Fue instituida
canónicamente por el Papa Pío VI el 1 de agosto de 1795. En
la advocación “María, Madre del Buen Pastor” el pueblo cristiano ha
querido expresar ciertamente su fe en la cooperación de María Madre a la obra
de pastoreo de su Hijo, el Buen Pastor
.
. La Iglesia siempre ha
sido consciente que la misión de
pastorear a los hombres correspondía y corresponde exclusivamente a Jesucristo,
el Buen Pastor; y esto en línea con la Palabra de Dios (cfr Jn 10) y con el
Vaticano II (Lumen Gentium) que “asegura con toda precisión que el culto de
María debe ser cristo-céntrico, porque las funciones y los mismos privilegios
concedidos a Maria se refieren siempre y solo a Cristo. Todo viene de El y todo
se dirige a El y de El al Padre”.
Y mientras el pueblo expresaba ésta su fe
robusta en Jesús Buen Pastor, descubría
también a la luz de la Palabra de Dios que
el propio Jesús había contado con María su madre en la función del pastoreo o
preocupación espiritual por los hombres, en escenas tan señaladas como la de
las Bodas de Caná (Jn 2, 1-12) o la de la Cruz (Jn
19, 25-27).
Efectivamente, en el relato de las
bodas de Caná el evangelista San Juan quiere
poner de relieve la figura de Cristo que es
el protagonista de toda la escena, aunque no
podemos olvidar que quien pone en
movimiento todo el mecanismo del milagro es María, que aparece nombrada cuatro
veces como la ‘madre’. Todo el episodio está bajo el signo de María madre en
íntima relación con Jesús, su Hijo que, si bien es ella la que se preocupa de
los otros, sabe que Jesús es el principal responsable y el que solo puede hacer
el milagro. De acuerdo con esta su relación de fe y de absoluta confianza en su
Hijo, María indica a Jesús la situación embarazosa de los jóvenes esposos,
diciéndole: “No tienen vino” (v. 3); y a los criados, que los conduce a
su Hijo: ”haced lo que El os diga” (v.4).
En este sentido el pueblo fiel y devoto ha
visto una cooperación de Maria en la obra de
Jesús a favor de los hombres, representados
por los nuevos esposos.
Igualmente la escena de María a los
pies de la cruz (Jn 19, 25ss) está llena de referencias a esa cooperación
de María con Jesús Buen Pastor que da la vida por las ovejas (Jn 10,11)). Allí
está ella, de pie, entera en su sufrimiento, dándole ánimo, acompañándolo en el
momento supremo, dando también su vida. Y allí está ella acogiendo como hijos
en la persona de Juan a todos los hombres dispersos por el mundo, como ovejas
sin pastor: “Junto a la cruz de Jesús , dice san Juan, estaban su
madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María la Magdalena. Jesús,
viendo a su madre y al lado al discípulo predilecto, dice a su madre: -- Mujer,
ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo: -- Ahí tienes a tu madre.
Desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa” (Jn. 19,
25-27).
.
El Papa Pío XII confirmaba cuanto decimos
con estas palabras significativas dirigidas
a un grupo de peregrinos genoveses el 21 de
abril de 1940:” A Ella (María) que amó a Cristo más que Pedro, Jesús
confiaba en la persona de Juan, bajo la cruz redentora del mundo, como hijos
suyos a todos los hombres, ovejas y corderos de un rebaño reunido y disperso, constituyéndola
así Divina Pastora, Madre común y universal de los creyentes y comparándola a
Pedro, que es el Padre común y universal y el Pastor terrestre”.
Efectivamente, María representa el amor
materno que coopera con el Buen Pastor en
su entrega total por los hombres,
cumpliendo así el plan del Padre que María estuviera
asociada a su Hijo en la muerte redentora
de Jesús, único Salvador de los hombres, como lo había estado en el momento de
su venida al mundo.
Pero hay más. La advocación “María,
Madre del Buen Pastor” ha representado para
el pueblo cristiano un vínculo
extraordinario de comunión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí.
Los pueblos han experimentado y experimentan todavía la misma función histórica
de María que ejerció en el Cenáculo (Hechos 1, 14): la función de reunir y de
hacer comunión. Con la muerte del Pastor, los apóstoles y los discípulos se
diseminaron, huyeron despavoridos, como ovejas asustadas. Fue necesaria la
muerte redentora de Cristo y, cooperando con ella , la labor de María, la
madre del Buen Pastor, para ir recogiéndolas y reuniéndolas de nuevo en el
redil.
Más tarde la vemos allí mismo en el
Cenáculo con los primeros discípulos en oración esperando la venida del
Espíritu de su Hijo para llevar a cabo la obra más importante del
Buen Pastor la unificación del pueblo (Jn
18, 14), esto es, la reunión de todas las ovejas en un solo rebaño y bajo un
solo pastor (Jn 10, 16), en una palabra, la Iglesia.
