienes deben servir
El papa llegó a la Iglesia entornó a las 8:00 horas (6:00 GMT) a bordo del coche utilitario que utiliza últimamente para sus desplazamientos, y en el exterior le esperaba un pequeño grupo de personas.
La celebración se realizó en ocasión de la fiesta de San Ignacio de Loyola,
fundador de la Compañía de Jesús, a la que pertenece el papa argentino.
La misa estuvo reservada exclusivamente a los sacerdotes jesuitas y a los empleados de las estructuras que pertenecen a esta Orden, así como a dos congregaciones de monjas que se inspiran en San Ignacio.
Durante el vuelo de regreso de su viaje a Brasil en la rueda de prensa con los periodistas que volaban con él, el papa Francisco aseguró que se sentía jesuita, "en la espiritualidad de los Ejercicios y del corazón".
La misa estuvo reservada exclusivamente a los sacerdotes jesuitas y a los empleados de las estructuras que pertenecen a esta Orden, así como a dos congregaciones de monjas que se inspiran en San Ignacio.
Durante el vuelo de regreso de su viaje a Brasil en la rueda de prensa con los periodistas que volaban con él, el papa Francisco aseguró que se sentía jesuita, "en la espiritualidad de los Ejercicios y del corazón".
El Santo Padre indicó que esto lleva a los jesuitas "a ser ‘descentrados’, a tener siempre delante a ‘Cristo siempre mayor’... Cristo es nuestra vida. A la centralidad de Cristo corresponde también la centralidad de la Iglesia: son dos fuegos que no se pueden separar: yo no puedo seguir a Cristo si no en la Iglesia y con la Iglesia. Y también en este caso, nosotros los jesuitas y toda la Compañía, estamos por decirlo así ‘desplazados’, estamos al servicio de Cristo y de la Iglesia". "Ser hombres radicados y fundados en la Iglesia: así nos quiere Jesús. No puede haber caminos paralelos o aislados. Sí, caminos de búsqueda, caminos creativos, sí, es importante; ir hacia las periferias... pero siempre en comunidad con la Iglesia, con esta pertenencia que nos da el valor para ir hacia adelante", señaló. Por ello, los exhortó a "dejarse conquistar por Cristo. Yo busco a Jesús y lo sirvo porque Él me ha buscado en primer lugar... En español hay una palabra que es muy descriptiva: ‘Él nos primerea’. Es siempre el primero... Ser conquistado por Dios para ofrecer a este Rey toda nuestra persona y nuestra fatiga... imitarlo en el soportar incluso injurias, desprecio, pobreza". "Dejarse conquistar por Cristo significa estar siempre tendidos hacia quién tengo enfrente, hacia la meta de Cristo". El Papa recordó que Jesús ha enseñado que "quien quiera salvar la propia vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la salvará... quién se avergüence de mi..." y las comparó con la vergüenza de los Jesuitas. "La invitación que hace Jesús es la de no avergonzarse nunca de Él, sino de seguirle siempre con total dedicación, fiándose y confiando en Él". "Mirando a Jesús, como San Ignacio nos enseña en la Primera Semana, sobre todo mirando a Cristo crucificado, sentimos esa sensación tan humana y tan noble que es la vergüenza de no estar a la altura... Y esto nos lleva siempre, a cada uno por separado y como compañía, a la humildad, a vivir esta gran virtud. Humildad que nos hace conscientes todos los días de que no somos nosotros los que tenemos que construir el Reino de Dios, sino que es siempre la gracia del Señor la que obra en nosotros; la humildad que nos lleva a ponernos a nosotros mismos no a nuestro servicio personal o al servicio de nuestras ideas, sino al servicio de Cristo y de la Iglesia, como vasijas de barro, frágiles, inadecuadas, insuficientes, pero con un inmenso tesoro que llevamos y comunicamos", afirmó. El Santo Padre invitó a los jesuitas a pedir la gracia de ser al final de sus días como San Francisco Javier -mirando a China- y el P. Arrupe -en su última conversación en el campo de refugiados-. "Dos imágenes que a todos nos hará bien observar y recordar. Pedir la gracia que nuestro ocaso sea como el de ellos", afirmó.
Finalmente, los animó a pedir a la Virgen María que "nos haga sentir vergüenza por ser inadecuados para el tesoro que nos ha sido confiado, para vivir la humildad ante Dios. Que acompañe nuestro camino la intercesión paternal de San Ignacio y de todos los santos jesuitas, que siguen enseñándonos cómo hacer todo, con humildad, ad maiorem Dei gloriam".
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