Ciudad del Vaticano, 25 septiembre 2013 (VIS).
La
unidad de la Iglesia, esparcida por el mundo, ha sido el tema elegido por
Francisco para la catequesis de la audiencia general de los miércoles en la que
han participado más de 40.000 personas
Queridos hermanos
y hermanas:
La unidad en la fe, en la esperanza, en la caridad, en los sacramentos y el ministerio, son “como los pilares que sostienen el único gran edificio de la Iglesia. A cualquier lugar que vayamos, incluso en la parroquia más pequeña en el rincón mas escondido de la tierra, hay una única Iglesia; estamos en casa, estamos en familia, estamos entre hermanos y hermanas, Y este es un gran don de Dios. La Iglesia es una sola para todos. No hay una Iglesia para los europeos, una para los africanos, una para los americanos, una para los asiáticos, una para los que viven en Oceanía: es la misma siempre. Es como una familia: se puede estar lejos, esparcidos por el mundo, pero los lazos profundos que unen a todos sus miembros siguen siendo estrechos, a pesar de la distancia”
El Papa ha recordado al respecto la reciente Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro donde había tantos rostros, lenguas y lugares de procedencia, y sin embargo se sentía “ una unidad profunda, se formaba una Iglesia sola, estábamos todos juntos y se sentía”. “Vamos a preguntarnos: ¿ Yo como católico siento esta unidad… la vivo? ¿O no me interesa porque…soy de aquellos que privatiza a la Iglesia para su propio grupo, para su propia nación o sus propios amigos? Es triste encontrar una Iglesia privatizada por este egoísmo y esta falta de fe ¿Rezamos unos por los otros? Os pregunto: ¿Cuantos de vosotros rezáis por los cristianos perseguidos, por ese hermano o esa hermana que sufren a consecuencia de su fe? Es importante mirar fuera del recinto y sentirse Iglesia, única familia de Dios.
La segunda cuestión abordada por Francisco ha sido la de las heridas a esta unidad porque “ a veces surgen incomprensiones, conflictos, tensiones, que la hieren y entonces la Iglesia no tiene el rostro que quisiéramos; no manifiesta la caridad, ni lo que Dios quiere. Somos nosotros los que creamos rupturas. Y si miramos a las separaciones que todavía hay entre los cristianos, católicos, ortodoxos, protestantes… sentimos la fatiga de lograr que esta unidad sea plenamente visible. Es necesario buscar y construir la comunión, educarnos a ella y a superar incomprensiones y divisiones… Nuestro mundo necesita unidad… reconciliación, comunión y la Iglesia es casa de comunión”.
Citando la Carta de San Pablo a los Efesios, el Papa ha reiterado que para conservar la unidad hacen falta “humildad, dulzura, magnanimidad y amor” pero que ésta no es, en primer lugar, fruto de nuestros esfuerzos sino que procede del Espíritu Santo que recrea constantemente la Iglesia y es artífice de “la unidad en la diversidad, porque el Espíritu Santo es armonía”.
Y ha concluido pidiendo a Dios, como en la oración de San Francisco, que nos ayudase a no ser nunca instrumentos de división sino a llevar amor donde hay odio, perdón donde hay ofensa y unión donde hay discordia.
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