Hoy más que nunca, ante un
mundo globalizado que corre el peligro real de ahondar más y más la división y
la separación de hombres y pueblos, descubrimos la necesidad urgente de la
reunificación de la familia humana, de la comunión entre todos los sectores de
la humanidad, del dialogo intercultural promovido por valores humanos
fundamentales y comunes.
Por este motivo nos alegra grandemente
descubrir en la advocación de “María,
“Madre del Buen Pastor” esta dimensión de comunión que constituye el punto central y esencial de
nuestra vida y de nuestra misión en el mundo de hoy. Fieles, pues, a esta
devoción de la Santísima Virgen Maria, trabajemos para que muestras comunidades
sean verdaderas escuelas de comunión.
Otro valor de esta advocación de “María,
Madre del Buen Pastor” lo descubrimos en la figura de María “pastora”,
como icono significativo de un modo de ejercer su misión de madre marcado por
la , por el servicio humilde y desinteresado, ausente de dominio y de poder;
por la predilección de la oveja débil, descarriada o alejada; por la bondad
misericordiosa, siempre cercana y silenciosa; por el acompañamiento familiar en
el peregrinar de los hombres hacia el redil de la casa del Padre.
En la cultura rural no hay nada más propio
de “menores” que el ejercicio del oficio de
pastor o de pastora: se trata de un trabajo
sacrificado, sin relieve, humilde, sin pretensiones, en el que el pastor está
en contacto permanente de sol a sol con el cielo, con la tierra y con los pastos
a veces escasos y en lugares difíciles; siempre presente al frente o en medio
del rebaño; preocupado por todas y cada una de las ovejas a quienes conoce por
nombre; realizando su oficio con “medios pobres” como pueden ser un cayado, un
perro y su habilidad personal; atento a los peligros que acechan a las ovejas.
Así trascurre el pastor o la pastora los días en itinerancia continua, de un
lado para otro, buscando siempre lo mejor no para él, sino para las ovejas.
Hoy en una sociedad, como la nuestra, que
parece estar montada sobre bases opuestas
a la humildad como son una mentalidad
egoísta y una carrera desenfrenada por el poder, el dominio, los altos puestos,
el prestigio, el tener, el bienestar, etc., y donde no hay lugar para el pobre,
el desheredado, el “menor” o “los menores”, el valor de la “humildad evangélica”
y, sobre todo, su puesta en marcha se hace más necesario y urgente que nunca.
Acudid, pues, queridos hermanos, de nuevo y
con renovado fervor a la Virgen
“María, Madre del Buen Pastor” para aprender de ella la lección de la humildad
Te aclamamos por Madre y Señora
–eres causa de nuestra alegría–;
nuestra Reina, la corredentora
que ha querido mostrarse pastora.
¡Oh humildísima Virgen María!
nuestra Reina, la corredentora
que ha querido mostrarse pastora.
¡Oh humildísima Virgen María!
Has trocado la augusta diadema
por sencillo sombrero con flores,
amapolas y espigas tu gema,
y es un báculo humilde tu emblema
de Pastora entre tantos pastores.
por sencillo sombrero con flores,
amapolas y espigas tu gema,
y es un báculo humilde tu emblema
de Pastora entre tantos pastores.
Cual ninguno conoces la fuente,
manantial de las aguas tranquilas.
A la sombra del Omnipotente
no hay oveja que no se apaciente
cuando tú, cual Pastora, vigilas.
manantial de las aguas tranquilas.
A la sombra del Omnipotente
no hay oveja que no se apaciente
cuando tú, cual Pastora, vigilas.
iQué feliz es contigo el rebaño!,
lo recuestas en verdes praderas
lo conduces con gozo y sin daño,
lo defiendes del mal, del engaño,
en guardarle del lobo te esmeras.
lo recuestas en verdes praderas
lo conduces con gozo y sin daño,
lo defiendes del mal, del engaño,
en guardarle del lobo te esmeras.
Quien de ti se ha fiado no falla
al cruzar las cañadas oscuras,
lo proteges en toda batalla,
eres lumbre y escudo y muralla,
le hallas pasto en las peñas más duras.
al cruzar las cañadas oscuras,
lo proteges en toda batalla,
eres lumbre y escudo y muralla,
le hallas pasto en las peñas más duras.
¡Gloria a aquel que la quiso tan bella!
Gloria al Hijo, su dicha y su encanto
–Astro Rey que nació de una estrella–.
Por la obra que él hizo con ella,
gloria sea al Espíritu Santo. Amén.
Gloria al Hijo, su dicha y su encanto
–Astro Rey que nació de una estrella–.
Por la obra que él hizo con ella,
gloria sea al Espíritu Santo. Amén.
Por
intercesión dela Virgen María, Madre del Buen Pastor, imploremos la
misericordia de Dios diciendo:
Madre del Buen Pastor, intercede por nosotros.
Madre del Buen Pastor, intercede por nosotros.
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